Limpieza social, tanto odio duele

Limpieza social, tanto odio duele

Por: Nicolás Mantilla Navarro
abril 28, 2014
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Limpieza social, tanto odio duele
Imagen Nota Ciudadana

No hace mucho circulan en algunos barrios de Bogotá panfletos donde se advierte que se “dará de baja” a todo marihuanero, ladrón y puta. Esas amenazas no sólo se presentan en la capital. En ciudades como Medellín, Pereira, Bucaramanga y Villavicencio también se anuncia la muerte de todo aquel consumidor de estupefacientes, ladrón, transexual, habitante de la calle y homosexual. La mayoría de las veces las autoridades no tienen certeza de donde provienen dichas amenazas, en algunos casos se cree que pertenecen a grupos como las BACRIM, o a grupos relacionados con delincuencia común. Sin embargo, no hay cifras de cuántos homicidios relacionados con las amenazas han ocurrido, lo que sí se sabe es que éstas existen y aterran a la comunidad.

La popularmente llamada limpieza social, sólo demuestra la incapacidad a gran escala de reconocer al otro como un ser humano. No podemos soportar que el de al lado no piense como nosotros, y muchos no están en la capacidad de aceptar el plan de vida totalmente legitimo de algunos. Es por esto que con la limpieza social, todo aquel que vaya en contra de algunos principios e imaginarios de una ciudad ideal tienen que ser automáticamente aniquilado, no tiene derecho alguno a ser lo que es. Con la intolerancia social lo único que se logra imponer un modelo de ciudadanía, desconociendo el pluralismo y la diversidad que pueden ser las cosas mas valiosas de una sociedad.

La intolerancia en tal escala sólo contraría el tipo de Estado en el que vivimos. Afortunadamente ya no es un sistema totalitario, ahora vivimos un Estado social y democrático, donde no se privilegia ninguna forma de pensar ni de ser. Vivimos en un Estado, que por lo menos en teoría, permite que las personas puedan escoger el plan de vida que deseen. En nuestro Estado ser diferente es totalmente aceptable y no merece ser castigado ni por la autoridad pública, ni mucho menos por particulares que buscan imponer una concepción de bien. Sí, en nuestro país se vale ser puta, maricón, drogadicto y transexual, pero asesino no.

Es claro que hay una brecha enorme entre el deber ser y el ser. El ordenamiento colombiano permite pensar y creer lo que se quiera, pero la realidad es que pensar y actuar de manera diferente, puede llevar a la muerte. Tanto odio duele y es una de las cosas, que en un Estado como el nuestro que privilegia la vida, no debe ser tolerado ni aplaudido. El odio es el que debe ser erradicado, no los individuos.

Es así como unas de las posibles soluciones a la disyuntiva ente el deber ser y el ser están en cabeza no sólo del Estado sino también en nosotros como ciudadanos. El gobierno debe impulsar políticas de salud pública para ayudar a cientos de habitantes de la calle que se encuentran en condiciones precarias de salubridad. Se deben crear nuevas oportunidades, disminuir brechas y aminorar la desigualdad. Nosotros como ciudadanos, de la mano con la creación y ejecución de políticas publicas, debemos empezar a reconocer al otro como un individuo, sin importar cuál plan de vida que éste haya escogido. La educación en este sentido es totalmente importante, se debe educar para dejar de pensar que la única solución es bombardear o “echarle plomo” a todo aquel que no piense o no se ajuste a un modelo de ciudad ideal.

TW: Nicolas_M0

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