La magia de la tecnología nos provoca asombrosas perspectivas de aprendizaje interactivo, estimulándonos a desplegar nuestro cuajado potencial cognitivo, apoyados desde el formidable poder de los libros digitales, al que podemos acceder en cualquier momento y lugar, “sin restricción alguno”.
Estos libros se remontan a 1949. Afanada por mejorar el aprendizaje de sus estudiantes, la española Ángela Ruiz Robles creó la enciclopedia mecánica, predecesora de los E-Books, inventado por Michael Hart en 1971, a través del proyecto Gutenberg con el objetivo de facilitar el acceso gratis a los libros digitales y, precisamente, el primer libro electrónico de la historia fue "La Declaración de Independencia de los Estados Unidos".
Conscientes del valor pedagógico de estos libros, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ejecuta proyectos de digitalización de libros destinados a transformar y masificar la educación, como la experiencia piloto en Nicaragua, cuyos libros digitales accesible a todos los niños están optimizando los aprendizajes.
Asimismo, al ser digital este libro no usa papel, consecuentemente, evitamos talar árboles, protegiendo de esta manera nuestro único medio ambiente y, al estar alojado en la internet, muchos de ellos podemos descargar gratuitamente, leerlos y compartir con nuestras amistades del mundo, democratizando el acceso a los conocimientos, traspasando barreras idiomáticas y condición social que ha creado el absurdo sistema.
Por otro lado, al editarse en formato interactivo, conteniendo imágenes en todas sus variedades, textos e hipervínculos como la vida misma, despierta nuestro interés lector personal y en red, fortaleciendo así nuestra concentración psicológica y permitiéndonos empoderar la competencia comunicativa, necesaria para interrelacionarnos con los demás.
En esta línea, hagamos de los libros electrónicos, parte de nuestra cotidianeidad académica. Igualmente, produzcamos y utilicemos como una poderosa herramienta didáctica y, al ser participativo, potenciamos el vertiginoso aprendizaje significativo, vigorizando el pensamiento crítico, creativo e imaginativo; provocando así, la cooperación entre estudiantes, padres de familia y colegas, creando plataformas lectoras para personas con limitaciones física o mentales, entre ellos, los audiolibros.
Sin embargo, a manera de precaución, los libros digitales leídos desde aparatos brillantes fatigan nuestra vista. Además, es vulnerable a la piratería y, si no contamos con dispositivos y una conexión a internet, no podremos leer y amén de la inseguridad por navegar sitios públicos, por lo que debemos impulsar, leyes digitales globales destinados a proteger a los cibernautas.
Finalmente, estos libros digitales potencian de manera amena nuestro aprendizaje, incitándonos a protagonizar el proceso cognitivo, por lo que es ineludible masificar su uso, desde políticas de estado, si pretendemos mayor inclusión, acceso a la cultura y progreso sostenido, sobre todo, en países en vías de desarrollo.