En la XXVI Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo, celebrada recientemente en Cartagena, la Sociedad Colombiana de Arquitectos concedió el premio Carlos Martínez Jiménez al libro Plaza Central de Mercado de Bogotá, las variaciones de un paradigma 1849 - 1953.
En la categoría investigación, teoría y crítica de la arquitectura participó y ganó la obra de William García, donde se da cuenta del trabajo de investigación que desarrolló sobre la primera plaza de mercado cubierta de Colombia —la principal fuente de ingresos económicos bogotanos a finales del siglo XIX— y la historia de una idea de ciudad.
De acuerdo con el profesor y arquitecto García, entre los criterios que evaluó el jurado calificador de la bienal estuvo la generación de conocimiento y su aplicabilidad en las investigaciones. “Ellos encontraron muy interesante que no era solamente generar nuevo conocimiento sino que ese conocimiento sirvió para detectar esos lugares, esas memorias de lugar que existen todavía. Entonces, no es solamente una cosa teórica sino que también tiene aplicabilidad al mundo contemporáneo, esa fue una cosa que detectó y que valoró el jurado en este trabajo”, afirmó.
La publicación, coeditada entre la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad Nacional de Colombia en diciembre de 2017, es básicamente la tesis de grado que en 2011 presentó García para optar al título de magíster en historia y teoría del arte, la arquitectura y la ciudad de la Universidad Nacional y que fue dirigida por la maestra Silvia Arango.
Investigación que no solo fue laureada en su momento y publicada en la colección Punto Aparte —que reproduce las tesis de posgrado de la Facultad de Artes y, en general, del área de las artes de la U.N.—, sino que, además, en 2011 recibió del Ministerio de Cultura de Colombia el premio a la mejor tesis de posgrado en patrimonio.
No obstante, la historia del libro va más allá, porque lo que se publicó en esta primera edición no es solo el resultado del estudio inicial presentado a la maestría, sino que es también la continuación de la investigación sobre lo que sucedió con la Plaza Central de Mercado de Bogotá después del periodo establecido en la tesis, proceso que se dio tras la intención de las dos universidades de publicar en coedición el documento.
“A través de Nicolás Morales, que hace parte del comité editorial de la Universidad Nacional y también es editor de la Universidad Javeriana, se logró hacer una coedición entre las dos universidades. Entonces, yo entrego el texto a la editorial y les digo: ya, imprímanlo. Y resulta que no, resulta que el editor me dice “esta es una tesis histórica y como bien el título lo dice es un tema que abarca desde 1849 a 1953, pero falta conectar el tema con tu lector de 2018. Como quien dice, haga otro capítulo”, explicó el profesor García.
Y desarrolló un nuevo capítulo con tal éxito que, por eso, el jurado calificador de la XXVI bienal de arquitectura le otorgó la distinción en razón a los aportes que brinda el libro a la historia de la arquitectura, especialmente si se tiene en cuenta que la historia del edificio de la Plaza Central de Mercado de Bogotá no se había contado nunca antes.
Al respecto, el arquitecto resaltó: “uno de los aportes iniciales del libro es la construcción de una historia sobre un edificio que no se había contado y que quedaba a dos cuadras de la plaza de Bolívar, en lo que se conoce hoy como el barrio San Victorino. Es un edificio de una dimensión igual a la de la plaza de Bolívar, para dar una idea del tamaño del edificio. Y era la Plaza Central de Mercado, y Plaza Central de Mercado en el siglo XIX era un centro comercial, es decir, vendían todo lo que se necesitaba para el diario vivir”.
Otro de los aportes tiene que ver con los conceptos de construcción de ciudad en el siglo XIX y comienzos del XX, los cuales, según establece el profesor García en su publicación, dan cuenta de un pensamiento propio arquitectónico en el país. Esos hallazgos se repiten en documentos oficiales de plazas de mercado y obras públicas, a los que tuvo que recurrir ante la ausencia de planos del lugar, pues la mayoría de archivos de la ciudad desapareció a causa de un incendio en 1900.
“Lo que me permitió reconstruir la historia de este edificio fue empezar a detectar unas ideas que empezaron a repetirse en la construcción de este edificio y en la de otros edificios de esta misma época. Los edificios tenían que corresponder a los principios de aseo, salubridad y ornato en el siglo XIX y luego, en el siglo XX ya no es aseo sino que se habla de higiene, ya no es ornato sino elegancia, y ya no se habla de salubridad sino de comodidad. Entonces, son esas ideas las que me arman esta dimensión del pensamiento teórico-conceptual y yo llegué a eso gracias a no tener planos”, argumentó el docente.
Y agregó: “Ahí es donde me doy cuenta que realmente los colombianos fuimos capaces de generar un pensamiento propio sobre la arquitectura que estábamos haciendo, que no es tan cierto que nosotros solamente copiábamos de manera acrítica sino que ahí se generaba un pensamiento propio y ese es uno de los principales hallazgos”.
“Una plaza caminante”
El último capítulo —desarrollado por el profesor García para la primera edición de la publicación coeditada por las dos universidades— evidencia una característica única en la Plaza Central de Mercado de Bogotá y es su errancia. La plaza, que tenía una cubierta de acuerdo a pautas de diseño internacionales para plazas de mercado, tuvo albergue inicialmente en un edificio en la plaza de Bolívar y luego, se ubicó en otros espacios a lo largo de su historia.
“Resulta que la primera actividad del mercado se hizo en la plaza de Bolívar hasta 1864, luego, su segunda ubicación fue en un edificio dos cuadras abajo de la plaza de Bolívar, en la zona de San Victorino, y ahí dura hasta 1953. Después, se demuele y la actividad del mercado se traslada sobre la calle 11, entre calles 11 y 10ª, hasta la plaza Matallana, lo que conocemos hoy como la plaza de España. Entonces, es un edificio que como que camina a lo largo del tiempo y por eso lo tituló una plaza caminante”, explicó el investigador.
Lo que hoy queda como herencia de la plaza es la actividad comercial de San Victorino. “Era tan importante la cantidad de actividades que se generaban en la plaza de mercado que derivó en una huella, en una memoria del lugar que hoy conocemos como toda esta actividad comercial de San Victorino. Entonces, aunque el edificio de la plaza de mercado ya no exista sí quedaron las huellas de la inercia de toda esa actividad comercial que empezó a permear los alrededores de los lugares donde se ubicó”, concluyó el docente.