¿Libro electrónico o libro de papel?
Opinión

¿Libro electrónico o libro de papel?

Por:
julio 20, 2015
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No soy experto en las nuevas tecnologías ni mucho menos conocedor del mercado literario. Tengo de hecho amigos cercanos en el mundo editorial a quienes ofrezco disculpas por el atrevimiento de inmiscuirme en su universo, siendo el lego que soy en el tema.
Escribo entonces como un lector. Como uno que ha vivido lo suficiente para concederle cierto crédito a su intuición.

De manera cíclica, tanto en mi círculo personal como en las redes sociales, se reactiva la discusión entre los defensores del libro electrónico y quienes prefieren el ancestral libro de papel.
Los primeros destacan la versatilidad del e-book, su portabilidad, la sorprendente capacidad de almacenamiento y unas cuantas características más que se podrían resumir en la palabra comodidad. El libro electrónico es cómodo: es un formato que te permite llevar cientos de libros en tu bolsillo a cualquier lugar.
Los defensores del libro de papel acuden a argumentos más sensoriales y afectivos: el olor de las páginas, la sensación al pasar las hojas, la belleza del libro como objeto.

Yo pienso que la discusión es francamente innecesaria.

Es innecesaria, en primer lugar, porque no me resulta imprescindible elegir entre uno y otro.
¿Usted qué elige? ¿La pantalla del televisor o la pantalla del computador? ¡Pues ambas! La del televisor cuando me canse de trabajar en el computador y la del computador cuando empiece la emisión de los noticieros nacionales.

Cada formato tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Si estoy en la tranquilidad de mi casa y quiero leer mientras me tomo una taza de café, muy posiblemente decida sumergirme en esos dos kilos de papel bellamente encuadernados que adornan mi biblioteca. Pero si salgo de viaje, nada más atractivo que llevar varias novelas, un par de ensayos y un diccionario enciclopédico en el bolsillo de la camisa.

Y pienso además que la discusión es innecesaria, porque la decisión no está en nuestras manos sino en las del mercado.

Puedo entender a la perfección la obsesión romántica de quienes solo conciben la lectura impresa en papel: también amo la sensación de las hojas y me enamora el objeto mismo. Sin embargo cierta intuición pesimista, sumada a una observación atenta a la progresión de las cosas en los últimos años, me dejan sin argumentos para rebatir al periodista catalán Miguel Ángel Bastenier quien, en reciente entrevista ofrecida a la revista Arcadia, manifestaba tajantemente: “El soporte papel está condenado y el que no lo sabe es bobo de nacimiento”.

Algo me dice que quienes hemos comenzado a disfrutar del libro electrónico no hemos hecho otra cosa que sumarnos a una transición inevitable, mientras que quienes se aferran de manera obcecada a los libros de papel como única opción, terminarán bastante pronto en la misma situación de quienes, a finales de los noventa, cuando finalmente se masificó la telefonía celular, todavía nos resistíamos a comprar un aparato en el que nos localizaran las 24 horas del día: obligados a sumarse a la inevitable corriente de los tiempos ante la terrible alternativa del aislamiento.

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