El 2006 fue fatídico para Liborio Sánchez. Ese año una negligencia médica hizo que perdiera la vista y con ella las ganas de vivir. Los primeros meses bajo las tinieblas de la invidencia significaron un reto para Liborio.
“A mí me daba pena hasta salir a la calle, me daba vergüenza. La gente es imprudente, le preguntan a uno qué le pasó, pobrecito”.
Esa realidad comenzó a cambiar cuando este bogotano de 36 años conoció el Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos (Crac). “Un día llegué al Instituto Crac, ahí me llevó mi madre y había unos niños jugando, corriendo y yo desesperado le dije que por qué corrían tanto, que dejaran de correr, que porqué no los calmaban. Mi madre me dijo: ellos son ciegos”, dijo.
En un principio, Liborio debió llenarse de valor y paciencia para reaprender a vivir. “Me estrellaba, me daba rabia, maldecía y así poco a poco. Pero si no me golpeaba no aprendía”.
A pesar de las dificultades, Liborio mantuvo su anhelo de crear empresa y hacer de su vida una oportunidad de crecimiento personal y económico. Las herramientas para lograr ese sueño se las brindó la alcaldía local de Los Mártires. Hoy Liborio cuenta con su propia empresa.
“Lo primero que me fue entregado fue el bastón, el ábaco, el reloj parlante. Tengo una marca que se llama Limpiolib; está basada en productos biodegradables y la etiqueta dice: la discapacidad no es ninguna incapacidad”.
El trabajo lo realiza con la ayuda de una calculadora científica parlante, que le ayuda en el proceso de mezclas y mediciones. De esta manera, Liborio se convierte en un ejemplo de superación y empuje.