Según la Real Academia Española (RAE), la libertad es la “facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Esta definición establece unos elementos muy importantes, a saber, en primer lugar, es una elección entre actuar de una determinada manera o, por el contrario, de no actuar permaneciendo impasible ante las circunstancias.
De lo anterior también se desprende el hecho fundamental de este valor universal y es que la libertad es de carácter individual, subjetiva y que se valora desde los parámetros que conforman la personalidad de cada individuo; soy libre en la medida que mis conceptos y necesidades lo permiten. Por ejemplo, un adicto a sustancias que alteran la psique considera su libertad dentro de su individual concepción de la existencia (aun cuando su mente y su cuerpo dependen de un elemento alterador externo) y un prisionero dentro de un complejo carcelario es libre bajo la idea de que no han podido encarcelar su imaginación, su espíritu o hasta su actuación ante las circunstancias, como lo estableció Viktor Frankl (autor de una genial obra llamada El hombre en busca de sentido) al ejemplificarlo con las siguientes palabras: “Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas —la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias— para decidir su propio camino”
Otro aspecto que se extrae de la definición de la RAE es que la libertad implica responsabilidad. La responsabilidad es el valor que nace de la habilidad de responder frente a nuestros actos o decisiones. Un animal no racional actúa por instinto, por lo que no podemos exigirle responsabilidad a un perro por atacar de manera violenta a una persona, pues su condicionamiento y sus instintos lo obligan a enfrentar la eventualidad de una manera concreta e inevitable; al contrario, un animal racional, (pues eso somos los seres humanos) puede reaccionar violentamente, pero es consciente de las consecuencias de su acto y de la posibilidad de actuar en un sentido o en otro. Es aquí donde la carga de la libertad se hace pesada y conlleva una serie de elementos que se resumen en consecuencias que pueden ser positivas o negativas para el hombre o la mujer dentro de su accionar vital.
La libertad, por tanto, y dentro de cualquier discusión filosófica, es un valor de carácter individual que implica la responsabilidad ante la reacción que nace de la toma de una decisión; tan simple como eso y tan complejo que, dentro de cualquier ámbito de la vida humana, es algo que implica consecuencias que pueden cambiar por completo la existencia de un individuo y alterar, en otros aspectos, el destino de cualquier grupo humano.
Desde lo económico el ser humano es libre para desarrollar su condición de manejo de los recursos puestos a su disposición o de aquellos que posee (materiales o inmateriales) quedando a su “libre albedrío” el destino que les dará y aceptando las consecuencias de su decisión. Si Usted toma su salario o ingreso quincenal y lo derrocha en actividades hedonistas lo hace por su propia cuenta y riesgo, si, por el contrario, lo invierte en beneficio de su familia, pues está haciéndolo bajo el presupuesto de que espera mostrar su responsabilidad frente a aquellos que dependen de su accionar. En ambos casos deben ser “responsables” de consecuencias o recompensas, su libertad les ha permitido tomar decisiones y, por tanto, deben aceptar las consecuencias derivadas de ellas.
En lo político se puede establecer que las ideologías siempre buscan dar a la libertad un sentido que, por más que lo intenten, no tiene y es que la libertad es individual y no puede ser un concepto definido por una masa amorfa y no pensante como puede ser una muchedumbre que aspira imponerse sobre otra multitud, dado que si se intenta imponer algo sobre otro coartando su derecho a ser libre se estaría estableciendo un sistema cíclico de violación permanente de la libertad del individuo.
Aun así, en cierto sentido, para que la libertad plena e individual del ser humano pueda existir es necesario (e inevitable) que se creen normas o regulaciones que permitan una convivencia o armonía entre los individuos que conforman grupos humanos. Es un precio a pagar para evitar la imposición de acciones que, desafortunadamente, pueden destruir esa misma libertad por la ejecución de personas que pretenden imponer su voluntad o deseos sobre otros. Estamos, en este caso, condenados a ser libres o condenados a perder esa libertad bajo la pisada inclemente de abusivos o tiranos.
La responsabilidad, por otra parte, es una consecuencia y una condición privativa de la libertad. Ser responsable implica la elección constante e infinita frente a la vida, ante los demás y de acuerdo a la incertidumbre que es la existencia en un universo que constantemente nos enfrenta la relación lógica de causa y efecto. Desde las decisiones más sencillas como, por ejemplo, la elección del desayuno o el almuerzo diario hasta la de enfrentar o no enfrentar a un régimen tiránico que se ha impuesto a sangre y fuego coartando nuestra libertad. Todo lo que se haga, lo que se decida o emprenda implica una consecuencia y, al final, desde lo más íntimo de nuestro ser, es una responsabilidad que no puede ser soslayada.