A sus 80 años, el capo Miguel Rodríguez Orejuela no quiere tener el mismo final que su hermano Gilberto, el gran jefe del Cartel de Cali, solo quiere regresar y morir en su tierra.
Por eso, se ha movido con sus abogados para buscar ser beneficiado con la figura de Libertad por compasión, que les permite a los presos regresar a su país natal o quedar en libertad en caso de enfermedad terminal, vejez o discapacidad severa.
En 2004, Miguel Rodríguez fue extraditado a los Estados Unidos junto con su hermano Gilberto para responder por narcotráfico ante el Distrito del Sur de La Florida. Es una especie de súplica que deberá presentar ante Federico Moreno, el mismo Juez de ese Distrito que lo condenó a pagar una pena de 30 años de la que todavía le faltan 10 años. Ya en el pasado, su hermano Gilberto hizo la misma solicitud y le fue negada.
El 6 de agosto de 1995, Miguel Rodríguez Orejuela fue detenido por el propio Director de la Policía, general Rosso José Serrano quien lo trasladó a la Cárcel La Picota en Bogotá desde Cali tras una operación realizada en el lujoso Edificio Buenos Aires, en un sector exclusivo de la capital vallecaucana, donde fue sorprendido en pantaloncillos y casi a punto de esconderse en una caleta.
Desde allí siguió moviendo negocios, sobre todo alrededor de su equipo de fútbol América de Cali, como el que se recuerda que cerró con el argentino Mauricio Macri en 1997 cuando era presidente de Boca Juniors y estaba interesado en comprar el pase del arquero Óscar Córdoba de propiedad de los Orejuela. Se terminó acordando primero un préstamo y finalmente un pago de 1 millón de dólares por el pase al equipo argentino.
Ahora, Rodríguez Orejuela, de 78 años, suplica la Libertad por compasión desde su reclusión en la Institución Correccional Federal Edgefield en Carolina del Sur donde paga una condena de 30 años, una prisión de mediana seguridad con cerca de 2.000 reclusos.
En 2021, Miguel y su hermano mayor Gilberto pidieron que se les permitiera morir en Colombia cuando ambos, desde diferentes cárceles, se contagiaron de COVID-19. A Gilberto le negaron la petición de Libertad por compasión, murió lejos de Colombia y solo regresaron sus cenizas al país.
Miguel, un hombre que también ha combatido el cáncer, le esperan todavía 10 años en la cárcel y su súplica debe recorrer un camino largo y difícil que le permita regresar por última vez al territorio donde fue poderoso y temido.
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