Finalizó 2021, y con él se fueron hechos que marcaron momentos de inestabilidad institucional en el territorio colombiano; las movilizaciones protagonizadas por estudiantes en 2018 y 2019, la contingencia de la pandemia del Covid-19 en 2020, y las movilizaciones del Paro Nacional en 2021 dieron paso a incertidumbres dentro de los mercados financieros, la política fiscal, las expectativas de inflación, el crecimiento económico, entre otros.
También se afectó la educación escolar y universitaria por el retraso en el cumplimiento del calendario académico. Todo esto, dentro de la dinámica de la reactivación económica, representa pérdida de la confianza en Colombia como escenario de inversión.
Sin embargo, los hechos movilizadores presentados en Colombia guardan relación con los ocurrido en Chile simultáneamente y otros países de Suramérica.
Todo esto es considerado una arremetida de ideologías de tinte colectivista llamadas para unos progresismo y para otros como un despertar del socialismo.
Con la elección de Gabriel Boric como presidente de Chile durante los próximos cuatro años las voces de los movimientos políticos con ideologías colectivistas auguran una nueva era de la política y la economía para la región que busca consolidar con la elección de un representante de esta ala política en Colombia impregnar en Suramérica la incidencia geopolítica progresista o socialista.
Pero ¿esta nueva era traería cambios en la dinámica del ejercicio político y del desarrollo económico?
Vertientes del ala progresista aducen que la hegemonía de su pensamiento en los escenarios de poder es la oportunidad de ejercer políticas que permitan el desarrollo humano y social de los pueblos americanos en respuesta a sus críticas sobre el neoliberalismo.
Sus políticas están relacionadas con la redistribución de los ingresos, la política fiscal expansiva, y la retoma de políticas económicas aplicadas en el periodo de Industrialización para Sustitución de las Importaciones (ISI). También con propuestas sobre la política monetaria, pero con poca posibilidad de cumplirse por la autonomía de los bancos centrales.
Para redistribuir los ingresos, la propuesta de los progresistas gira en torno al aumento de impuestos y al aumento del gasto social.
Los aumentos de las cargas impositivas representan desincentivos en un sistema de libre movilidad de capitales, por lo que un aumento de las tasas implicaría el desplazamiento de capitales a otros territorios con menores cargas tributarias.
En ese sentido, una propuesta alrededor de la disminución de las desigualdades económicas y sociales debería enfocarse en aumentos del valor agregado o de la productividad, puesto que incrementos de la productividad en condiciones de estabilidad institucional permiten que el mercado funcione como un sistema de distribución justo.
Así mismo, el interés por implementar políticas económicas en favor del fortalecimiento de la industria nacional (aranceles a las importaciones), puede sonar como una buena propuesta en un sentido literal, pero esas propuestas fueron vigentes durante el período de Industrialización para la Sustitución de Importaciones (ISI) entre 1950 y 1980, y además que en el contexto de la globalización resultan desacertadas, porque, si bien fortalece la venta de algún producto nacional internamente, los importadores podrían estar afectados en la adquisición de los productos por cuestiones de precios o de competitividad.
De esta manera, se refleja que las propuestas presentadas por la representación del progresismo en Colombia y en Suramérica no son una apuesta al cambio, sino una apuesta a la inestabilidad política, económica e institucional, y a la pérdida de bienestar por las reacciones que conlleva en el mercado.
Las propuestas que presenten quienes se postulen a cargos de elección popular deben dar propuestas que propendan al cumplimiento tributario, el crecimiento económico, la libertad económica y la estabilidad institucional.
