Ayer se conmemoró de nuevo la libertad de Colombia. Más de 200 años desde que les dijimos a los españoles: chaolín, no queremos que nos gobiernen sus corruptos, preferimos a los nuestros. Y los españoles, que ya se habían llevado todo, se abrieron del parche… pero, 500 años después, ¡volvieron¡ Y no solos, sino con otras pintas, a llevarse lo poco que queda; es decir, somos de nuevo una colonia. He aquí las pruebas.
Mi despertador –Casio, Japón– tronó a las siete de la mañana. Luego de una locha de diez minutos, me levanté, me calcé mis chanclas –Crocs, USA–, fui al baño, defequé, me limpié el trasero –papel higiénico Scott, USA–, abrí la llave y me duché. Me enjaboné –Protex, USA–, me eché champú –Head Shoulders, USA–, me afeité –Gillette, USA–, y me cepillé los dientes –Colgate, USA–. Salí del baño. Me sequé. Me puse los bóxer –Calvin Klein, USA–, los calcetines, el pantalón –Diesel, Italia–, la camiseta –Lacoste, Francia–, los “pisos” –Adidas, Alemania– y la gorra –Puma, Alemania–; por último, me eché perfume, –Boss, Francia.
Después de desayunar cereal –Kellogs, USA– con leche –Parmalat, Italia– y fruta, salí de casa. Antes de subir a mi automóvil –Toyota, Japón–, le escribí, vía WhatsApp –USA–, con mi teléfono –Samsung, Corea del Sur–, usando mi plan de datos –Claro, México–, a mi novia. El saladito me pidió que la recogiera. Llegué. Acordamos ir al centro comercial Titán Plaza. Salimos juntos. Encendí la radio –Pioneer, Japón– de mi nave y sintonicé La W –Grupo Prisa, España–. En el centro comercial ella se antojó de un capuchino. Fuimos y degustamos dos en Starbucks –USA–, acompañados de dos suculentas donas –Dunkin Donuts, USA–. Luego ella me pidió que le comprara ropa y accesorios. Yo le compré un vestido –Zara, España–, un bolso –Louis Vuitton, Francia–, cosméticos –L´Oreal, Francia– y ropa íntima –Victoria Secret, USA. Luego entramos a Carrefour –Francia– y allí yo aproveché y me compré unos zapatos –Bosi, Italia–, una impresora –Hewlet Packard, USA–, una cámara fotográfica profesional –Nikon, Japón–, un reloj –Omega, Suiza– y un computador portátil –Lenovo, China.
Después de vitrinear por un buen rato, acordamos vernos una película. Guardamos todas las compras y fuimos hasta la sala de cine –Cinemark, USA– y lloramos a moco tendido –nos secamos las lágrimas con Kleenex, USA– con Seven Pounds, protagonizada por Will Smith. Obvio, en la sala dimos cuenta de dos buenas barras de chocolate –Snickers, USA– y tomamos gasimba –Coca Cola, USA.
Salimos a eso de las 8:00 p.m., con hambre. Fuimos a comer hamburguesas –McDonald's, USA–. Mi novia se indigestó, por lo que tuve que comprarle un medicamento digestivo –Alka Seltzer, Alemania–. Luego, decidimos irnos a tomar unas birras bien frías –Budweisser, Holanda; Corona, México–. Al rato, me dieron ganas de fumar y compré una cajetilla de cigarrillos –Marlboro, USA–. Charlamos un buen rato y de vez en vez mi novia aprovechaba para chatear por Facebook –USA–. Antes de partir para la casa, fui hasta el cajero electrónico –BBVA, España– y saqué 200 mil lucas –para la moteleada–. Partimos, felices y dichosos, después de haber comprado en ‘Colombia’.