Leyva pide apoyo de Uribe para un cese bilateral al fuego. Habrá respuesta en 48 horas

Leyva pide apoyo de Uribe para un cese bilateral al fuego. Habrá respuesta en 48 horas

En esta carta el exconstituyente hace revelaciones sobre el comportamiento de Santos cuando no creía en la paz y recuerda la posición de Uribe cuando era presidente y buscaba un acuerdo con las Farc.

Por:
octubre 20, 2014
Leyva pide apoyo de Uribe para un cese bilateral al fuego. Habrá respuesta en 48 horas

El dirigente conservador y exconstituyente Álvaro Leiya Durán quien ha estado cercano al proceso de paz en La Habana, participando de manera informal sobre las discusiones frente a los contenidos de los acuerdos, y quien tiene desde hace más de 30 años una relación cercana y de confianza con las Farc por sus iniciativas de paz, le envió esta carta al expresidente Uribe urgiendo su participación en un eventual acuerdo humanitario y cese bilateral al fuego con las Farc. Leyva también recuerda los momentos cuando el entonces ministro de Defesa Juan Manuel Santos no tenía ningún interés en acordar con la guerrilla, por lo que según él tuvo que cancelar la rueda de prensa en la que daría la noticia de un acuerdo humanitario con las Farc con miras a iniciar un proceso de paz.

 

 

Bogotá, octubre 17 de 2014
Señor, doctor
Álvaro Uribe Vélez
Expresidente de la República
Ciudad

Señor Presidente:

He seguido con todo cuidado y mucho interés los hechos, noticias y comentarios relacionados con su posición frente a la paz y los sucesos acaecidos en momentos de la búsqueda de un intercambio humanitario durante su segundo cuatrienio presidencial, particularmente en la época en que ocupó el cargo de Ministro de Defensa el actual Presidente de la República.

Como aspiro a que esta carta se de a conocer a la opinión nacional, es oportuno recordar que poco hemos coincidido en materia política. Asumí una muy conocida oposición a sus gobiernos. En ocasiones llegó a ser muy crudo nuestro distanciamiento. Sin embargo siempre tuvimos presente que habíamos sido colegas de legislatura en el Senado de la República en donde la relación fue totalmente respetuosa.

No obstante encontrarnos en polos opuestos, golpeé su puerta en varias oportunidades buscando fórmulas que permitieran convertir en realidad el intercambio humanitario. Todas las veces fui atendido con pleno respeto e interés de parte suya. Comprendí, aunque no lo compartía, el alcance de lo que usted llamaba “inamovibles”. Entre estos, había dos que yo recuerde: que los guerrilleros puestos en libertad se radicaran en Francia, o que se vincularan a programas de reinserción con la cooperación de la iglesia católica. Siempre manifestó sus reservas; como hoy las tiene y manifiesta respecto del proceso que se sigue con las FARC-EP, en La Habana, Cuba. Reconozco que ello es así. Ingenuo no soy. Sin embargo también encuentro que no es que usted haya sido y sea un enemigo cerril o grosero de la paz, como no lo fue del intercambio humanitario, sino que advierte su visión de un deber-ser de la paz, que incluye unos inamovibles que según usted deben ser tenidos en cuenta en procesos de reconciliación nacional.

Por habernos encontrado de nuevo en más de una ocasión, la última vez, hace apenas unos quince días, sé que mantiene esa línea de pensamiento. Como sé que conoce mi posición porque las veces que nos hemos visto le he comentado mis experiencias en La Habana, que como bien sabe por habérselo informado personalmente, han sido producto de varias visitas.

Refiriéndome de nuevo a mis pasos por Palacio, recordará usted que todas las veces me acompañó a su despacho el doctor José Guerra de la Espriella. En una oportunidad, hizo presencia el doctor Luis Carlos Restrepo, Alto Comisionado para la Paz. Precisamente la vez que me manifestó usted su aceptación del intercambio humanitario. Tanto como para haber asumido las riendas del asunto: Instruyó al doctor Restrepo para que pusiera en conocimiento del Vicepresidente, doctor Francisco Santos, su posición; le pidió igualmente que me llevara a donde el Alcalde de Bogotá, señor Luis Eduardo Garzón, hoy Ministro del Trabajo, para enterarlo, y nos solicitó que luego hiciéramos presencia en el Ministerio de Defensa para informar de todo al doctor Juan Manuel Santos.

Estos acontecimientos tuvieron lugar en la última semana de agosto de 2006. El día exacto no lo recuerdo pero no sería difícil establecerlo. Tengo muy presente, eso sí, que con el doctor Restrepo salí de sus despacho hacia las cinco de la tarde a cumplir la agenda trazada. Ya iniciada la noche entramos al despacho del Ministro Santos. Para mi sorpresa se encontraba allí el Ministro del Interior, Carlos Holguín Sardi quien podrá dar testimonio de lo que a continuación relato.

La cabecera de la mesa la presidió el ministro del ramo doctor Santos. A su izquierda, también en la cabecera, se situó el Ministro Holguín. Al costado izquierdo de la mesa, y en su orden, se encontraban el Comandante General de las Fuerzas Armadas, el Comandante del Ejército, el Comandante de la Armada, el Comandante de la Fuerza Aérea y finalmente el Comandante de la Policía Nacional. En el costado derecho de la mesa nos ubicamos el doctor Restrepo y yo. Otros funcionarios acompañaban a los ya mencionados.

El doctor Restrepo me solicitó que informara a los presentes sobre el propósito de nuestra presencia. Así lo hice. Desde un comienzo adiviné que el doctor Santos no se encontraba cómodo con lo que se estaba planteando; tampoco se sentía a sus anchas con mi presencia. Me fue fácil adivinarlo porque habíamos coincidido en el pasado en labores de mutuo interés. Además, apenas unas semanas atrás me había solicitado que lo defendiera en sesión especial de la Comisión Primera del Senado toda vez que se había presentado una moción de censura en su contra por aquello de la llamada “conspiración” supuestamente acaecida durante la administración Samper. Supongo que usted tuvo presente el hecho en el momento. También había estado yo en la Fiscalía General de la Nación con el propósito de rendir testimonio a favor del Ministro Santos ya que pesaba sobre él una investigación penal relacionada con lo mencionado anteriormente. Sin embargo, no obstante la demostración de mi clara solidaridad para con él en diversos momentos, la noche de la sesión de marras el Ministro Santos apenas se limitó a saludarme de forma protocolaria. Respecto del tema que nos convocaba, no tuvo a bien hacerme comentario alguno sobre nada de lo expuesto. Su intervención se redujo a referirse a los avances de la fuerza pública en materia de defensa y a pedir el concepto sobre lo dicho a cada unos de los generales presentes, en el mismo orden que ya indiqué. Estos fueron francos al hacer observaciones propias de su competencia y rango, siempre advirtiendo su lealtad para con el Presidente de la República y manifestando su acatamiento a la orden que eventualmente se les impartiera. El señor Ministro del Interior doctor Holguín intervino para advertir que era evidente que se trataba de una decisión para ser atendida. Su posición fue clara. Terminada la reunión nos despedimos el doctor Restrepo y yo, y nos retiramos.

Luis Carlos Restrepo me condujo en su vehículo oficial hasta mi apartamento. En el camino resaltó la importancia de lo ocurrido. Me hizo un reconocimiento que agradecí. Como quiera que usted, doctor Uribe, me había encomendado la tarea de redactar un comunicado a fin darle al país la nueva en rueda de prensa que yo debía convocar a la mañana siguiente, el Alto Comisionado me trasmitía algunas insinuaciones para yo tener en cuenta y me recomendaba que convocara los medios a primera hora.

Mi reacción fue muy distinta a la de Luis Carlos Restrepo. Le puse de presente mi percepción de lo que acabábamos de presenciar en el despacho ministerial; interpreté la actitud del titular de la cartera de Defensa, y le anticipé que recibiría una llamada de él (Restrepo) a primera hora para solicitarme que desmontara la rueda de prensa. “Santos se atraviesa esta noche” -le advertí. Y dicho y hecho: a las seis de la mañana del día siguiente sonó el teléfono. Era el doctor Luis Carlos. “Sucedió lo que anticipaste” -me dijo. “Desmonta la rueda de prensa” -agregó, y así lo hice.

Le refresco y comento lo anterior porque no hay nada que produzca mayor daño que las verdades a medias. Mucho más cuando hay tanto en juego. Por esto le confieso que lo que pretendo con esta ya larga misiva es ayudar a completar historias salidas a la luz pública en los últimos días; es que sin duda le hacen falta piezas a un rompecabezas que se viene armando y que por la forma que está tomando puede causar mayor polarización y daño, cosa funesta para la suerte del país. Y porque como se lo he manifestado más de una vez, la paz es con todos. Eso lo incluye a usted. Y para estos efectos hay que poner de presente que es necesario reconocerle a cada quien lo que le corresponde sin consideración de miramientos o posiciones personales. Usted es una pieza clave de la realidad nacional que no se pude subestimar.

Y como soy testigo directo de lo que viene sucediendo en La Habana y de las desgracias que innecesariamente acontecen en Colombia en materia de derramamiento de sangre, quiero invitarlo de la manera más comedida a que le haga eco a la solicitud de las víctimas en el sentido de llamar la atención sobre la necesidad de parar ya mismo la contienda armada a fin de ponerle fin a las matanzas que prosiguen sin sentido alguno. Apelo al mismo espíritu que lo acompañó durante los episodios de nuestras conversaciones sobre el intercambio humanitario arriba recordados. Ya en cierto momento la idea que le propongo ocupó su mente.

Una comisión mixta (expertos internacionales y locales), tendría a su cuidado la vigilancia del cese de operaciones de guerra. No me cabe entrar en detalle de cómo podría operar y cómo podría ser el camino para lograr lo insinuado porque la definición de esas mecánicas corresponden a otras instancias.

Creo conocerlo a usted y sé de lo que es capaz. Ayude en el propósito expuesto, doctor Uribe. Si se suma a este anhelo de los que más sufren, su voz tendrá repercusiones significativas. De ninguna manera implica esto que no pueda proseguir exponiendo sus tesis sobre la paz o sobre lo que se vaya acordando, así el gobierno no lo convoque para trasmitirle lo que viene adelantando por no querer reconocer aún que la reconciliación nacional tiene que ser una política de Estado y por lo tanto no excluyente.

Hoy es importante trasmitirle al país una visión diferente de la que se viene planteando. No más víctimas; no más sangre; no más atrocidades, es el llamado de la hora.

Me suscribo atentamente.

Álvaro Leyva Durán

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