Leyendo a José Saramago

Leyendo a José Saramago

"Su obra: El Hombre duplicado, es una historia en forma de espiral"

Por: Jerónimo García Riaño
octubre 09, 2014
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Leyendo a José Saramago
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He tenido la buena fortuna de leer algunas obras de José Saramago. Hasta ahora cuento cuatro.

Las primeras tres son Todos los nombres, El Evangelio según Jesucristo y Las Intermitencias de la Muerte.
En esas obras se cuentan historias como la de un hombre que se enamora del nombre de una mujer que aparece en un registro civil, y seducido por las letras plasmadas en ese papel decide buscarla; se cuentan historias como la de una virgen que no es virgen y que se sacude con su esposo carpintero en uno de los placeres de la vida, y en esa misma obra surge un rico y sublime diálogo entre el hijo de Dios y el Diablo; y se cuentan historias sencillas pero devastadoras como esas donde la muerte decide no actuar en un país. Nadie vuelve a morir. Una noticia que comienza con júbilo pero que termina con el cansancio de la eternidad. Tanto, que muchos habitantes del país deciden cruzar sus fronteras para poder morir en paz.

Pero la cuarta obra, para mí hasta ahora, es la mejor que he leído: El Hombre Duplicado. Esta es una historia que parece una oferta de asombros, un pague uno y lleve cinco que destaco a continuación:

Al otro lado de la pantalla. Un hombre, profesor de historia, se entera a través de una película de cine que existe otro tipo igual que él, idéntico en todo sentido. Luego descubre que ese otro es un actor secundario y que ha actuado en varias cintas. El profesor, llamado Tertuliano Máximo Afonso, contacta al actor por teléfono y le dice que deben conocerse, que son la misma copia y que por lo tanto deben verse las caras, para encontrarse con esa realidad inesperada.

Ojo por ojo… El actor de cine, que tiene como nombre artístico Daniel Santa Clara (su nombre real es Antonio Claro), decide acostarse con la mujer que pretende Tertuliano. Cosa que sucede luego de que el actor le pide al profesor que le preste su ropa y su auto para ir donde la mujer y poder disimular, como buen actor, que él es el Tertuliano Máximo Afonso. En venganza, Tertuliano decide hacer lo mismo y se acuesta con la esposa del actor.

La venganza nunca es buena. Cuando Tertuliano termina su venganza, sale de la casa del actor y trata de comunicarse por teléfono con su pretendiente. Una voz de mujer, diferente a la de su amada, contesta la llamada y le cuenta que ella junto con el actor, han muerto en un accidente de tránsito.

Unas por otras. Allí Tertuliano decide contarle a la esposa del actor que se acostó con él y no con su esposo. Que Antonio acaba de morir con su pretendiente en un accidente de tránsito. Así pues que la mujer del actor le propone a Tertuliano que asuma su rol de esposo y que se convierta en Antonio Claro y vivir con ella para siempre. Tertuliano acepta.

En ese momento un cree que la novela tiene ese final estilo “…y vivieron felices para siempre”. Pero a la novela le faltan algunas hojas por leer, y es entonces cuando aparece la última oferta:

Y es que la vida es una tómbola… Cuando ya poco a poco la ex esposa del actor y Tertuliano se ajustan a una vida juntos, aparece una llamada telefónica que Tertuliano (o mejor Antonio Claro) decide tomar y escucha una voz que le dice que por fin lo encuentra y que deben conocerse porque él, quien lo llama, es idéntico y que es urgente que se encuentren y se conozcan…

Esta es una historia que tiene forma espiral, pero Saramago decide narrar sólo un círculo de esa espiral.
La novela (y en general muchas novelas de Saramago) está llena de Inverosimilitudes. Y son tantas que la obra completa se convierte verosímil. Eso es un buen acto literario. Ese recurso permite crear un universo mentiroso e irónicamente humano.

¡Ah!, y algo más, en la obra hay un personaje particular que dialoga algunas veces con Tertuliano Máximo Afonso, un personaje que no solo habla en esta novela de Saramago, también habla y dialoga con nosotros y aparece de repente en nuestra existencia; y es tanta la fuerza de su voz que muchas veces nos obliga a tomar decisiones: es el viejo y sencillo Sentido Común.
¡Recomendada!

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