Con alegría los medios divulgan el tweet del presidente Duque a favor de la libertad de expresión, que han interpretado como el anuncio de que objetará la ley mordaza, que viene colgada de otra ley bautizada como anticorrupción. Es paradójico observar que mientras más leyes anticorrupción se dictan, más corrupción rampante y abrumadora; y mientras más estatutos antitrámites, más atorrantes y perniciosos los trámites que nos imponen; ahora, para colmo, con la barrera adicional de los procedimientos electrónicos.
Dos frases merecen cita:
“La prensa no solo es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo, sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civilización”: Francisco Zarco
“Wikileaks es un servicio público internacional; nos especializamos en permitir a periodistas o informantes que han sido censurados a presentar sus materiales al público”: Julian Assange
La ley mordaza de Lorduy, que todavía pende sobre la democracia como nube negra, pretende no solo silenciar a cualquier pensador que ofenda a un burócrata, sino que llega al extremo de pretender que la sanción permita eliminar el medio al que pertenece el individuo.
Naturalmente, esto viene enfocado a la prensa libre, a la que se quiere silenciar. No puedo imaginarme al candidato presidencial Vargas Lleras en la cárcel por cuenta de no haber tratado bien a uno de los incumbentes en el poder y El Tiempo cerrado por cuenta de uno de sus escritos dominicales. Tal atrocidad ni siquiera podría pensarse en un mundo orwelliano.
Pero, saliendo de lo parroquial, la noticia lúgubre del día se refiere a la persecución contra Julian Assange, el caso que en pleno siglo XXI demuestra que el culto a la libertad de expresión y a la libertad de prensa se desvanece y transforma en una regresión al oscurantismo por cuenta de los poderes ocultos que manejan las naciones por encima de los postulados de la democracia y de la civilización.
Assange es un mártir de la libertad tecnológica de expresión. Está siendo inmolado ante la indiferencia de los medios y de las sociedades. La historia de la humanidad persiste en sacrificar primero al ser humano, para luego endiosarlo en condición de santo, mártir o héroe incomprendido.
¿No es ya la hora de que los Mandelas de nuestro tiempo sean reconocidos y protegidos en vida, en esta terrena?
El gobierno no puede crear un derecho a la libertad, pero de hecho sí que puede violarla, sostuvo Jefferson. No preguntemos por quién doblan las campanas. ¡Repican por la democracia!