"Sin regla del arte, borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad"— Tomás de Iriarte.
En los últimos debates electorales de cara a la Presidencia de la República no se ha podido construir una tercería con vocación de poder. Sin embargo, en las elecciones en las que no estaba en juego la reelección presidencial, la carrera estuvo más diversa, como ahora; aunque, al final de cuentas, casi siempre terminan sacando la cabeza los alfileres de la continuidad entre los polos de los mismos con las mismas. La alternatividad queda en ascuas, con la idea, al parecer romántica, de quienes votamos con el corazón en la primera vuelta y después nos toca, por miedo o con razón, en la segunda vuelta, apostarle al caballito ganador. No obstante, en esta coyuntura es un volado especular, si no habrá segunda ronda entre contrarios o, así haya, si seguirá rodando la bola, entre los cortados con la misma tijera.
En 2010, el batazo lo dio la llamada ‘ola verde’ pegada con Mockus, que después se le bajó la espuma, en la segunda vuelta, con los bandazos de su candidato y la unidad de acción del establecimiento. En aquellas ocasión, como ahora, exceptuando a los conservadores, se presentaron candidaturas sin opción real que casi con el agua hasta el cuello llegaron a primera vuelta, por ejemplo, con votaciones del antiguo “glorioso” bipartidismo que escasamente superaron el 10% del censo electoral de quienes efectivamente votaron, en aquella ocasión.
En 2014, ya con una reelección a cuestas, con el estómago medio lleno o medio vacío, hasta el progresismo se ubicó, solo por la paz, con Santos en la primera vuelta, a pesar de lo cual fueron derrotados por el Centro Democrático con menos de un tercio de la votación y en el podio, de tercera, quedó la “fuerza que decide” de los conservadores, dejándole un decente cuarto lugar a la coalición entre el Polo Democrático y la UP, con la grata sorpresa de la votación de Clara López Obregón de cerca de 2 millones de votos. Luego todos los que quedaron rezagados, se unieron en su apetito voraz de gobernabilidad o por la amenaza de volver al pasado, a la polarización entre el anhelo de paz y la continuidad del conflicto. La paloma de la paz venció, pero terminó herida. Para la muestra un botón, en la actual coyuntura, cuando quedaría en el debate electoral como un plato de segunda mesa, al que quienes le apuestan, parecería que arriesgarán su capital político.
En ese marco multicolor, si le se le pega una mirada a este momento político, se halla a Duque reaccionando a su despegue desde las primarias de las consultas interpartidista, metiéndole miedo y resistencia al cambio a todo mundo, ganando adeptos de muchos sectores y amalgamándose con el velo en los ojos de quienes piensan que está bien el país en el que vivimos y la forma en que su gente se comporta. Está Vargas Lleras pegándole a su apuesta de ser una opción real frente a la polarización, por algo su slogan de que es mejor con él seguir como vamos y su juego de amoríos escondidos con la novia fea, es decir, con toda la luz prendida en la casa santos y oscuridad en la calle, frente a esta alianza. Está Viviane, pastoreando el rebaño protestante. Está el fenómeno de Petro, llenando plazas, con un discurso esperanzador, acorde con la democracia moderna y en sintonía con las masas. Está la Coalición Colombia, con los cálculos matemáticos de Fajardo. Está la quizás mejor dupla, por vivencias, formación y propuestas, que enarbola la tristemente desconocida bandera de la paz, entre De la Calle y Clara López, en este incoherente país político en el que si hubiera una pizca de democracia, estarían galopando en la punta de la carrera y ahora están, más bien, a fuego lento, al trote, casi sin aire y con muchos de sus simpatizantes, dejándolos solos. Están las encuestas que nos dicen que si se unen los tres últimos, no habría segunda vuelta, porque ganarían a voto limpio, pero que anuncian que en las actuales circunstancias, una segunda ronda es casi segura.
El fenómeno amerita también otro análisis. Parece extraño, pero se aúna a que las bases de los partidos tradicionales han escogido desde antes de los acuerdos centralistas, respaldar en las esquirlas de la Unidad Nacional a Vargas Lleras, como por ejemplo una gran porción de los conservadores, lo que queda del Partido de La U, y Cambio Radical; y el resto a Iván Duque, quien ya casi logra unir a los que ganaron con el no, el llamado plebiscito por la paz. Quienes cuentan con credenciales electas el pasado 11 de marzo o que van a cumplir su último período del liberalismo, de boca para afuera indican que apoyan a De la Calle, pero al parecer, por debajo de la mesa le pican el ojo a Vargas Lleras o le dicen a su gente que se van en segunda vuelta con este mismo o con Duque. Las bases liberales de tendencia más hacia la centro izquierda y de izquierda del Polo, se fueron hace rato con Petro; lo que queda, que aún enarbola el trapo rojo o creen que Polo vota Polo, siguen con De la Calle o se aferran a la cada vez más diluida coalición Colombia. Mientras los que picaron adelante, siguen compactos con sus candidaturas que quizá con triunfalismos, ya declaran ganadoras.
Entretanto, se evidencia una gran dispersión de los sectores alternativos, que sumado a la radicalización del establecimiento, sería el caldo de cultivo perfecto para que, por ese embudo, se filtre la inminente polarización de la siguiente ronda, si es que hay; mientras los rezagados, a pesar de saber, en sus cálculos políticos que iban a perder, se lanzan para dejar constancia de una votación decente que consideran será la fuerza determinante en esta instancia, en la que esperan acertar en coger aire. En ese escenario del crucial momento de las postrimerías de la segunda vuelta, empezarán a tocar puertas, a calentar el teléfono, las redes sociales, los manteles, la seducción, y los guiños. Se jugarán el todo por el todo en estas eventuales alianzas con tapabocas, en vez de apostarle a ganar en primera vuelta en una gran convergencia democrática. Ojo visor, si el establecimiento se vuelve a enfrentar entre sí, en un juego de yo con yo, se frustrará la esperanza de arrebatarle el poder a quienes lo han detentado desde que se fundó nuestra república, con la idea de no importarles a estas élites excluyentes, que mientras han mantenido sus privilegios e intereses intactos, la nación está fragmentada, contaminada, en el atraso, la división, la violencia, la inequidad, la desigualdad, y la injusticia. En un escenario más positivo, si se enfrentan las fuerzas alternativas, solo con el voto de opinión, al establecimiento, este como una gata parida inevitablemente sacará las uñas, para que en el tinglado sea una pelea de tigre con burro amarrado. Se los repito, se los repito, piénsenlo: ¿les sonará la flauta?