El secuestro de Cristo Humberto Contreras, padre del alcalde de El Carmen, (Norte de Santander) lo habrían cometido, según el Ejército Nacional, milicianos del ELN; un corte de tajo, que no solo es doloroso para amigos y familiares de Contreras, sino también un duro golpe para la moral del pueblo colombiano, a quienes los grupos insurgentes han insultado en innumerables ocasiones, con sus actos.
La “tomadera de pelo”, por parte de ese grupo guerrillero, como el reciente secuestro del señor Contreras, (un anciano que sufre del corazón y necesita droga permanente para seguir viviendo) se da apenas unos días después de la liberación de Odín Sánchez, lo cual deja con el estómago pateado a los colombianos, y desde luego, reanima y les da la razón a quienes se oponen a capa y espada a los procesos de paz con las Farc y el Eln.
Pero como para esa guerrilla lo que diga la oposición, es baladí, pues saben que no es posible caer más bajo y por ende no van a desprestigiarse más de lo que ya están, no les importa hacer atentados y secuestrar a reconocidos personajes que viven en las zonas comandadas por ellos, donde se esconden y le siguen la pista a sus negocios.
El gobierno nacional, dirigente de un estado lento y corrupto, que en este momento está pendiente de sus propios escándalos, (como el de Odebrecht) es al que le cae el peso de la opinión pública, mientras los ‘elenos’, campantes, siguen cometiendo sus fechorías sin que pase nada.
Con el secuestro de Cristo Contreras y el terrible posible canje, con su hijo, el alcalde Edwin Contreras, queda en evidencia que los guerrilleros están saboteando los diálogos en Quito. Como ya es predecible, después de que este tema empiece a ser bombardeado por los medios de comunicación, como sucedió con el secuestro de la periodista Salud Hernández, el gobierno se levantará de la mesa, siguiéndole el juego a esa guerrrilla, cuya estrategia es esperar si el proceso de paz con la Farc realmente funciona, al mejor estilo de: ‘tírese, que después yo me tiro’.
Y mientras tanto, en medio de este nuevo reality entre el gobierno y la guerrilla, queda una familia nortesantandereana, secuestrada por el dolor de no saber cuál es el estado de salud de su ser querido, y un pueblo colombiano menguado que no cree ni un ápice en sus fofas instituciones.