La polémica mediática y académica desatada por el nombramiento de la Dra Mabel Torres como ministra de Ciencia, Tecnología e Innovación es reveladora de actitudes y fracturas que atraviesan tanto el campo académico científico como el campo sociopolítico y cultural.
El campo académico muestra su división epistemológica, en donde los partidarios de la ciencia ortodoxa positivista no permiten, en una actitud por cierto anticientífica, que se dude de la validez de los protocolos científicos dominantes y defienden una perspectiva anclada en la visión popperiana del avance de la Ciencia.
La física misma y las ciencias sociales han demostrado con evidencias que el conocimiento científico no avanza solamente mediante un proceso objetivo de hipótesis validadas y refutadas (la falsación popperiana) llevado a cabo por científicos puros, sin emociones ni pasiones. Este proceso está influido por aspectos sociales y culturales del entorno y por las posiciones de poder jerárquico y simbólico ocupadas en el campo científico por los mismos científicos y por sus propias creencias (al respecto leer a los clásicos epistemólogos T. Kuhn, I. Lakatos y P. Feyerabend en sus refutaciones y críticas a la perspectiva de K. Popper, o más recientemente a autores como G. Bachelard, B. Latour, y I. Stengers).
La virulencia de este debate muestra así, de una parte, las posturas de autoridad que existen en el campo científico colombiano y, de otra parte, es también reflejo de la enseñanza universitaria. Mientras en ciencias sociales los debates epistemológicos son parte fundamental de las discusiones (a veces muy intensas) entre colegas, este tema está prácticamente ausente de los currículos académicos en ciencias naturales, ingeniería o en medicina. En estas disciplinas, la epistemología y la metodología de investigación no se cuestionan, no están puestas en duda, sino que se aplican mecánicamente y punto. El buen estudiante es el que aplica el método a la perfección sin expresar dudas.
Entonces cuando una ministra de Ciencias (se debería agregar una “s” a este ministerio) se atreve a expresar ciertas dudas sobre la práctica ortodoxa de la ciencia, demostrando así su apertura a otras ideas, se le cae encima todo el peso de la inquisición de los guardianes del dogma metodológico: ¡incompetente, charlatana, hasta delincuente! Es aún más extraño cuando, para el caso de la Doctora Torres, el asunto no tiene que ver con una investigación científica que estaría proponiendo desarrollar, sino que se le cuestiona la legitimidad y la competencia para ocupar un cargo ministerial, o sea un cargo de tipo político administrativo. Desde esta función se le pide, no desarrollar una investigación científica, sino desplegar una capacidad de gestión administrativa para definir unas políticas públicas para el desarrollo de las ciencias en el país. O sea, nada que ver con lo que se le cuestiona.
Las preguntas serán más bien estas: ¿es posible que funja como máxima autoridad administrativa de la Ciencia, Tecnología e Innovación del país una mujer afro, oriunda de la provincia, que expresa unas dudas en cuanto al método dominante usado por la ciencia ortodoxa? Cuando duda de ciertos métodos científicos o señala su interés por lo que ocurre en los márgenes de la ciencia tradicional, ¿se puede declarar ipso facto su incompetencia para un cargo administrativo? ¿Cuántos ministros tienen competencias administrativas absolutamente demostradas para ocupar su cargo o conocimientos profundos (más allá del título académico) en relación a los asuntos a tratar en su ministerio?
¡No se nombra una ministra de ciencias para que desarrolle una investigación científica! Nadie solicitó, que recuerde, la renuncia al ministro de salud Alejandro Gaviria, argumentando que no era médico, o que no curó a nadie. O al ex ministro de defensa Botero porque no era militar. ¿Qué experiencias tuvo el mismo Presidente Duque en materia de dirección administrativa antes de ocupar su cargo? Esto es como si una persona que no sabe tocar violín, o toca mal, entonces es incompetente para ocupar un cargo administrativo.
¿Será que, a los directores de orquesta, se les pide que toquen a la perfección la diversidad de los instrumentos musicales que dirigen? Aun parece que, para algunos, resulta poco legítimo que la gestión político administrativa del país tenga en cuenta elementos de representatividad de la población colombiana, particularmente cuando se trata de sus minorías étnicas y sociales.
Espero ver la misma indignación para los nuevos ministros nombrados últimamente ya que, como le indican los medios de comunicación, la elección de estos obedecería en gran parte a nombramientos políticos que buscan principalmente una ampliación de la base de apoyo político en el congreso. Claro que estos son hombres, de edad respetable y buenos criollos, pero seguramente eso no tiene nada que ver: ellos, por estas características, sí sabrán rápidamente ser competentes y estar al tanto de los asuntos a tratar en sus despachos. En cambio, una mujer, joven, afro, del Chocó ¡Imagínese!
Al ver los perfiles ocupados por muchos altos funcionarios o diplomáticos, la doctora Mabel Torres no es la primera funcionaria en Colombia que no dispone del perfil perfecto para el cargo ocupado (si es que eso existe), o que ha sido nombrada bajo una lógica de cuota política. Pero sí, probablemente la primera en ser víctima de tanto bullying antes de que haya realizado algo para merecerlo.
Las reacciones de desprecio de algunos académicos muestran en cambio una cosa: la tendrá difícil para alcanzar la legitimidad y, por allí, la autoridad necesaria para gobernar en un sector aun ampliamente dominado por el patriarcalismo criollo conservador, en el cual persisten actitudes cortesanas, y que ostenta sus títulos académicos como si fuesen títulos nobiliarios. Lo que le duele a esta parte del mundo académico científico colombiano, lo que vive como una usurpación, es que la elegida sea una representante de la pequeña nobleza académica regional y no de su corte.