Leonel Erasso Muñoz, el gran compositor nariñense

Leonel Erasso Muñoz, el gran compositor nariñense

El fértil trabajo musical del maestro alcanza ya las 1200 composiciones. Este hecho ya de por sí excepcional pone de manifiesto su genialidad, pero no es todo

Por: Ignacio coral
enero 15, 2019
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Leonel Erasso Muñoz, el gran compositor nariñense

Fue un inicio de año afortunado cuando el 2 de enero tuve la oportunidad de compartir con el músico-poeta Leonel Erasso Muñoz una velada inolvidable, en el hermoso y cálido sitio de Rosa Florida, su cuna de nacimiento. Un encuentro casual, no previsto, se convirtió en una fructífera conversación alrededor de su largo trabajo de creación musical y en un placentero disfrute de la interpretación de sus canciones.

Es una lástima que el injusto olvido, por no decir desdén, que de siempre ha tenido el país con el ser pastuso y en general nariñense, mantenga ocultos y desconocidos sus valores culturales y humanos, cuando no los censura como acaba de ocurrir con el ignaro e intolerante senador Carlos Felipe Mejía —tenía que ser del Centro Democrático—, con el pasado desfile de años viejos en Pasto. Ese comportamiento atávico, cobro que se le hace al pueblo pastuso por su posición en la guerra de independencia, se incrementa con la actitud arrodillada de sus congresistas y clase dirigente que tan solo buscan pelechar dádivas para sí y sus familiares, y no velar por los verdaderos intereses regionales.

Por lo anterior, es muy difícil que un artista nariñense logre destacarse en el concierto nacional pese a los grandes valores de su obra. Quizá haya merecido alguna mención aislada o la especializada de algún cultor crítico. Pero trascender al espíritu nacional, siquiera sea al conocimiento general de sus compatriotas, está por fuera de lo posible. De allí que haya sido en su propio terruño donde el artista nariñense reciba el reconocimiento que merece, trascienda y refulja en el espíritu de sus coterráneos.

El fértil trabajo musical del maestro Leonel Erasso Muñoz —pocos son merecedores como él de ese título— alcanza ya las 1200 composiciones, unas más conocidas que otras. Este hecho ya de por sí excepcional pone de manifiesto su genialidad. Sin embargo, la importancia de esta se acrecienta cuando se atiende a la calidad poético-musical de sus canciones, su diversidad temática y rítmica que hacen de Leonel paradigma de compositores musicales. No en vano una canción suya, Canción de un padre, ha trascendido las fronteras, ha sido interpretada por tríos, dúos y conjuntos musicales y es motivo de añoranzas y recuerdos que más de una lágrima arranca a quien la escucha en reuniones familiares o de bares y cantinas, desde que empieza con la metáfora “Han marcado los años sus huellas en mi frente”.

Y es que en Leonel, poesía y música se imbrican, se integran y acoplan ineludiblemente, surgen genialmente al unísono. Cada palabra calza con los acordes, cada verso propone la entonación y el ritmo, cada estrofa entraña la melodía y el poema expresa una musicalidad de preciosismo imperecedero, en el que nada falta ni sobra para el deleite espiritual.

Ganador en varios concursos musicales de Popayán, en uno de los cuales recibió mención de honor y fue declarado fuera de concurso. De Florencia, en donde el maestro Jorge Villamil pidió para sí la canción Quiéreme. En el festival nacional e internacional de Buga del año 1978, conoció al cantante Rafael quien le propuso llevarlo a España, atraído por el arte de sus composiciones. Participó en los festejos de los 450 años de Bogotá, en Planeta Rica ganó el disco de plata de Caracol y la lira de RCN y su canción lamento indígena que reclama los derechos de este, fue exaltada al primer lugar. Curiosamente está compuesta en ritmo guajiro. Leonel recuerda con especial afecto al Padre franciscano Anselmo de Caradonna quien grabó en su long play la canción Juventud, por allá en los 70.

Tiene en su haber una anécdota que orgullosamente gusta de contar. En su última campaña presidencial, Belisario Betancur estuvo en Rosa Florida en casa de Segundo Muñoz, acompañado del entonces parlamentario Juvenal de los Ríos. En la reunión Leonel cantó su canción Derechos del campesino, una composición en la que dice “que lleven a mi aldea, toda la universidad”. Al escuchar esto, Belisario dijo: “Si llego a la presidencia, traeré la universidad al campo” y se fundió en un gran abrazo con el compositor. En efecto, como presidente Belisario Betancur puso en marcha la UNAD. Leonel dice con la humildad característica de todo genio: “Si allí no nació la idea al menos la reafirmó. ¿Si ve lo que hace una canción?”

No puedo terminar este artículo sin preguntarme si el departamento, el municipio de Pasto, la Universidad de Nariño o cualquiera de las otras entidades culturales han homenajeado debidamente a Leonel Erasso Muñoz. Si no lo han hecho, están en mora y se les recuerda que es mejor recibir un reconocimiento en vida que después de muerto.

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