En Mantilla, cuando él era joven, estaba obsesionado por los Beatles. La salsa era el menor de sus males. Sin embargo la fiebre lo fue arropando. A medida que le iba mermando la desazón que le trajo la revolución empezó a acercarse a Rubén Blades, a Eddie Palmieir, a Cachao, a Mario Bauzá, a toda la santa lista de la salsa. La abrazó, la volvió su religión.
Conseguir discos de salsa en la isla era complicado a principios de los ochenta, justo cuando la ola del sonido latino empezaba a retroceder en el mundo. Aprovechó cada invitación a ferias del libro que recibía en esa década para recopilar discos o pactar entrevistas con Blades en Nueva York, Cachao en Gijón. Todos esos perfiles de este periodista-escritor del tamaño de Gabo están en Los rostros de la salsa, el mítico libro que acaba de ser reeditado por Tusquets veintitrés años después de su lanzamiento.
Padura, invitado de honor del Hay Festival, estuvo antes en Cali hablando de salsa: