Leonardo Gómez, al igual que usted no comparto algunos puntos de la columna de María Antonia, llamada El Icfes de los presidentes. Sin embargo, tengo cierta tendencia a recrear los artículos de este tipo bajo una mirada donde el aparente foco tal vez no es el punto, o dicho de otra forma, otorgándole el beneficio de la duda. Por este motivo me uno a la invitación a su debate.
Tal vez un cuestionamiento más idóneo sería por qué aquellas personas que obtuvieron un mejor desempeño en la prueba de otrora y son contemporáneos de Duque no tuvieron las mismas oportunidades, por qué de esa oligarquía que nos gobierna nos tocó este personaje o, mejor aún, cómo puede tener un fuerte sentido de la importancia de la calidad educativa reflejada bajo esta herramienta de evaluación una persona que a pesar de contar con una condición privilegiada presentó un desempeño mediocre en una prueba que se caracterizaba por ser casi exclusivamente de conocimiento declarativo.
Puedo expresar con conocimiento de causa el caso porque presenté la misma prueba que Duque, el Icfes de 1994, y nuevamente lo realicé en el 2014 como un ejercicio para constatar los cambios, pudiendo confirmar que no solo su nombre se transformó. Los cambios fueron drásticos, de forma y están consignados en la Alineación Saber 11° 2014. La materialización de una propuesta desarrollada por el Icfes conjuntamente con las universidades colombianas para entregar información verdaderamente relevante sobre los niveles de desempeño (lo que saben hacer con el conocimiento los estudiantes), competencias genéricas, información adicional a la cuantitativa presentada en los informes individuales y que según las estadísticas de las universidades involucradas en este proceso, garantizan un menor porcentaje de deserción en los primeros semestres en la educación superior.
Como resultado contamos con una nueva prueba con enunciados que presentan situaciones problema en la cotidianidad, evaluando las competencias genéricas, temáticas pertinentes para la toma de decisiones financieras, el análisis de fuentes, fenómenos históricos y su repercusión en la actualidad, la evaluación de estrategias para darle solución a una situación cotidiana concreta, el uso de las ciencias sociales para la toma de decisiones sociales y una suerte de herramientas basadas en el conocimiento procedimental (el cómo) y el condicional (cuándo). Por esta razón veo inoficioso desprestigiarlas como herramienta de evaluación.
Si en algo existe consenso en la comunidad educativa —es casi un axioma— y es que lo que no se mide difícilmente es propenso a mejora alguna. De igual forma, las preguntas insólitas del Icfes que presenta como evidencia, a pesar de ser reales, no son representativas. Con todo respeto para este caso, tuvieron una brillante utilidad como falacia por asociación permitiendo acomodar su punto a uno más defendible. El problema no es la metodología de la prueba, es que alguien que fue medido y salió mal librado a pesar de sus privilegios educativos dicte los lineamientos de inversión en el sector educativo en un país tan desigual.