Un León en Mandinguilla, Cesar

Un León en Mandinguilla, Cesar

"Era un puma caribe caído en desgracia"

Por: Óscar Saúl Argüelles Díaz
mayo 25, 2015
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Un León en Mandinguilla, Cesar
Foto: subida por autor

Hace unos años mientras pasaba las vacaciones de la universidad, en el pueblo y en la casa donde vive mi abuela, dormía plácido a las seis y media de la mañana, en la hamaca ubicada en el cuarto contiguo a la terraza del patio.

Era un día de Veranillo de San Juan del mes de junio, desde las seis de la mañana, comenzaba a llegar gente, entraban por la puerta de la calle y por la puerta del patio, estaban acostumbrados a presentarse religiosamente a esa hora, algunos a tomar café y otros para ponerse a la orden a los mandados y quehaceres de la casa. Estaba lucho “bobo” (que de bobo no tiene un pelo), “la Yaya”, “Pocho” San Juan, tío Mane y dos personas más que no conocía.

Dos ollas en el fogón despojaban olores a tinto y yuca cocida, se sumergían por mis fosas nasales y hacían deleitar mi paladar, mi abuela Mami Judith, comenzaba a murmurar y a lanzar indirectas porque no me había levantado aún, hablaba del abuelo y decía que nunca en su vida de casados, lo había visto despertarse tarde, que era como un reloj suizo, que siempre estaba de pie, bañado, cambiado y afeitado desde las cinco de la mañana, que esa buena costumbre la había adquirido cuando estuvo en la Policía. Lo decía de esta manera:

- Saúl de J. Dios lo tenga en su gloría, desde las cinco de la mañana estaba listo pa´ lo que sea -

Hablaba en voz alta para que la escuchara y sintiera vergüenza con los que se encontraban presentes, medio despierto reflexionaba sobre lo que decían, y entresueño formaba un mayo francés en mi cabeza, pensaba que no tenía por qué levantarme a esa hora, ¿para qué? o ¿por qué? Soñaba que el abuelo era Charles de Gaulle y mi abuela Margaret Thatcher y los demás eran gendarmes de ejército y a todos les lanzaba naranjas que arrancaba del suelo, como adoquines parisinos, se las tiraba directo a sus cabezas; hasta que llegó la noticia y me despertó.

Estaban diciendo que habían encontrado un león y que lo tenían donde el señor Otto, de inmediato me levanté, la fascinación por los grandes felinos fue mi gran motivación y todo lo que soñé se quedó en la hamaca, comprendí que crecieron en el siglo pasado, los disculpé y salí del cuarto directo a la terraza del patio, di los buenos días a todos y enseguida interrogué a lucho “Bobo” quien trajo la noticia.

-¿Lucho es verdad lo del león? ¿Dónde está?
¿Seguro que es un león? –

¡Me dijo que era verdad, que el mismo lo había visto con sus propios ojos! (Porque en el caribe se puede ver con otros ojos). Comenzaron a llegar más personas a decir que lo habían visto, ante los testimonios me embargó la curiosidad y la duda:

-¡Pero cómo así un león!, ¿acaso esos felinos son de este continente? ¡Según tenía entendido son de África y Asia! –

-¿Qué hace un león en el corregimiento de Mandinguilla, Cesar?

Le decía a tío mane que no podía ser, a lo que él respondía:

- ¡De pronto se escapó de un circo que iba para Chimichagua o el Banco! -

- ¡O huyó de la hacienda del algún excéntrico narcotraficante que lo pudo haber comprado ilegalmente en algún zoológico para llevárselo a parrandear! -

Le dije a Lucho para que nos llevará a tío Mane y a mí a ver a el león, sin probar la yuca que se cocinaba nos fuimos caminando, no importaba nada era un león que estaba en el pueblo, no era cualquier cosa!, aparte de la hacienda “El Porvenir” de 3100 hectáreas de tierra, con pista de aterrizaje para avionetas, que fue desmantelada por el ejército hacia algún tiempo, propiedad de un testaferro, del tristemente célebre narcoparamilitar mandamás de la región para esa época, alias “Jorge 40” y de las masacres de los paramilitares en los años 90 y comienzos de los 2000, esto me parecía lo más asombroso que había ocurrido en Mandinguilla, desde su fundación; no por nada decía un San Juan, miembro de la dinastía de transportadores de Mandinguilla estas palabras:

“En Mandinguilla uno puede salir encuero a las doce del día y nadie se da cuenta”.

Cuando íbamos por la plaza del pueblo, pasando por el frente de la iglesia, lucho me dijo que el León estaba muerto, que lo había atropellado el camión de Tico San Juan, en la vía que va de Mandinguilla a Arjona, Cesar, cerca de una vereda lo montó a su camión y lo trajo al pueblo bien temprano, lo colocó sobre la tarima de la plaza para que todos lo vieran, de allí se lo llevaron al barrio “Muela Quieta” que no estaba muy lejos de la plaza, caminamos hacía el matadero del pueblo como si fuéramos para la casa de la tía Meche conocida la vivienda por la gente como “El Paraíso”; (es un lote de cuatro hectáreas de tierra, poblado de árboles frutales frondosos y chinchorros para reposar, con una casa de paredes de tabla y techo de tejas de zinc, a la que el marido de tía Meche, el difunto Alejandro Suarez, después de regresar de la Guerra de las Coreas bautizo como “El Paraíso”) faltando cinco casas para llegar cruzamos a la derecha, próximo a unas viviendas con techos de paja y paredes hechas de arcilla, barro y boñiga de vaca, vimos una muchedumbre rodeando el cadáver del león, todavía no lo veíamos bien hasta que llegamos y nos acercamos haciendo espacio entre el gentío y lo pudimos ver, ahí estaba ese animal herido en sus costillas manchado de sangre, montado sobre una rustica mesa de madera, un enjambre de niños barrigones, descalzos y descamisados le tocaban la cola con miedo y risas, se jugaban a asustarse cuando alguno tocaba el felino, un niño agarraba la pierna de su amigo y hacía sonidos parecidos a los rugidos de un león, enseguida el que estaba tocando el cadáver de la fiera saltaba del susto, los más grandes tomaban fotos con celulares al supuesto león, estando ahí viendo ese animal de cerca, sospechamos que no era un león africano fugado de un circo pobre, tampoco un rey de la selva huido de las garras de un excéntrico mafioso, sino un puma caribe caído en desgracia, buscando el camino a la Serranía del Perijá, pero tenía un gran parecido a una leona por eso la confusión, no tenía melena y el pelaje era color habano parecido al de las leonas, la cabeza del puma era redonda y las orejas erguidas, poseía poderosas patas delanteras, cuello, mandíbula y colmillos grandes; tenía cinco garras retráctiles en las patas delanteras, como para aferrarse a la presa y cuatro en las patas posteriores.

Posamos para unas crueles fotos al mejor estilo de un safari africano, le alzábamos la cola como si lo hubiéramos atrapado en una ardua cacería, lo sosteníamos del cuello haciendo gala de gran fortaleza. Estuvimos absortos observando y tocando el puma durante un rato, hasta que decidimos dejar quieto el cadáver de ese pobre animal y nos marchamos comentando sobre lo visto. De regreso pasamos por donde “La Siempre Viva” Mamá Elena, hermana de mi abuela (nacida en 1915) y nos preguntó que si veníamos de ver al “león”, para no entrar en polémica, dijimos que si habíamos visto al “león” y no le mencionamos que en realidad era un puma concolor, porque de lo contrario se nos hubiera ido todo el día en casa de Mamá Elena. Sentada en su taburete nos relató que cuando vivía en la finca “El Oriente”, cercana al pueblo, una vez los trabajadores cazaron un “león” y se lo habían devorado en bistec, que ese había salido de las montañas, me imaginé que cuando se refería a las montañas entendía que lo más probable es que viniera de la Serranía del Perijá.

En horas del mediodía por todo el pueblo, se sentía un fuerte olor a carne asada, que despertaba todos los instintos carnívoros. En cada tienda, en la del “Pollo” López, en donde la señora Irene y en la de los Palomino, una bandera roja indicaba la señal de que había carne colgada en los ganchos para la venta y eso era algo fuera de lo común, a esas horas del día y teniendo en cuenta que no todos los días mataban vacas para vender. El “Bochi” Rico amasaba harina y con una sonrisa a flor de labios, anunciaba que para la noche vendería jugos de Naranja, Níspero, Mango y Tamarindo, acompañados de una variedad de fritos: empanadas, carimañolas y papas rellenas.

Así como la noticia de la llegada del león se esparció como el sereno de la madrugada, de igual forma el rumor de que se estaban comiendo en suculentos asados al puma caribe caído en desgracia, caminó de boca en boca, hasta que se confirmó cuando las amigas del grupo de oración de la iglesia, en el que está mi abuela, las señoras Irene Fuentes y Martica Gómez, llegaron a la casa a regalarle un gran filete de carne asada.

Observé en donde Mami Judith, colocaba el plato no sabía que era la carne del puma y cuando escuché a tío Mane que tenía hambre, le dije que mirará en la alacena que había carne asada, esté se dirigió a la sala, abrió las puertas de la alacena y al lado de un remedio casero llamado “Roncontra” que era para aliviar los dolores musculares, el cual era una botella de ron ‘enmarihuanado’, que una vez sirvió para amenizar una parranda vallenata, al lado de mi compadre Luis Alfredo Ruidíaz, estaba el plato, lo agarró y se comió toda la carne, al rato nos enteramos, pero a él no le dio ninguna sensación de asco o algo parecido, por el contrario dijo que estaba sabrosa la carne.

En la tarde los fanáticos religiosos: católicos, evangélicos y pentecostales, censuraban el hecho de que hubieran probado la carne del puma, se rasgaban las vestiduras diciendo:

"¡Esto es cosa de mandinga!"

Y tenían razón esto ocurre nada más en Mandinguilla, fue cosa de Mandinga, claro porque a ese nombre debían el de su pueblo, según lo que había oído en el mito fundacional, contaban la historia de un indio llamado Mandinga, que significa Diablo quien fue el fundador de Mandinguilla y le colocó el nombre al pueblo.

Que ese animal Dios no lo había hecho para que fuera comida de humanos y además no era de la zona, que eso seguramente era una tentación de mandinga, afirmaban los neo inquisidores.

Lo cierto es que hasta el día de hoy, nadie sabe de dónde venía el puma, si venía del Perijá huyendo de la guerrilla, o si iba para Valledupar, decepcionado de Venezuela, el comerciante Jorge Rico sonriendo y en tono misterioso, dijo que el Puma era la reencarnación del gitano Melquíades Díaz Ortega, mago y profeta en la región de la ficción, sigiloso caminante de las distintas realidades del tiempo y que volvería aparecer en cien años otra vez, en busca de su regreso a Sincé.

La verdad es que en ese solitario pueblo, la realidad se amalgama con el mito y la leyenda. A sus habitantes les parece extraño, que después de nueve años y tres administraciones, aún no se haya terminado de pavimentar los pocos kilómetros que hay entre el corregimiento de Mandinguilla y el municipio de Chimichagua, Cesar. Desconocido para la mayoría de Colombia, Mandinguilla, es un corregimiento de Chimichagua, Cesar, en la orilla de la vía a Valledupar, con unos pobladores orgullosos de ser la tierra de la Naranja. Azotados por las plagas de la corrupción, la pobreza, la violencia y el olvido estatal, solo esperan que terminen la pavimentación de una vía que están haciendo desde el año 2006.

Para sus pobladores, es más fácil creer que aparezca un león procedente de ultramar en su pueblo a que terminen de pavimentar la vía, cuando se les pregunta para cuándo estará lista la carretera, responden:

“¡Sabrá mandrake!”

¡Pero ni Mandrake el mago, sabe cuándo terminaran!

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