Colombia país que me ha dado identificación, Caquetá departamento que me ha regalado cultura y acento, su hermosa capital Florencia y mi bello pueblo Montañita, que me han brindado el calor de hogar ¿cómo no quererlos? si juntos son mi vida en integridad, porque han sido parte de mi infancia, mi adolescencia, mi adultez; por lo expresado y mucho más es que anhelo LA PAZ, una paz que me permita vivir, crecer, amar; que permita que mis hijos y padres despierten y salgan a la calle con tranquilidad, con seguridad porque todos los día son oportunidades para luchar. De lo contrario, ellos, mi familia, desearán no pase un día más en su vida por miedo a la continuación de un conflicto armado interno sin fecha de expiración y sin un límite de lágrimas que arrebata.
De la misma manera, deseo intensamente que mi tierra bella y sus habitantes entiendan que no existe mejor vivencia que ofrece la paz, situación que nos permitirá no solo a unos pocos sino a todos sentirnos libres, sentirnos vivos, para así poder ser el país que siempre hemos querido y superarnos en todo sentido.
Por consiguiente, ser esa tierra pretendida por todos, en la cual los niños no tengan miedo de salir al patio de su casa en el campo, que corran, que vuelen como aves sin jaulas por el cielo, sobre su territorio, sin miedo a ser raptados, a ser obligados a un mundo que aún no comprenden por ser oscuro, frío y solo. Los adolescentes que olviden, que dejen atrás el pensamiento que la manera de sacar adelante a mamá y a la familia será incluirse en un grupo armado al margen de la ley, porque les quitara su “vida”; sólo aquello bastará para que su alma muera; muera en silencio suplicando libertad, ansiando una familia que dejaron atrás sin poder volver a verlos, ni regresar para sentirlos, para retornar a abrazarlos.
Así que, yo quiero mi paz, quiero que mi pueblo colombiano por fin tenga paz, para que los niños, jóvenes y adultos no ingresen a las filas armadas, que aunque en un principio ofrecen un cambio social, en últimas traerán deceso, tristeza y una vida en soledad. No es igual vivir con desconocidos, que vivir con mamá, papá, con sangre de la propia sangre.
Por lo anterior, creo que la vida entre bosques, maleza y suelo no es vida; vida es poder caminar tranquilo por mi pueblo, sentir la brisa en mi cara, escuchar los niños jugar y reír, observar las aves libres y ver la cara de mi mamá con una grata sonrisa de felicidad; esta es la paz que quiero, la paz que quiere mi país, la paz que necesita mi gente.