Quítate la basura del cerebro, quítate la basura y piensa bien, por qué sigues dormido compañero, las cadenas te invito a romper… Casi a la una y treinta de la tarde, la potente voz del padre Hoyos resuena cantando este coro en el salón de eventos del Rincón Latino. Enseguida, con evidente alegría, se le suman el centenar de voces de habitantes del barrio, que desgajan emocionados una a una las estrofas del canto con el que se identifican:
Unos pocos se cuentan el dinero, pisarán cuando exiges comer pan, ellos mandan cañones y morteros, y sedientos de sangre hablan de paz… (Coro)…Entre incienso, dinero, pan y vino, mienten los encargados de mentir, y prometen al pueblo vida eterna, mientras éste de hambre va a morir… (Coro)…Quítate la basura del cerebro, arrebátale al fuerte su fusil, tú si tienes derecho, compañero, vamos un nuevo mundo a construir… (Coro).
Antes de finalizar, invita a que sean solamente los hombres los que canten el coro, y cuando estos terminan, invita a que ahora sean las mujeres quienes lo interpreten. Al final declara empate, los dos grupos lo hicieron muy bien. La gente ríe. Entonces comienza a saludar la llegada de integrantes de Villa Alegría, uno de los sectores más deprimidos de Rebolo, en donde ha trabajado con ellos los últimos quince días, instalando el agua y el alcantarillado.
El viernes y el sábado por las mañanas, luego de desayunar, he visto al Padre Hoyos salir en compañía de sus más cercanos colaboradores hacia ese sector. Entiendo que es la segunda semana en que lo hace. Se ha propuesto una meta, llevar esos servicios básicos a centenares de familias que no cuentan con ellos. Si lo hiciera, que no lo hace, la Triple A, la empresa de acueducto y alcantarillado de Barranquilla, duraría por lo menos 5 meses en culminar la labor.
El padre Hoyos, trabajando todas las mañanas con la gente, hombres, mujeres y multitud de niños ha terminado la obra en quince días. La gente lo sigue. Basta con que el primer día, cuando comienza a trabajar con sus colaboradores, grite al primero que ve cerca, ¿Y tú qué, te vas a quedar mirando? Coge una pala y trabaja. En menos de una hora hay más de medio centenar de habitantes trabajando felices a su lado. Palas, picas y carretillas resuenan incesantes.
La gente ríe, grita plebedades, se anima una a otra. El padre conversa aquí y allá con unos y otros. El sol incandescente se levanta en el firmamento, el sudor baja a chorros por las frentes y las espaldas. Muchos no han desayunado aún, en realidad lo harán cuando almuercen, su única comida del día. El padre ha llevado panela, limones y hielo para que los que trabajan calmen la sed. A algunos les ofrece una que otra cerveza. La jornada de trabajo se cumple con espíritu comunitario.
El domingo, después de la una de la tarde, la comunidad está invitada al acto semanal de reflexión religiosa política y social. El padre dice que Rebolo debe contar por lo menos con cincuenta mil habitantes, es una zona enorme del sur de la ciudad, caracterizada por una pobreza angustiosa. El acto es transmitido en directo por el canal de YouTube, Voces desde el Rincón, al igual que por ese nombre en Facebook. Lo siguen decenas de miles de personas.
La familiaridad del padre Hoyos con los que asisten al salón salta a la vista. Conoce el nombre de todos, los saluda, los interroga, les lanza pullas. Ellos y ellas se divierten con sus palabras, gozan con la confianza que les brinda. La tarde anterior lo acompañé a Villa Alegría y fui testigo de la adoración que le profesan, no como a un personaje importante, sino como a su amigo del alma. Quieren fotografías con él, posan felices, bromean como hermanos jugando.
El padre sabe que son gente que vive al borde de la desesperanza. Conoce sus vidas, sus pesares, sus carencias, sus mañas. Les habla con franqueza absoluta, sin pelos en la lengua, en el lenguaje que ellos mismos usan. Las mujeres embarazadas procuran esconderse de él. Saben que las va a regañar por haberse dejado preñar de nuevo. Ese hijo, ¿dónde va a estudiar? ¿Qué le va a dar de comer? Habiendo tantas formas de evitar un embarazo.
El padre Hoyos se conmueve con la situación que soporta la gente. Sabe que la inmensa mayoría se sostiene con la informalidad, del rebusque, del mototaxismo, de lo que salga por hacer. Sabe que antes de los catorce años buena parte de la muchachada recorrerá los caminos del vicio, de la marihuana y otras drogas. Que se meterán a robar. Que pararán en la cárcel o en el cementerio a los dieciocho. La sociedad que los condena a esa vida miserable no hace nada por ellos.
Por el contrario, los condenará de modo implacable después de haberlos convertido en piltrafas humanas. El Atlántico y Barranquilla son el nido más repugnante de la corrupción y la politiquería. A los políticos sólo les importarán si votan por ellos y únicamente para eso. A su juicio, el precio que pagarán por cada voto obtenido los exime de corresponder con las obras prometidas. Allí solo cuentan los contratos, los porcentajes, enriquecer más a los ricos al costo social que sea.
El acto de la tarde en el salón comunal tiene como propósito enseñar, desarrollar una labor pedagógica de concientización. La gente tiene que aprender que solo uniéndose y organizándose, por fuera de las corruptelas politiqueras, haciendo ella misma las cosas y construyendo sus propias alternativas de liberación, mediante la lucha pacífica y la movilización social, podrá un día cambiar la realidad que vive. Por eso tiene que reconocer sus propios paradigmas.
Entre ellos el primero es Cristo, el nazareno, el hijo del carpintero pobre, el que predicó contra los ricos y se sacrificó por los más humildes. El padre es experto en la Teología de la Liberación, entiende la importancia de trabajar con las comunidades de base. Por eso un símbolo del Rincón Latino es el padre Camilo Torres Restrepo. Su trabajo social y su propuesta política tienen plena vigencia en Rebolo. No la parte armada, Camilo también ofrendó su vida como Cristo.
Para el 14 de octubre se prepara una fiesta grande, la santificación del monseñor salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado por la dictadura de su país el 24 de marzo de 1980. Para todos en Rebolo es claro que al santificarlo a él, Roma santifica su obra y su lucha, sus ideas de justicia e igualdad, su pensamiento antiimperialista, su condena a la explotación y a la violencia represiva por parte del Estado. San Romero de América será otro de los inspiradores de sus luchas.
Lo dice Roma, el santo padre Francisco. Y mal o bien eso tiene un peso indudable en la sociedad latinoamericana y caribeña. Nadie podrá echarlo atrás. En la terraza del Rincón Latino, sobre un fondo rosado, un pintor venezolano que visitó Rebolo y quedó impresionado como todos con la monumental obra del padre Hoyos, dejó plasmado un fresco en homenaje al monseñor Romero, a su pueblo, a sus luchas, a su fe. De murales como ese reboza el Rincón Latino.
En ellos puede verse al Che Guevara, a Fidel Castro, a Alfonso Cano, la tragedia de los wayuu, diversos símbolos de rebeldía y amor al prójimo. Ese amor que el padre predica, el amor cristiano, el que según su parecer le falta a muchos que se persignan y hablan en nombre de Dios. Muchos ateos como los arriba nombrados, sintieron mucho más amor cristiano por la humanidad y sus pueblos que tantos otros bautizados que se dan golpes de pecho en semana santa.
En el Rincón Latino hay cultura de masas. Lo vi el viernes a las siete de la noche, cuando se realiza en encuentro poético en la terraza comunal. Decenas de niños y niñas pasan por los micrófonos del lugar leyendo poemas de otros niños o de poetas adultos. También lo hacen muchos mayores. En medio del respeto y la atención general. Madres, padres de familia, asistentes de Rebolo y otros orígenes. Hasta extranjeros siguen asombrados el acto. Allí hay amor, fraternidad, comunidad.
También en las tardes, cuando en la sala de cine de la casa del padre Hoyos se proyecta una película para todo el que quiera asistir y comentar luego sobre ella. Temas políticos, sociales, culturales, históricos. La gente acude libremente y aprende, no queda duda. En Rebolo hay un esfuerzo descomunal por comprender la realidad y tomar conciencia de la necesidad de transformarla para bien de todos. El trabajo comunitario une y enseña el valor que tiene la cooperación.
En la mañana del domingo se celebra la liturgia. En una capilla de carácter excepcional, en la que en la cruz aparece un hombre trabajador de los barrios pobres, el pueblo crucificado. Y un indígena, para recordarnos que los pueblos originarios de América fueron los primeros en sufrir la crucifixión. Los cánticos, los rezos, los trozos bíblicos y evangélicos, el sermón del padre Hoyos, la comunión que ofrece un sacerdote que se encarga de la misa, todo allí se hace revelador y encanta.
En su intervención de la tarde el padre Hoyos explica qué pasó con la Avenida del Río y el Corredor Portuario. Por qué las administraciones corruptas trocaron un vía distrital en una concesión. Y como para construir esta no les importó condenar a vivir entre el fango y los excrementos a los pobladores de Rebolo. Sólo su organización, su lucha y su trabajo comunitario han conseguido dignificar sus vidas, aún falta mucho por hacer, pero hay que comenzar, como dijo Camilo.
Hermoso el trabajo comunitario para rehabilitar el llamado corredor de la muerte. Un sector tomado por indigentes y delincuentes de la peor laya, un vertedero de basura y aguas contaminadas. Hoy, gracias al trabajo de todos, es un parque en proyección, perfectamente aseado y ajeno por completo al peligro. Ni la empresa de cueros Búfalo, ni la cervecería de los Santodomingo dieron un solo centavo pese a verter sus residuos al caño Ahuyamas.
La lucha es larga, el padre y las comunidades lo saben. Comenzó cuando el padre Hoyos llegó a Barranquilla desde Brasil, como rector de la Universidad a Distancia. Su trabajo social con los pobres condujo a que propusieran su nombre a la alcaldía. Por ahí pasó dos veces, haciendo por el sur de Barranquilla lo que jamás hicieron los alcaldes de las familias más pudientes. También fue senador. Odiado y perseguido por la clase politiquera, calumniado, condenado incluso con montajes.
Pese a todo ello el padre Hoyos sigue ahí, con su gente, encabezando las luchas de la pobrecía barranquillera. Proyectando trabajo hacia Medellín y Bogotá. Confiado en que los fallos en su contra serán revertidos a su favor. Educando, desnudando la corrupción de la politiquería que domina el Atlántico y el país. Espera, atisba el panorama, calcula el momento preciso. Entre tanto sus fieles cantan, Creo en Dios, y creo que llegará, de su mano la justicia, el trabajo y techo y pan.
Bogotá, 25 de septiembre de 2018.