Cuando José Nadín Arabia se postuló por cuarta vez para aspirar a la alcaldía de Caucasia muchos sectores políticos anticiparon su victoria. Él es considerado un cacique histórico en Caucasia: ha gobernado en propiedad y en cuerpo ajeno ese poblado del Bajo Cauca antioqueño durante las últimas dos décadas. Un dicho popular en la movida política de Caucasia reza que “cuando Arabia no es alcalde, pone alcalde”. A pesar de ser clasificado por la Fundación Paz y Reconciliación y el portal La Silla Paisa como un candidato cuestionado, debido a que fue mencionado en el fallo condenatorio del exparamilitar“Cuco Vanoy y fue relacionado con José Byron Piedrahita (poderoso capo extraditado a los Estados Unidos), esos ruidos no afectaron su intención de alcanzar un cuarto mandato. Desde el arranque de la contienda todos los candidatos tenían claro que Arabia sería el candidato a vencer.
Entre esos candidatos estaba Leiderman Ortíz, un destacado periodista regional considerado como “el periodista más amenazado de Colombia”. Ortíz es fundador y editor de La Verdad del Pueblo, publicación de amplio alcance en los seis municipios del Bajo Cauca. Desde esa publicación y con un tono directo, Ortíz presenta denuncias, investigaciones sobre corrupción e invita a la ciudadanía a denunciar a los integrantes de los grupos armados que operan en esta subregión. Su labor y el eco de La Verdad de Pueblo resulta particularmente riesgosa en el Bajo Cauca (inclusive cuenta con un esquema de seguridad), en ese territorio se concentran gran parte de los grupos armadas que operan en Antioquia, entre ellos: el Clan del Golfo, los Caparros (disidencia del Clan), el ELN y las disidencias de las Farc. Esta subregión resulta de gran importancia para esos grupos porque concentra el 80% de los cultivos de coca, es un estratégico corredor de movilidad (conecta con el Urabá y sur de Córdoba) y es el mayor productor de oro y plata del departamento.
Por ese motivo, al principio de la campaña muchos no se tomaron con seriedad la aspiración de Ortíz. No se le reconocía la trayectoria política suficiente para derrotar al cacique que ya había sido alcalde en tres oportunidades. A pesar que obtuvo el aval del partido de la U, presidido por un grupo político tradicional en ese municipio, su campaña se consideró quijotesca. De la mano de un programa de gobierno de doce páginas y con una propuesta sustentada en la seguridad y el desarrollo, el “quijote” se enfrentó a las maquinarias más sólidas de la región y fue sumando muchos adeptos: miles de ciudadanos que desde el reconocimiento de su labor como periodista lo vieron como la persona más idónea para recuperar la gobernabilidad y la seguridad en el municipio. Su estrategia resultó tan efectiva que se convirtió en un “palo” electoral al sacar el 40% de la votación. Derrotó a Nadín Arabia por más de tres mil votos. Fue una victoria contundente, pero que duró muy pocos días.
A Leiderman la alcaldía se le escurrió entre los dedos cuando salió a la luz que se encontraba inhabilitado para inscribirse como candidato porque un año antes de las elecciones había sido contratista del hospital (bajo control del grupo político que lo avaló). Rápidamente, el Tribunal Administrativo de Antioquia suspendió su elección y Ortíz no se pudo posesionar. Además, un reciente concepto de la Procuraduría le sugirió al Tribunal declarar nula su elección, lo que implicaría que en Caucasia se tengan que adelantar elecciones atípicas. Así se va trazando el epilogo de un quijote que derrotó un cacique, pero que a su vez fue derrotado por sí mismo. Vaya contradicción.