Leer mucho o leer bien
Opinión

Leer mucho o leer bien

Hoy se cumplen exactamente 400 años de la muerte de Cervantes

Por:
abril 22, 2016
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Debo reconocer que vivo escandalizado con lo poco que han leído mis estudiantes universitarios.  Para ellos poco o nada significan el Renacimiento y el Barroco. Y ni hablar de la poesía española del  Siglo de Oro. Sobre momentos más recientes de la cultura occidental algunos me han contestado preguntas orales sobre el “doctor f-r-e-u-d” pronunciando el nombre del sicoanalista con sus cinco letras españolas incluyendo la “e” y la “u”  En la mayoría de estas ocasiones callo por vergüenza (por supuesto ninguno coloca “los dos puntitos” encima de esa “u” en trabajos escritos). Y hasta pienso a veces que son pedanterías mías.  Pero ya no aguanto más. Ahora que se celebra el Día del Idioma, mañana sábado 23 de abril, quiero poner un grito al cielo.

Lo paradójico del asunto es que nuestros jóvenes se pasan la vida leyendo en tabletas y computadores. Además a casi todos les pagaron sus padres durante la adolescencia algún curso comercial de lectura rápida. Sobre todo para ganar un cupo en la universidad. Y de hecho leen rápido, la platica no se perdió.  Pero esa habilidad no sirve de nada según reportes recientes. La triste verdad sobre la lectura rápida es que no funciona, titula un artículo reciente la revista New York. No se trata (verdad de Perogrullo como las define el María Moliner, explicación no entendida por mis estudiantes) de leer mucho sino de leer bien.

“Leí La Guerra y la Paz de Tolstoi
 en veinte minutos… Es sobre Rusia”: Woody Allen

Quienes defienden la efectividad del entrenamiento en lectura rápida presentan el caso de  Anne Jones que en 2007 al completarse la publicación de la serie de novelas de Harry Potter, “leyó” todos los libros (784 páginas) en 47 minutos frente a periodistas. Luego resumió para ellos las líneas principales del argumento demostrando así su capacidad de leer a la velocidad de 4200 palabras por minuto, diez o veinte veces más rápido que un buen lector promedio. El New York Times comienza la discusión del tema recordando un famoso chiste del genial Woody Allen: “ Leí La Guerra y la Paz de Tolstoi en veinte minutos… Es sobre Rusia”

Los métodos habituales de lectura rápida se basan en entrenar los ojos, específicamente la fóvea de la retina, para no moverse atrás al leer un texto.  De hecho ahora se pueden comprar aplicaciones de computador que presentan al lector una secuencia rápida de palabras para acostumbrar la visión a leer palabras una tras otra con rapidez, sin volver atrás.  Y lo contradictorio del asunto es que leer bien es precisamente eso, volver atrás para comprender mejor lo leído. En otras palabras los métodos de lectura rápida nos entrenan básicamente para leer mal en libros, tabletas o computadores.

Otro truco de la lectura rápida es ir al comienzo y saltar luego al final del párrafo o texto.  Entonces podríamos leer el Quijote así: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor…que acreditó su ventura/morir cuerdo y vivir loco”. Para terminar con el epitafio de Don Quijote resumiendo así la clásica novela. De hecho no es un mal resumen del argumento pero perderíamos todo el goce de leer El Quijote: cuando lo leí de cabo a rabo a los diecisiete años me hizo reír a solas muchas veces.

Los sicólogos han realizado experimentos para discernir qué tan útil es la lectura rápida y han llegado a la conclusión que permite memorizar y recordar detalles pero no sirve para inferir ni hacer conjeturas. En medicina eso no serviría para nada pues la medicina es un oficio de decisiones. Y tomar decisiones requiere proponer explicaciones, inferencias, conjeturas basadas frecuentemente en observaciones triviales como hacía Sherlock Holmes.  O el doctor House para generaciones más recientes de televidentes.

¿Por qué se afirma que Shakespeare y Cervantes
murieron en la misma fecha
pero no murieron en el mismo día?

Entonces ahora para celebrar el Día del Idioma debemos meditar en lo inútil que es la lectura rápida y sus métodos.  Y para terminar con un acertijo que le he puesto a mis estudiantes: ¿por qué se afirma que Shakespeare y Cervantes murieron en la misma fecha pero no murieron en el mismo día?

Para responderlo se debe saber algo del Renacimiento, el Barroco, la Reforma, la Contrarreforma y distintos calendarios.  Algunas pistas pueden ser que Cervantes murió de diabetes y falla renal un viernes como hoy en 1616, hace exactamente cuatrocientos años.  Fue enterrado el sábado, probablemente en el convento de las Trinitarias Descalzas en la calle Lope de Vega de Madrid.  Se reirá con este detalle moderno su rival literario Lope, el Fénix de los Ingenios o Monstruo de la Naturaleza como lo llamó Cervantes, en el cielo de los poetas.  Hay preguntas y datos que nos llevan a leer más, lentamente y bien.

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