“Leer es resistir”, el vibrante manifiesto de Mario Mendoza contra el establecimiento literario-político

“Leer es resistir”, el vibrante manifiesto de Mario Mendoza contra el establecimiento literario-político

En un país que lee poco y lee mal la obra de Mendoza es significativa para tratar de contrarrestar ese terrible analfabetismo funcional de la inmensa población

Por: Cristhian Lesmes
mayo 01, 2023
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“Leer es resistir”, el vibrante manifiesto de Mario Mendoza contra el establecimiento literario-político

Igual que tantos otros lectores, cometí el craso error de encasillar a Mario Mendoza dentro de los estrechos y malintencionados parámetros en los que lo posicionó la crítica literaria convencional, critica que anclada siempre en la férrea defensa de los intereses del establecimiento, desprecia y califica de forma desdeñosa a escritores u obras cuando estas no satisfacen el canon o controvierten los pilares de su anquilosado santoral. Hoy, luego de terminar de releer el más reciente libro del escritor bogotano: “Leer es resistir”, me arrepiento con pesar y rabia de haber cometido semejante equivocación. Mendoza es un escritor extraordinario. Su lenguaje es sencillo, pero a la vez profundo, sus reflexiones son sinceras y están hechas a partir de su hondo malestar con los contornos de una sociedad parroquial, pacata y pre moderna. Las letras de Mendoza están hiladas en torno de describir y criticar con minuciosidad los elementos que componen una realidad colombiana desigual, violenta, banal y capturada por el lastre de un venial espíritu conservador.

A partir de sus experiencias como lector voraz, como docente universitario de literatura, y, como aprendiz de escritor, Mendoza reflexiona acerca de sus impresiones e intereses literarios, empezando, por efectuar un categórico rechazo de ese comportamiento mayoritario y anquilosante con el cual se supone debe asumirse esta maravillosa vocación de vida. El texto cuenta con mucha destreza y gran amenidad, los vericuetos y las muchas afugias que tuvo que soportar en su camino hacia la consolidación como escritor de culto, condición de la que hoy goza entre muchos lectores, especialmente jóvenes.

En un país que lee poco, y lee mal, la obra de Mendoza es especialmente significativa para tratar de contrarrestar ese terrible analfabetismo funcional en el cual, tanto el sistema escolar mayoritario, como las elites políticas y económicas han sumido a la inmensa mayoría de la población del país. El libro de Mendoza es un bello manifiesto en favor de la libertad, el conocimiento, la democracia, la cultura, y, a lo largo de sus páginas, el texto aboga con fuerza por tratar de romper las pesadas cadenas del oscurantismo individualista y consumista, en el cual, nos ha sumergido la sociología del hedonismo, irremediablemente, hoy, hegemónica. A Mendoza, como a muchos de nosotros, nos genera un profundo estupor la cotidianidad del mundo que hoy padecemos, por ello, asumimos a las letras, el cine, el arte y el conjunto de las mayores realizaciones del espíritu humano como alternativas para contrarrestar unanimismo del individualismo, la competitividad, los mercados, el éxito y el dinero que hoy se postulan y exigen como dogmas universales e incuestionables.

Causa mucha desazón ver como la avanzada cultural del neoliberalismo transformó los sueños y aspiraciones de las nuevas generaciones hasta convertirlas en un guiñapo individualista y superficial, igual que Mendoza, he tenido el infortunio de presenciar cómo cada nuevo grupo de estudiantes, es cada vez más indiferente, menos preocupado por la cultura y el conocimiento, y está más pendiente de su ego, de su apariencia, y de la satisfacción inmediata de sus sentidos. Esto, sin embargo, no es lo más desesperanzador, puesto que la universidad que los acoge, es aún más pérfida.

Cuenta Mendoza como su experiencia docente se dio en medio de una institución académica que abjuró vergonzante de su papel como centro de debate, investigación y creación de conocimiento y cultura, para terminar convertida en una vulgar empresa más, en la que no importa el ejercicio académico, sino la complacencia de los caprichos de una pléyade de clientes, como ahora son asumidos los estudiantes, a los cuales hay que complacer obsecuentes, para conservarles satisfechos y felices.

Las universidades fueron transformadas por obra de la política de apertura económica, a la par que la mentalidad de los estudiantes, por eso, quienes vamos a estas instituciones con el ánimo de incentivar un espíritu crítico y una mentalidad libre en independiente en las nuevas generaciones, ya no somos llamados profesores, sino, somos calificados con el ridículo eufemismo de “colaboradores”, para tener una justificación plausible, y, así, contratarnos con salarios pírricos y miserables, por cuatro meses en cada semestre, y llenar nuestro registro de labores de reuniones inútiles, formatos farragosos e inservibles, miles de fotos insulsas para desarrollar notas de prensa en donde se vea que se hace, pero no se piense o construya. Igual que Mendoza como docente en la universidad Javeriana, muchos profesores universitarios vemos con frustración y tristeza como el unanimismo neoliberal se apoderó del ámbito académico y lo convirtió en un mero trampolín que usan algunos jóvenes con el que intentan ascender socialmente prevalidos de un cartón carente de valor y desprovisto de conocimiento.

Las anécdotas del libro de Mendoza hacen reír, llorar, conmoverse, identificarse, y, sobre todo, recrean preocupaciones que compartimos quienes, insatisfechos con el tipo de sociedad en que nos fue dado desarrollar nuestra vida, decidimos poner en marcha. Mendoza propone en las páginas de este texto, así como en varias de sus famosas entrevistas, que frente al mundo contemporáneo, en el que se exige a los seres humanos aparentar felicidad, éxito, acumulación, belleza, buenas maneras, corrección política, y sobre todo mesura y obsecuencia con el poder y su pléyade de premisas fúndanles y dogmáticas, se debe, plantar cara y convertir a la cultura, el conocimiento y las letras en un manifiesto de vida auténtica, en una forma de dar sentido real a la existencia humana, en una manera vivida de encaminar un proyecto de vida sólido y significativo. Mendoza toma completo partido por el ser, antes que, como lo preconiza el unanimismo capitalista imperante, el aparentar.

Tuve la fortuna de leer este fantástico libro de manera simultánea con una vieja conocida de la universidad, y quien es ahora una entrañable compañera. Igual que Mendoza, ella, dio el paso y se lanzó a promover la cultura y el amor por las letras. Su proyecto de instagramer de libros y literatura se llama: neyti.naity y como el texto de Mendoza es una arriesgada apuesta por plantar cara al abominable establecimiento, promover la lectura y dar sentido a una existencia que indudablemente se encuentra más allá de los linderos de una vida anodina y sedentaria. Así como el mundo propone un unanimismo castrante de individualismo y consumo, también existen valerosos seres que como Mendoza y Ana “neity.naity” enaltecen al género humano y permiten ver que las confines de los sueños y el conocimiento humano son perennes y carecen de cualquier límite. Invito a leer a Mendoza, a seguir el perfil de neity.naity en Instagram y rechazar con ello, los conceptos de quienes les digan que existen cosas que deben evitar, experimentar o leer. Nunca cometeré ese error de nuevo.

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