Lecciones sobre hipocresía y otras armas letales como la coca

Lecciones sobre hipocresía y otras armas letales como la coca

¿Será que las caretas de la falsedad algún día cederán y la microeconomía recuperará sus luces?

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
septiembre 25, 2018
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Lecciones sobre hipocresía y otras armas letales como la coca
Foto: Pixabay

Otra vez vuelve el problema del crecimiento del área de los cultivos, trepada a la suma de 171.000 hectáreas según datos que recoge The New York Times, y entonces regresa una vieja pregunta elemental que cualquiera pudo haberse hecho siempre. Una vez mudada hacia la paz la Farc, ¿quién se quedaba con el negocio del narcotráfico? Si tampoco se desmantelaron del todo los grupos paramilitares, ni los narcos, y las disidencias de las Farc pueden pulular, ¿entonces será que toda esa gente se reúne pues desaparecieron las razones ideológicas que pudieran dividirlos acicateados más bien ahora por captar los magníficos dividendos?

El asunto es más crudo todavía: una frontera tan crecientemente porosa como la colombo venezolana, ¿no será el corredor preciso para el surgimiento de conflictos con lecturas absolutamente impredecibles? Lo único que merma la potencia de este amasijo de eventuales líos es que el Chapo Guzmán, un indudable genio en estas lides está bajo presidio, aunque dudo mucho que otros tan de bajo perfil que todavía son invisibles no hayan aparecido. No debe olvidarse cómo fue de insondable perspicacia de Lucifer en las mismas barbas de aquel, merodeando a Eva cuando el cuento del paraíso terrenal. Sobre todo cuando hay tanto dinero en las manos de los estadounidenses ricos, que son los que más consumen y pueden pagarla, tras la reforma fiscal de Trump.

Obvio, Trump se vendrá lanza en ristre para que los colombianos cumplamos trazos de su política antidrogas que por sí mismo no se atreve a lanzar en su propio territorio, amén de susurrarle al oído sotto voce a alguna derecha colombiana y norteamericana que está que se relame para supuestamente invadir a Venezuela. Les podría ablandar las corvas a mucha opinión pública colombiana apenas parapetada que para genuflexa está como pintada, sobre todo cuando de billetes verdes se trata. ¿Será que, además, una invasión a Venezuela le reditúa políticamente a un maltrecho Trump que no sabe cómo salir de sus más auténticos líos?

Viéndolo bien el gigantesco mercado de la droga en Estados Unidos ahora podría estar mucho más suculento que nunca. Empezando porque al lado en Canadá están a punto de legalizar el consumo medicinal de la marihuana, que ya por sí misma es un filete grande.

Entonces así dibujado es asunto, no será que la más absoluta hipocresía se impone cual fuente inspiradora de las políticas públicas subsiguientes. Por ejemplo, aquel legado del gobierno Santos que se atrevió a negar las fumigaciones con glifosato podría caer estruendosamente. Eso permitiría anunciar, obviamente con bombos, redoblantes y platillos que, vueltas las fumigaciones, se tendrá el control del crecimiento de las áreas. Me imagino los guiones y las puestas en escena de toda clase de películas de terror ya urdiéndose tras bastidores.

Pero el palo no está para cucharas. “Jeremy McDermott, codirector de la fundación InSight Crime, que monitorea actividades delictivas, dijo que reanudar las fumigaciones reduciría la producción de hoja de coca en el corto plazo, pero que podría ser contraproducente al orillar a los campesinos a retomar alianzas con grupos rebeldes disidentes, que han regresado a procesos de narcotráfico desde que se firmó el acuerdo”.

“Si quieren reclutar y reforzar sus bases territoriales de nuevo, no hay mejor herramienta que la fumigación aérea de cultivos”, dijo McDermott”.

Obsérvese que McDermott da en el clavo. Desenmascara de un plumazo la inutilidad de tal política pues puede salir más caro el caldo que las tajadas. Lo que McDermott deja al socaire es el imposible de que cualquier trazador de políticas pública a las alturas de esta lucha sempiterna no advierta ese conflicto que de ser económico pasa a social y político. ¡Pues claro que lo saben!

Y si por allá llueve por ningún lado escampa: “Los expertos también dicen que el prometido programa de sustitución de cultivos, parte de los acuerdos de paz, ha producido consecuencias imprevistas. Cuando los campesinos que cultivaban otras cosas notaron los beneficios de los subsidios que recibían quienes antes plantaban coca, muchos comenzaron a hacerlo solamente para que el gobierno les pagara por sustituir el cultivo”.

En realidad aquí hay un enorme problema que ninguna teoría microeconómica del mundo ha podido resolver. Es más, aparentemente estaría diciendo siempre que es imposible diseñar algún modelo económico en donde una desaforada demanda no produzca una oferta que la satisfaga, sobre todo si hay un hambre de divisas y una tasa media de ganancia, elasticidad del ingreso, etc., que sobrepasan las de cualquier negocio normal.

Siendo socarrón, uno puede imaginarse a Adán cuando, una millonésima de segundo antes, se entera que afuera hay un mundo de pecados por conquistar, y muchos más que imaginar, luego de que Eva había sido sonsacada por la serpiente. Aquellos turgentes labios ofrecidos y el creciente deseo virgen apenas recién conocido…

Lo de la serpiente pudo haber sido la mayor hipocresía, pura política pública, jamás inventada. Y para seguir en ella: allí está el arcángel Miguel, flamígero protegiendo unas puertas que, estimo, nunca más Adán ha intentado forzar, tan contento como está acá afuera donde las Evas ya casi nos tocan de a diez por cabeza a los heterosexuales que todavía quedamos. ¡Pamplinas!

Ahora bien, la reminiscencia al paraíso no debe asumirse como simple coincidencia. El mundo de placeres sexuales concomitante con las drogas arma más de un negocio paralelo. Alguna telenovela colombiana, Sin Tetas No Hay Paraíso, intentó demostrar el crecimiento desmesurado de aquellos implantes para atrapar a más de un narco alebrestado. ¡Imaginación de Eva que urdió sagazmente lo de la serpiente! ¿Cuál Lucifer?

Todo esto hace parte de la microeconomía insoluble de que se ha estado hablando. Es decir, o la microeconomía no funciona para resolver este asunto y debe desecharse como ciencia, o la forma de encarar el problema está mal planteado, sin dejar de pensar que esté siendo mal planteado adrede.

Por ejemplo, se ha dicho que la legalización haría que el crecimiento de los cultivos para captar el mercado haga bajar los precios hasta el punto que no sea negocio. Sin embargo, eso vincularía enormes poblaciones emergentes a su uso que ahora rehúyen hacerlo por lo de las prohibiciones; siendo que no puede imaginarse un laboratorio social en que probar que todo eso sea cierto. El pensamiento microeconómico y la ciencia social en general revienta por sus costuras pues no puede ser una ciencia de predicciones. El determinismo social no existe salvo cuando se restringen libertades y derechos por medio de las armas. Pero aun los hombres de armas son proclives al delito del narcotráfico y sus dulces concomitancias sexuales. Por ahí no sería el cuento.

Ahora bien, los indígenas podrían estar ofreciendo la solución sin que la estemos viendo quizás porque sean los grandes capitalistas lo que están en el negocio, tras bambalinas. Ellos mambean. Cualquier puede verlos, pseudo embrutecidos en la Sierra Nevada de Santa Marta o en las montañas del Cauca, como también en conocidos rituales en Perú y Bolivia. Un connotado escritor para mí de cabecera, Manuel Scorza, narra en Garabombo el Invisible, Redoble por Rancas y el resto de su zaga cuánto puede ayudar la coca para acompañar las grandes decisiones tribales de defensa contra sus agresores territoriales desde la conquista hasta aquí. El mambeo según ese saber deniega la pereza, el miedo, y el cansancio en la lucha y el desempeño social indígenas. Lo que quiero decir es, ¿estará dejando de percibir el capitalismo un incremento de productividad insospechado por el solo prurito de dejar de suministrar dosis ergogénicas para cualquiera que las necesite?

¿Será que las caretas de la hipocresía algún día cederán y la microeconomía recuperará sus luces ante el saber vernáculo de las siempre despreciadas poblaciones indígenas y sus saberes ancestrales?

Notas: las citas hacen parte de "Por los cielos": Cómo se disparó el cultivo de coca en Colombia aparecido en el Boletín de NYT en español. Los libros de M. Scorza efectivamente son de mis preferidos, cómo puede olvidarse jamás un título como El Jinete Insomne.

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