Dentro del Centro Democrático ya no le creen tanto a Uribe. Creen que ha perdido fuerza y que la imagen del abuelo sabio y bueno que aceptó con resignación negociar con Santos después de haber ganado el referendo por la paz, contrasta con el capataz medio atarbán que resuelve las cosas a la brava. Cuando en noviembre del 2007 el entonces presidente amenazaba a uno de sus funcionarios con “darle en la cara marica” su popularidad superó el 80 %. Hoy, recuperándose de una operación en su finca en Rionegro, con un tono aún virulento —sobre todo en Twitter— pero ya lejano de la voz dictatorial que lo convirtió, según la votación de History Chanell del 2012, en el Gran Colombiano, sus índices de popularidad han bajado a menos del 50 %.
En los pasillos hablan de la reconvención que le dio Fernando Londoño en La hora de la verdad, reflejaba lo que piensa más de uno dentro de la colectividad: si no volvía a endurecer su discurso preferírían que el líder del Centro Democrático fuera Alejandro Ordóñez quien tiene temple santandereano y además un radicalismo católico que es muy bien visto en este país de fanáticos. El expresidente tomó nota y empezó a hacerles caso. Su llamado a salir a las calles el 1 de abril viene acompañado de una de las palabras que más motiva a los uribistas: el coscorrón. Tendrán coscorrones los que no salgan a protestar, se llegará a la Plaza de Bolívar, ese día, a darle un coscorrón a Santos por traidor, por haber hecho la paz, por haber recibido 400 000 dólares de Odebrecht mientras era el candidato del uribismo. Otra vez el abuelo arriero regañón ha salido a la palestra. Otra vez el uribismo volverá a la táctica de la tierra arrasada, de echar para atrás los acuerdos, desproteger a las Farc, anularlas, incentivar el odio anticomunista que ha dejado 103 líderes asesinados en menos de un año, de pelearse con los vecinos que piensen distinto. Lo peor es que Lafourie y Londoño tenían razón.
Un Uribe con valeriana no motiva.
La versión del energúmeno es el que da votos,
el que dispara popularidad
Un Uribe con valeriana no motiva. La versión del energúmeno es el que da votos, el que dispara popularidad. El uribista no espera ningún tipo de reconciliación y diálogo. El uribismo está sembrado en torno a la venganza y apela al más primitivo concepto de justicia: el ojo por ojo, diente por diente. Por eso los colombianos votaron masivamente por él como presidente en el 2002 y en el 2006, por el cuento ese de que él había matado a los guerrilleros que supuestamente mataron a don Alberto, su padre, porque con su estrategia de las Convivir, fue el que armó a los campesinos en Antioquia. Porque la paz romana que proclama el uribismo, la de doblegar al enemigo a punta de plomo, sin sentarse en una mesa a escucharlo, es lo que más respetan en este país de varones.
Y van a ganar. Este Uribe iracundo prometiendo coscorrones es el que genera histerias colectivas. No importa que se hayan perdido los seis millones de votos de Óscar Iván Zuluaga, si detrás de ilustres desconocidos para las masas como son Maria Victoria Guerra o Iván Duque, está Uribe disfrazado de abuelito con un fuete, ahí va a estar latente la opción de una victoria en las elecciones presidenciales. Los 18 millones de uribistas están esperando, no una Colombia mejor, sino complacer a su líder porque el líder es bueno, es infalible y da los coscorrones y fuetazos que necesitan para vivir.