“Los que nos prometen el paraíso en la tierra nunca trajeron más que infierno” (Karl Popper).
Donald Trump fue el presidente No. 45 de los Estados Unidos de Norteamérica, elegido por personas que consideraron que su administración traería grandes cambios y que estaban cansadas de la misma clase política que había gobernado al país del norte.
Lo que nadie nunca pudo advertir, a pesar de la sorpresa que causó su elección, es que este señor sería la encarnación de todos los odios bajo los cuales puede quedar presa una sociedad.
Su forma de liderar y administrar el Estado resquebrajó los cimientos de la sociedad norteamericana, exacerbó la rabia, la intolerancia y el aborrecimiento racial, y minó la institucionalidad de un país que mostraba ser ejemplo para el mundo con su democracia.
Durante la campaña presidencial y al término de la misma, mostró que inclusive alguien que nunca fue político fue acechado por el enemigo número uno de los gobernantes, ese demonio que los impulsa a querer atornillarse al poder creyéndose ser los elegidos, aun si eso implica volcar las instituciones a sus caprichos, apoyado por una jauría de seguidores irracionales que no ven ni entienden, siguiendo el trapo rojo cual toro de corrida.
Pero inclusive, un tipo como Trump no es el problema, aquí el meollo del asunto, es quienes eligen a personas como este señor, carecen del suficiente juicio crítico para tomar una decisión sometida a una valoración sosegada y pensada apuntando a la dirección correcta, el bienestar general de la sociedad.
En el 2022 tendremos nuevamente elección de congreso y presidencia en Colombia, ya los caballos comienzan a agitarse en los establos, empiezan a asomar el poderío de su fuerza para ganar la carrera, desde ya se siente el retumbar de sus pasos, mientras las emociones de los espectadores comienzan a caldearse.
Desde el gobierno Santos y su mal llamado proceso de paz, Colombia se terminó de partir por la mitad y las luchas ideológicas pasan por su peor momento, con políticos populistas que fueron ángeles de la guerra y hoy posan de heraldos de la paz.
Observo en el horizonte batallas de posiciones mezquinas donde las ideas brillan por su ausencia, en estos momentos necesitamos un líder que le quepa el país en la cabeza, alguien con la capacidad para dimensionar las problemáticas sociales que tanto nos aquejan, con los suficientes pantalones para ejecutar acciones en procurar de traernos orden, justicia, bienestar social y desarrollo económico.
No estamos para seguir manteniendo feudos ni reyezuelos de ninguna índole, mucho menos para pensar en regionalismos, el país necesita ideas frescas que contribuyan a mejorar las dinámicas sociales en toda Colombia.
Hay que aprender de los ejemplos de otros, y desde el norte nos fijaron una gran lección, el Estado está por encima de la mezquindad de los hombres.
