Lecciones de quijotismo

Lecciones de quijotismo

Por: Simon Villegas Restrepo
septiembre 29, 2013
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Llora hoy Colombia la muerte de Álvaro Mutis. Sin embargo, como al resto de nuestros escritores, vamos a olvidarlo. Y, para dar de una vez por todas mi “granito de arena” en este camino que ha empezado Mutis, no voy a escribir sobre él sino sobre otro hombre que perduró en la memoria de los hombres. No es colombiano, pero mucho puede aprender este país de él. Es más, no sobraría que en el nuevo ciclo de conversaciones que empieza el jueves decidieran no hablar más sobre participación política y se dedicaran a leer pasajes de su vida y obra. Más fácil llegaremos a la paz si nos infectamos (porque parece ser una enfermedad) de quijotismo.

El 29 de septiembre se cumplen 466 años del nacimiento del mayor poeta de la edad moderna, Miguel de Cervantes. El autor del libro que muchos tuvieron que leer en el colegio: Don Quijote de la Mancha. Y es bueno, a pesar de que nunca nadie celebra el aniversario 466 de algo, recordar su vida y, en especial, el indomable espíritu de su caballero.

De Cervantes hay que aprender, en primer lugar, su espíritu resistente y aventurero. Toda su biografía está llena de acontecimientos que necesitaron valor para sobrevivirlos. Por ejemplo, su participación en la “más grande batalla que hayan visto los siglos”, la batalla de Lepanto. En la que se ganó su apodo de “manco”. Así mismo, su cautiverio en Argel durante cinco años por culpa de los conflictos interreligiosos de la época tiene mucho que enseñarnos. Primero, la lealtad que mantuvo a sus compañeros; al arriesgarse a sufrir solo los castigos merecidos luego de sus fallidos intentos de fuga. Nunca echó al agua a sus compañeros, a pesar de los encierros y los palazos. Cosa que deberían aprender tanto FARC como Gobierno. El día que cada uno asuma por sí mismo la responsabilidad de sus actos, sin importar lo que hayan hecho los otros, tendremos algo de reconciliación. Mientras nos sigamos tirando de un lado a otro la pelota de la responsabilidad, el proceso seguirá alargándose. Todos en Colombia, ni siquiera los civiles, estamos exentos de culpa en tanta muerte. Cervantes sabía aceptar las consecuencias (nefastas e indeseables, por supuesto) de sus actos. O, en otras palabras, sabía ser libre. Y por eso nació su indudable genio creativo.

Como su creador, don Quijote también sabía ser libre. Pero, sobre todo, ir en contra de lo que pensaba tontamente la mayoría. Mucho se puede aprender de sus aventuras, pero quiero resaltar una de sus más interesantes: la de los galeotes. Un día cabalgando con Sancho, don Quijote se halló un grupo de Galeotes (delincuentes) que iban a ser castigados. Como buen cristiano católico, le pareció que lo más justo era liberar a los que Dios había hecho libres. Y así, considerando que ya habían tenido suficiente castigo, decidió liberarlos. A pesar de que no se lo agradecieron. Pero don Quijote actuó justamente, porque pensó que, ya habiendo sufrido un castigo, no había por qué ensañarse con los galeotes. Algo que también debemos hacer los colombianos. En vez de ensañarnos con las FARC, lo que hay que hacer es que, una vez se acaben como grupo armado y renuncien a los beneficios que les traía tener el poder por las armas, así como reconozcan sus víctimas, no se les debe castigar más. Lo otro que tenemos que aprender a hacer es a perdonar. Si no tampoco habrá nunca paz. Y el perdón no es algo que se da luego de que alguien ha pagado veinte años de cárcel. El perdón es algo que se debe dar antes de las penas, pero que deberá estar correspondido con una rebaja de las mismas, con un corazón generoso que vuelva a incluir al otro. Claro está, con el fin primero de la lucha armada. Y esto no puede llamarse falta de justicia. La felicidad social de Colombia está en vivir en paz. La paz es en sí misma justa.

Mucho odio, y con justa causa, puede haber en contra de nuestros enemigos. Pero no hay razón para que, con la paz presente, este siga existiendo. Si tan cristiano se declara este país, entonces ha de estar dispuesto a hacer lo mismo que don Quijote. Porque, como señaló alguna vez Miguel de Unamuno, el cristianismo sólo va a calar cuando se actúe como el hidalgo con los galeotes. Muchas lecciones, pues, tiene Cervantes para darnos hoy. Que se nos meta el quijotismo y estaremos salvados.

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