A mí no me parece que los estudiantes hayan ganado nada. Les han hecho unas promesas, que son solamente eso, una victoria de papel. Pero las victorias de papel no tienen mucho valor en Colombia. La Constitución ya es un texto garantista y de vocación social. Aquí la pelea no es pues por lo que está escrito, sino por hacer que se cumpla. El problema de siempre es que aquí amnistían a los grandes criminales y patean a los que salen a la calle a pedir más educación. Mientras eso no cambie, mientras no desmontemos esa cultura retorcida en que solo se escucha cuando hay bombas de por medio, no tendremos paz.
Apelo aquí a los estudiantes para que no bajen la guardia. No confíen. Los políticos mienten, su naturaleza es traicionera y no hay razones para dar su palabra por leal. No escuchen tampoco a quienes les piden que se callen, especialmente desde los medios. Mientras ustedes no tengan con que pagar pauta, siempre serán retratados como el enemigo. Ustedes, en esta transición, están peleando por una paz que se exprese en una transformación del estado de cosas inconstitucional que se mantiene. No se rindan.
Apelo también a la Policía, para que deponga las armas y recuerde su responsabilidad moral de desobedecer las órdenes injustas, incluso si son legales, incluso si están muy bien detalladas en una docena de directivas firmadas por el ministro, el presidente y el mismísimo Papa. Que sea esa una lección aprendida con los falsos positivos, con el F2, con el DAS y con todas esas estructuras malditas que desde el Estado y bajo la excusa de las exigencias de la seguridad, han ejecutado algunos de los crímenes más atroces de los que tenemos conocimiento.
Y si eso no los convence, permítanme, señores policías, ofrecerles un argumento más demoledor: cuando la historia y la justicia venga a ajustar las cuentas, nadie va a salir a defenderlos. Observen cuántos policías y militares están hoy respondiendo ante la justicia por obedecer órdenes y comparen esa cifra con la cantidad de políticos, ministros y presidentes que están asumiendo su responsabilidad por los hechos que ellos ordenaron y dirigieron. La próxima vez que los manden a desalojar a los estudiantes de las iglesias, a herirlos, o a desaparecerlos por exigir un derecho que debemos dejar establecido como mandamiento para que nuestros hijos no tengan que repetir la violencia que nos tocó a nosotros, niéguense a hacerlo. El derecho y la Constitución les darán la razón.
Permítanme, señores policías, ofrecerles un argumento demoledor:
cuando la historia y la justicia venga a ajustar las cuentas,
nadie va a salir a defenderlos
Lo que los estudiantes y los maestros piden no es ni siquiera un gran avance. Se han conformado con rogar para que se ataje un trisito ese retraso tan alarmante que tenemos en educación. Sin irnos más lejos, de los 3 años obligatorios de educación primaria que se plantean como meta en la Ley 115 de 1994, no se ha conseguido garantizar la cobertura universal ni siquiera de uno solo. La deserción es tan alta, que de cada 100 niños que ingresan a primero de primaria, tan solo 39 terminan la secundaria. Rebelarse contra eso les parece subversivo a los gobernantes. Callan a los estudiantes diciéndoles que es que no hay plata, cuando el ministro Carrasquilla sabe que si el criterio fuera la racionalización del presupuesto, lo que tiene que recortar no es la educación sino ese agujero negro que montaron en defensa y que tiene reventado al país.
Incluso si se le considera como un Leistungsrechte (derecho de prestación), la educación es un derecho fundamental, vinculante para el Estado y, como lo define Robert Alexy, “justiciable, con contenidos definitivos y cuyo criterio de apreciación es el principio de la dignidad humana”.
Pero les toca a los estudiantes abandonar lo que deberían estar haciendo, que es estudiar, y salir a defenderse a la calle para reivindicar su poder soberano, para transformar las relaciones de derecho a gritos, porque nuestro Congreso eunuco es incapaz de hacerlo. Francamente este Congreso representa a muy poquita gente. Y si este Congreso es incapaz de tomarse en serio un problema estructural que no está en los márgenes sino en el núcleo de los propósitos del Estado, ¿qué podemos esperar? ¡No se rindan! #primerolaeducacion