Al parecer todo quedó para el año entrante, para el dos mil catorce (2014); una idea que, sin proponérselo, creo, aspiro, logró ser el punto de estrategia y, de posibilidad. Las grandes definiciones de Estado se estancaron a buena cuenta de la campaña que inicia que, como ya dijimos, estaba bien que aburrida. Y, se había logrado implantar el deseo del dejar para mañana, para que nada dañe la postura de gobierno ante la aventura reeleccionista.
Pero eso que estaba tan aburrido, que sonaba a nada en el silencio, se rompió, vino el ruido a esa armonía, a buena cuenta de la decisión administrativa, que no judicial o penal, del señor procurador general de la Nación. Cuánto estará agradecido Petro por la maravillosa opción y oportunidad que se le ofreció en bandeja de plata: pasó de ser un cuestionado administrador a mártir; le cambió el semblante de burgomaestre en político de carisma; le permitió que la mirada distante de los organismos de control y supervisión de Derechos Humanos, se volvieran en refrescante visión para él y, de ceño fruncido al decisor disciplinario; pasó de enclavado y silente obligado a actor político y, referente obligado en las elecciones que vienen. Por ello, por la gracia del señor procurador resurge, dicen algunos, una opción política y, puso a Petro en el lugar que le gusta: la confrontación política y, de qué manera, pues allí nada como pez en el agua.
El proyectado destituido así, sabe qué hacer y, otra vez el gobierno sigue en la misma: no sabe qué camino coger. Lo de siempre. Pero, esta vez, le toca decidir al señor presidente.
Interesante que, la campaña electoral empieza a tener doliente, no ahora por cuenta de la guerrilla y los adelantos en el diálogo en La Habana, sino que salió un contendor político, que era lo que faltaba: afuera aburrimiento, llegó la animosidad.
Petro en su lugar, la Procuraduría en postura de Titanic —después del colapso, por supuesto— y, el Gobierno que tenía a la mano la siguiente escala de su reproducción, en punto de seguir el paso al malogrado buque: no todo es a pedir de boca, como dicen los más prácticos.
El dos mil trece (2013) fue el año de los aplazamientos: la reforma a la Justicia, la solución al agro, a los educandos, a la salud, etc, etc; ahh… se me olvidaba a San Andrés, Providencia y Santa Catalina que, resurgieron del olvido hace un año y, se volvió a la amnesia: qué pesar.
El dos mil catorce (2014) deseamos sea el año en que se vuelva a pensar en términos del preámbulo de la Constitución, que ilumina el camino del Estado cuando dice: ‘El pueblo de Colombia, en ejercicio de su poder soberano, representado por sus delegatarios a la Asamblea Nacional Constituyente, invocando la protección de Dios, y con el fin de fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice un orden político, económico y social justo, y comprometido a impulsar la integración de la comunidad latinoamericana, decreta, sanciona y promulga la siguiente: CONSTITUCION POLITICA DE COLOMBIA (…)’; repetimos: (i) pueblo soberano; (ii) en unidad nacional; y, (iii) Estado protector de la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, la paz. ¿En dónde nos perdimos? Vale la pregunta, pues si los fundantes elementos se pierden, ¿cómo rescatar los fines esenciales del Estado[1]?: (i) servir a la comunidad; (ii) promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; (iii) facilitar la participación de todos en las decisiones que los afectan; (iv) defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial; y, (v) asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo, pues como lo ordena la misma cláusula constitucional y, no se puede olvidar: Las autoridades de la República están instituidas para proteger: (a) la vida; (b) la honra; (c) los bienes; (d) las creencias; (e) los derechos y libertades; y,(f) asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.
Ello, entre otras funciones, le corresponde a la autoridad pública y, la primera: el Presidente de la República.
Y, mientras, mientras, debemos desearnos unas felices Pascuas y, un próspero y Constitucional año dos mil catorce (2014).