Tuvieron que pasar los meses, desde el 28 de abril hasta hoy, para que yo lograra acumular el mínimo de valentía que me permitiera escribir esta página.
Se llamaba Sonia López de Lucio: la persona más importante de mi vida.
Vivir la vida sabiendo que ya no está es algo que me desgarra. Es una nostalgia que se me instala en la respiración y me recorre el pecho con la misma intensidad que me recorre el oxígeno.
Yo no sabía, por ejemplo, que cada mañana mi corazón pasaba revista de su existencia sin que me diera cuenta. Ahora entiendo que esto me pasó todos y cada uno de los días desde que nací. Mi madre también era omnipresente para mí. Ahora, cuando abro los ojos antes de caer en la cuenta de un nuevo día, mi alma se detiene sobre un vacío grande y profundo que antes no existía.
Todas las mañanas mi alma me despierta preguntándome qué pasó y yo no he sido capaz de responderle nada.
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Vivir la vida sabiendo que ya no está es algo que me desgarra. Es una nostalgia que se me instala en la respiración y me recorre el pecho con la misma intensidad que me recorre el oxígeno
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Verla morir en mis brazos es el desafío más grande que ha tenido que enfrentar mi hombría.
Siento que mi madre no deja de enseñarme cosas. Su muerte provocó en mí una especie de síntesis moral. Su mirada se me convirtió en horizonte, su voz en sentencia, su sabiduría en deber, su corazón en camino.
Es como si sus palabras hubieran dejado de viajar por los aires y se hubieran detenido para incrustarse como diamantes en mi conciencia.
Desde que moriste, todas las mañanas le doy gracias a Dios por la madre que me dio. Hablar con Dios sobre ti es la forma más bella de recordarte.
Otra experiencia que me trajo la muerte de mi madre: la práctica de la Fe. La certeza de que hay una vida más allá de esta vida y de que allí podremos volver a abrazarnos con los que nos amamos, es la fuente inagotable de consuelo y esperanza. Creo que es la Fe la que me ha permitido seguir sintiendo el amor sin vestigios de tristeza.
Este diciembre le escribí mi carta al Niño Dios pidiéndole de regalo que me devolviera a mi madre.
Como siempre, me la respondió:
“Carlos: cuenta con eso. En el momento menos pensado volverás a sentir el abrazo cálido e irremplazable de Sonia. Con amor…