Hace cuatro años la detención de Uribe hubiera provocado una guerra civil. Puedo ver a cientos de miles de paisas inmolarse frente a un tanque por la conjura del castrochavista y traidor Juan Manuel Santos. La entrega de Colombia a las Farc se consumaba. Más de un general loco, uno de esos discípulos de Plubio Hernán Mejía, podrían dárselas de Pinochet. Me imagino el susto de Martin Santos viendo desde una de las ventanas de Palacio como los aviones de guerra volaban en círculos.
Hoy le dieron el número de preso a Uribe y no pasó nada. Por ahí creo que Paloma Valencia lloró un poquito en zoom. Natalia Bedoya convocó una caravana -ellos no marchan, ellos conducen- en Cali pero, en pleno pico de la pandemia, solo los hinchas más radicales del América tienen ganas de juntarse. Andrés Pastrana trinó sobre lo indignante que era ver a Santrich libre y al Gran Colombiano detenido en su casa. Pero no más. Las Fuerzas Armadas ni se enteraron. Jugaron hasta que se cansaron el chance con el número de preso de Uribe. Duque dejó de decir sandeces sobre la necesidad de una Nueva Constituyente. Duván Zapata volvía a demostrar en Europa que no era Batistuta. Yina Calderón hizo otra putifiesta. La vida siguió su curso normal, como un río contaminado, pero aún caminando al mar, ¿o al abismo?
La gente se cansó de Uribe. Los tiranos cansan. Pregúntenle a un muchacho en Cuba sobre Fidel Castro. Ya no te va a decir que es su héroe porque gracias a la revolución los yanquis no tienen prostíbulos en La Habana y tienen salud y educación gratis. No, te va a decir que el barbas es el mismo demonio y escupe sobre la hora en la que a un grupo de barbudos le dio por hacer una revolución marxista en el Caribe.
Los millennials, llamados con sorna por cuarentones fascistas la Revolución de Cristal, piensan que ningún paseo de olla a una finca justifica atrocidades como la Ley 100, los falsos positivos, las mentiras con las que se ganó el referendo a favor del No o la entrada de Mancuso al Congreso. Uribe es un fósil que no debería ser desenterrado. Además, y gracias a Duque y a la pandemia, los pobres han aprendido a identificar al uribismo como su enemigo natural. Duque será el último presidente uribista.
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Todo el capital político que cosechó Uribe gracias al aparato publicitario que montó en sus ocho años de gobierno, se desvaneció con la inoperancia del muchacho que señaló como su sucesor en la presidencia
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Todo el capital político que cosechó Uribe gracias al aparato publicitario que montó en sus ocho años de gobierno, se desvaneció gracias a la inoperancia del muchacho que señaló como su sucesor en la presidencia. En estos dos años se ha perdido la esperanza. La falta de conexión de Duque con la gente, la ridiculez de nombrar personajes como Hassan Nassar en puestos claves, la altivez de Marta Lucía Ramírez, el pésimo manejo que se la ha dado al Coronavirus, el desempleo galopante, la sombra de la corrupción de la Ñeñepolítica, la persecución a Petro porque dos profesores universitarios donaron 300 mil pesos a su campaña, las promesas rotas como, por ejemplo, impedir la explotación del Páramo de Santurbán, han hecho que la gente deteste no sólo a éste gobierno sino al uribismo.
Sobre todo los jóvenes. A mi Matarife me parece una ramplonada, pero es un triunfo de la democracia que Uribe no haya podido tumbar la serie y que cada viernes sea tendencia. Los pelados creen que tiene la calidad y la capacidad de investigación de un documental de Vice pero, ¿qué nos importa? ¿quién puede negar que Daniel Mendoza no se salió con la suya?
Para los que vivimos desde lejos el uribismo y su intolerancia son días de gozo. Un expresidente jamás debe ser representado por un abogado de narcos, un Saúl Goodman como Diego Cadena. Qué desprestigio, qué horror. Da escalofríos escuchar a uno de esos señores que protestan en Montería o en la Séptima en Bogotá con sus 4x4 diciendo que a él no le importa si Uribe está preso justamente o no, que lo único que le importa es que al presidente eterno no se lo toque nadie ¡Jueputa!
Y esto es la punta del iceberg. Ahora se sabrá por qué Uribe necesitó de manipular testigos. ¿Para qué? ¿De qué quería salvarse? Ahora viene la parte dos de este drama, señoras y señores. La parte dos se llama El Aro y también es una película de terror.