En el pasado han quedado las agrietadas manos de nuestros abuelos, que recorrían kilómetros de montañas con sus herramientas y productos. A lomo de caballo y bajo un sol asfixiante construyeron un imperio de progreso y productividad, aquellas épocas cuando Antioquia surtía de riqueza al país. Riquezas logradas con sudor, lágrimas y berraquera, esa que nos caracteriza y que poco a poco se va desdibujando más y más por un fenómeno que nos consume y que data de aquellas oscuras épocas donde Medellín era considerada la capital del narcotráfico.
En esas épocas los dineros del narcotráfico circulaban sin restricción alguna por las calles antioqueñas y eran invertidas en aquellas entidades que a los capos les agradaban o les generaban algún tipo de beneficio extra, pago de favores o búsqueda de placeres, hoy a pesar de las “restricciones” y controles que se le tienen a los dineros del narcotráfico, el enriquecimiento ilícito y la vigilancia a la generación de riquezas; es evidente que los recursos del narcotráfico siguen circulando por nuestro territorio de una forma libre, más aun ahora que los “ciudadanos de bien” se han prestado para legalizar dichos recursos, encubriendo billetes cubiertos de droga y sangre para hacerlos pasar por activos producto del emprendimiento pujante antioqueño, de la venta de frutas y verduras, de panes y galletas, de textiles, de propiedades que en escalas mayores “lavan” cantidades impensables de dinero.
Es así como la cultura se ha ido apropiando de un proceso empresarial imposible, donde un productor de fruta pequeña principiante en un par de meses cuenta con hectáreas cultivadas y anda en camioneta de lujo, mientras aquellos que no tienen idea de dicha ilegalidad se preguntan cómo fulano y sultano lograron tanto dinero tan rápido haciendo lo mismo que ellos.
Increíble que la región que con más inmediatez pone el grito en el cielo ante el aumento de cultivos ilícitos sea la que más beneficios le saca a estos. Parece que la doble moralidad no les permite guardar silencio ante algo que ellos mismos gozan y practican. Mientras que los gobiernos locales, alcaldes y gobernadores se adhieren por igual a este fenómeno para financiar sus campañas, proyectos y obras, salen en una falsa persecución mediática adjudicando todo este progreso manchado de sangre.
Así la valorización del territorio antioqueño sigue aumentando y la cantidad de ricos va creciendo en una tierra donde el juego limpio murió hace ya años, donde se construyen edificios sobre cementerios y se alimentan los gerentes con sangre de inocentes.