Latinoamérica, una historia de izquierda difícil de cambiar

Latinoamérica, una historia de izquierda difícil de cambiar 

Latinoamérica cuenta su historia reciente desde una orilla izquierdista que no la ha dejado bien parada ¿Colombia será el cambio de esa izquierda inútil?

Por: Hugo Machín Fajardo
junio 08, 2022
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Latinoamérica, una historia de izquierda difícil de cambiar 
Imagen: Canva

El domingo 29 de mayo, 21´145.254 millones de colombianos de un padrón electoral de 39 millones —abstención de 45,09%, la menor en 20 años— votaron en primera vuelta. Aproximadamente 16 millones de esos votantes optaron por el cambio; por dejar atrás la forma de hacer política que ha imperado durante siglos en el país cafetero.

Las maquinarias electorales que se movilizaron el 13 de marzo para asegurarse sus bancas en el Congreso, no hicieron presencia de igual forma en la primera vuelta del balotaje cuya segunda instancia será el 19 de junio.

La sorpresa electoral fue el pasaje a segunda vuelta del ingeniero Rodolfo Hernández (77) exalcalde de una ciudad mediana, Bucaramanga, desconocido hasta hace poco en todo el país. Obtuvo 5´953.199 de votos (28,15%).

El candidato de izquierda Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá que intenta por tercera vez llegar a Casa de Nariño, reiteró una notable votación de 8´527.421 (40, 32%). 

Casi medio millón de votos más que lo obtenido en 2018, pero dejando la impresión de que llegó a su techo. En la noche del domingo, Petro admitió que para ganar necesita de un millón de votos más.

¿A la Derecha? No: La decepción vivida por otro sector ciudadano fue no pasar a segunda vuelta con el candidato de la derecha y el establecimiento, también identificado por una mayoría ciudadana con el continuismo. 

Federico Gutiérrez obtuvo 5´058.002 de votos (23,91%), quien en la noche en que admitió su derrota comprometió su apoyo incondicional a Hernández. En días posteriores al domingo 29/5, referentes del uribismo sumaron su apoyo a Hernández.

En cuarto lugar quedó Sergio Fajardo, de centro, con 888.579 votos (4,20%), quien tiene una proximidad con Hernández, aunque su candidato a vicepresidente ya adhirió a Petro y, presumiblemente, esos más de ochocientos mil votos se prorratearán entre ambos candidatos.

Sorpresa: ¿Qué pasó para que un señor desconocido, renuente a debatir con otros candidatos; con la bandera previsible de la anticorrupción y gruesos insultos a toda la clase política colombiana logre el apoyo de un significativo sector ciudadano? 

¿Qué ocurrió para que sin explicitar un programa de gobierno y más bien manejándose con frases genéricas y hasta incurriendo en aberraciones como autodefinirse admirador de Hitler; o proponer el retorno de la mujer al hogar para dejarles la conducción política a los varones, hoy tenga, además de manejarse con grosería y hasta violencia, firmes posibilidades de ser el nuevo presidente de Colombia? 

Horas después de conocerse el resultado de la primera vuelta, Hernández mediante su cuenta de Twitter —las redes sociales han sido su medio por excelencia— rechazó el uso de glifosato para erradicar cultivos ilícitos, se opuso al fracking

Se mostró partidario de legalizar la marihuana recreativa, así como su aceptación del matrimonio igualitario, de la adopción por parejas del mismo sexo y una posición favorable al aborto encuadrado en la normativa vigente.

¿Sólo en Colombia? No es un fenómeno electoral exclusivamente colombiano. En las elecciones de 2018 de Costa Rica, también un desconocido, Fabricio Alvarado, apoyado por las iglesias evangélicas, saltó de un 3% en las encuestas a obtener la mayoría en primera vuelta (24,79%) por sobre el candidato del establecimiento, Carlos Alvarado (21,76%), quien en la segunda instancia pudo llegar a la presidencia. 

Y en las recientes elecciones del país centroamericano, otros outsider, Rodrigo Chaves, con denuncias de acosador sexual, y con un procesamiento que lleva adelante el Tribunal Supremo de Elecciones por financiamiento ilegal de su campaña, pasó de un 16,78% de los votos en primera vuelta, a ser electo presidente con el 52,9% de los votos, derrotando al candidato del establecimiento.

También Uruguay, país con voto obligatorio y rica historia electoral con partidos que han alternado en el poder, conoció el fenómeno outsider

Un hombre casado con la hija del  magnate ruso Dmitri Rybolóvlev —dueño del club Mónaco de Mónaco— Juan Sartori, también director en Union Acquisition Corp que cotiza en la Bolsa de Nueva York. 

Aquel candidato nunca había votado en ese país del que había emigrado 20 años antes, tras ser conectado en Europa a la política uruguaya por un hombre de confianza del ex presidente José Pepe Mujica, casi gana la interna del Partido Nacional— hoy en un gobierno de coalición—  uno de los partidos de los dos partidos uruguayos nacido en 1836. 

Sartori prometió crear cien mil puestos de trabajo, o que «todos van a tener acceso sin costo a los medicamentos que necesitan»; y con base en sus millones de dólares sacudió el establecimiento político. 

Y demostró que también esa democracia podía ser dañada a punta de billetes y promesas irrealizables. ¿Qué fue del personaje? Obtuvo una banca en el senado uruguayo al ser votado por 96.000 uruguayos.

Los antisistema, los outsider, o presidentes sin respaldo parlamentario, se han sucedido en otros países de la región. En Perú, mediante balotaje disputaron la presidencia en 2021 dos candidatos que obtuvieron en primera vuelta un 19,09% y un 13,35% de los votos, respectivamente. 

Resultó electo el izquierdista Pedro Castillo y ahí está en zozobra permanente a raíz de que en 130 legisladores cuenta solamente con 22 congresistas. 

Además, reconoció no estar preparado para gobernar en medio de varias investigaciones por denuncias de presunta corrupción en relación a la adjudicación de la compra de biodiesel, de presiones en los ascensos militares y de una licitación para construir un puente en la región de San Martín.

En Ecuador, Guillermo Lasso, exbanquero de derecha, miembro del Opus Dei, apenas llegó a segunda vuelta con un 19,74 % de los votos. 

Derrotó en segunda vuelta al candidato favorito, el heredero de Rafael Correa, Andrés Arauz, (52,48% a 47,52%), pero al no contar en la práctica con legisladores propios, se le dificulta enormemente la gobernanza. 

El Partido Social Cristiano que lo apoyó, suma 19 bancas (en 142 legisladores) y el socio electoral de Lasso, el movimiento Creo, con 12 congresistas no son suficientes para impulsar proyectos propios. 

De los 70 votos requeridos para leyes o resoluciones importantes, el presidente eventualmente cuenta con 31votos.

Lo mismo en Chile donde el flamante presidente Gabriel Boric ya ha perdido apoyo: la desaprobación creció al 53% en menos de dos meses de gobierno. En 155 diputados, Boric cuenta con 37 legisladores y 5 senadores en 50, además, tiene la incertidumbre de una nueva Constitución a ser aprobada o no.

Descontento y movilización: No debería haber sorpresas. Latinbarómetro hace años que viene alertando sobre el descontento de la ciudadanía latinoamericana para con la democracia; sobre el descredito de los partidos políticos; y sobre la desconfianza en las instituciones. 

Paralelamente la región ha experimentado un legítimo y explicable auge de la participación ciudadana (acicateada por la eterna inequidad regional) a través de la sociedad civil, no siempre acertada y en ocasiones infiltrada por el vandalismo y/o el crimen organizado, e intereses ajenos, que canalizan ese descontento creciente con el devenir político latinoamericano.

El presidencialismo vigente en Latinoamérica lleva a creer que un presidente lo es todo, aunque como en el caso colombiano Hernández apenas cuente con solo con 2 diputados, cuando en realidad hay otros factores clave para la gobernanza. 

Por ejemplo, la correlación de fuerzas parlamentaria, el papel de los presidentes respecto a los partidos (que muchas veces no son líderes partidarios) en otros casos favorecen el caudillismo y el empoderamiento de algunos jefes de Estado que creen poder modificar a piacere los sistemas constitucionales.

El otro contendor hacia el 19 de junio en Colombia es visto con desconfianza por un importante sector de la ciudadanía. Y ese karma lo perseguirá aunque gane la elección. Petro ha pagado precio a su condición de «izquierdista», cuando la actual izquierda latinoamericana se identifica con calamidades: 

Más de seis millones de emigrados en Venezuela (según ACNUR) tras la crisis humanitaria en la que el chavismo sumió al que fuera uno de los países más ricos de la región, aunque con estruendosas desigualdades. 

La dictadura de más de 60 años en Cuba, donde por manifestarse en la calle un ciudadano es condenado a nueve años de prisión. O la dictadura nicaragüense, que superó todo lo predecible en materia represiva con asesinatos de manifestantes mediante francotiradores y encarcelamiento de todo aquel que se atreva a proponerse como candidato opositor a una elección. 

Sin olvidar el «progresismo» peronista que encarnan Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner en una Argentina con 18.500 pobres y casi cinco millones en la indigencia .

Los casos de Uruguay (gobernado 15 años por la izquierda sin que ello alterara el régimen republicano), o del mismo Chile, y también del Brasil gobernado por el PT, donde más allá de la corrupción probada en sus administraciones, no se apartó del sistema democrático. 

Aún así, no parecen generar suficiente confianza en la mayoría de la ciudadanía colombiana. El 19 de junio quedará sellado qué tipo de cambio elige Colombia.

Referencias: https://chequeado.com/ultimas-noticias/espert-20-millones-de-personas-son-pobres-en-la-argentina/

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