Los países más perjudicados en el mundo por la pandemia del COVID-19 son los de Latinoamérica. Sin embargo, por el atraso ideológico y la falta de discernimiento que se presentan en vastos sectores de la población, todavía no se han podido medir las repercusiones calamitosas que tendrá la crisis sanitaria en la región. Aun así, dentro del alucinamiento latinoamericano del que habló García Márquez en 1982, cuando recibió el premio Nobel de Literatura, nos encontramos que en el Perú un miembro de la secta comunista del marxismo- leninismo puede ganar la presidencia de ese país el próximo 6 de junio, lo que representa un ultraje a la sensatez. Y para completar, en Colombia, desde hace más de un mes, el terrorismo y el vandalismo hacen de las suyas, amparados en un paro nacional. Esto de suerte que el dilema para la región a futuro es entre calamidad o integración.
Pero pensar en una integración latinoamericana, con gobiernos como el de Cuba, Venezuela con Nicolás Maduro, Bolivia apuntalado por Evo Morales, Argentina con Alberto Fernández y Daniel Ortega en Nicaragua, eso es una verdadera calaverada. Esto lo decimos con ocasión del COVID-19 o peste china, que ha tenido profunda incidencia en nuestra región desde lo sanitario, lo económico, lo político y lo social. Por eso hacer alianzas con los regímenes antes mencionados no ayuda en nada, y en cambio aumenta las desgracias y sufrimientos para nuestros pueblos, puesto que el marxismo-leninismo en todas sus presentaciones es una maldición para las naciones, pues sus fundamentos son la dictadura, la miseria y la violencia como condiciones necesarias para existir.
Hugo Chávez, azuzado por Fidel Castro, quería montar algo parecido a la Unión Soviética de Latinoamérica, no propiamente para el progreso de las naciones de esta parte del mundo, sino para reeditar esa gigantesca dictadura totalitaria y fracasada, porque los alucinados que siguen a la estafa comunista del marxismo-leninismo, han creído que el engendro del comunismo totalitario es “ todopoderoso”, debido a que siguen insistiendo en los fetiches del materialismo histórico y la inevitabilidad, advirtiendo que la doctrina absolutista de Marx es indudablemente supersticiosa, inhumana y antihistorica.
Durante el gobierno de Donald Trump se pretendió poner en peligro la globalización de la economía, lo cual indiscutiblemente hubiera conducido a una gran recesión en Latinoamérica, debido a que el país del norte al ser la primera economía del universo, perjudicaría enormemente a los productos de nuestras naciones, que representa aproximadamente el 20% del total de las exportaciones que van a EE. UU.
Los regímenes del socialismo del siglo XXI o neomarxistas a los cuales hemos hecho mención, como dice el adagio, “no tienen ni arte ni parte”, en una auténtica integración latinoamericana, porque sabemos hasta la saciedad que por ser el comunismo estatista, burocrático y embrutecedor su única preocupación es montar camarillas o nomenclaturas, para parasitar a perpetuidad con la cosa pública, aplastando la libertad y la democracia.
Es bastante gracioso ver a los seguidores de la llamada izquierda, especialmente la marxista, desgañitarse en contra del imperialismo, como excusa para ocultar el fracaso de los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero si el gobierno de Donald Trump hubiera cerrado las importaciones que llegan de los países del sur, la mamertería no hubiera tenido respuesta, creyendo todavía que a base de discursos demagógicos y miserabilistas iban a enfrentar lo que se les venía pierna arriba a las naciones de esta parte del mundo.
A la camarilla zángana del partido comunista cubano no se le puede olvidar, que ha recibido durante más de 50 años cerca de 300 mil millones de dólares que le regalaron la URSS y Venezuela. Además el caso venezolano es más patético porque durante 18 años de chavismo se cometió un descomunal latrocinio con los recursos de la venta de petróleo, cuantía que ningún país de la región ha recibido; siendo absoluta la miseria de las masas en la patria de Bolívar, sin embargo el zafio de Nicolás Maduro se exculpa con el cuento de la “guerra económico y el bloqueo”, así que con esa presentación a los regímenes del socialismo del siglo XXl hay que marginarlos de una integración.
Hugo Chávez, en su burocratismo marxista, creía que la unión de Latinoamérica se hacía mediante aparatos, por eso creó el Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América), la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), Petrocaribe y el Banco del Sur, del cual todavía no se le conoce su desarrollo y sus iniciativas, también ayudó a formar otro aparato conocido como Unasur (Unión de Naciones Sudamericanas) con todos esos embelecos lo que buscaba el difunto presidente, era empoderar las ideas nefandas del socialismo del siglo XXI, ignorando la genuina unificación.
Simón Bolívar en la carta de Jamaica, en Kingston del 6 de septiembre de 1815, planteaba la construcción de una sola nación en el Mundo Nuevo, por su origen, lengua, costumbres y religión, que debería tener un solo gobierno con una confederación de estados, sin embargo veía la imposibilidad de ese proyecto, por los climas remotos, situaciones diversas e intereses opuestos que dividen a la América.
José de San Martín, el otro libertador de América, de la misma manera quería que se lograse una integración que abarcara todos los frentes de su época, en lo económico con una unión aduanera, en lo político para garantizar la defensa común y en lo social reivindicando la cultura latinoamericana, de ahí podemos observar que nuestros próceres desde los albores de la independencia buscaban la unidad de nuestros pueblos, pero en la contemporaneidad para la integración se tiene que descartar la vileza del marxismo, que con el socialismo del siglo XXI pretende crear una esclavitud en las naciones de América Latina, mediante dictaduras oprobiosas eternas.
Un mercado común latinoamericano, empujado por países como México, Brasil y Colombia, entre otros, podría ser la solución, porque una realidad nos trae otra realidad, a la que se debe enfrentar con inteligencia y valor, ya que frente al chovinismo, censura migratoria y el mercado con norteamérica, la unidad con naciones de gobierno responsables es la salida frente a la crisis de la pandemia que nos regaló el partido comunista chino, y para llegar a la integración de todos los países, algunos de ellos se deben liberar de la deformidad del marxismo-leninismo.