“Las realidades sociales iluminan las tinieblas de la desigualdad y la indiferencia”
La Organización de las Naciones Unidades (ONU) se pronunció frente a la emergencia ocasionada por el coronavirus que “El mundo se enfrenta a la peor crisis desde la segunda guerra mundial”, dicha afirmación demuestra la urgencia que tienen los Estados del mundo ante un Covid19 que nos obliga a repensar el método de las actuaciones sociales.
Latinoamérica no ha sido ajena al común denominador que vive el resto del mundo, la propagación del virus día a día se expande cada vez más y a su vez extingue la vida de sus huéspedes. Los sistemas constitucionales latinoamericanos jamás habían previsto una contingencia como la actual, por ende, jamás se preocuparon por ajustar sus políticas sociales ante una eventual y verdadera contingencia, toda vez, que sistemas democráticos tan jóvenes tienden a monetizar la vida antes que protegerla y brindarle dignidad, en palabras del maestro Carlos Gaviria Díaz: “Hay que descreer que la democracia es la mejor forma de gobierno, Sócrates les enseñaba a los jóvenes que todo debía pasar por el tamiz de la razón, todo debería ser cuestionado y no “tragar entero”, incluso el mismo gobierno que en ese momento prevalecía en Atenas que se hacía llamar democrático”.
El siglo XXI se ha caracterizado por unificar el ciclo de vida de los seres humanos a través de densos estereotipos sociales que deben seguirse hasta el fenecimiento de la vida del individuo, los grandes hechos históricos de la humanidad se han caracterizado por mutar las realidades sociales hacía condiciones de vida más dignas, velando por la prevalencia y respeto hacia los Derechos humanos, sin duda alguna, una característica inalienable del pueblo latinoamericano es la semilla de la solidaridad que comienza a germinar los corazones de los pueblos cuando la situación lo amerita.
Latinoamérica vive una gran encrucijada que puede servir como excusa principal para replantear y preguntarnos si efectivamente estamos cumpliendo los objetivos comunes de ser actores útiles dentro de la sociedad y de preservar la vida, Latinoamérica debe preguntarse si efectivamente el liderazgo del insano presidente de Brasil Jair Bolsonaro es la mejor solución para contener las crisis o por el contrario es la muestra de cómo vilmente el ser humano solo debe aporta a su país desde lo económicamente productivo. En tiempos en donde la incertidumbre golpea a los confinados y no confinados debemos hacer un alto en el camino, examinar y proponer la evolución de un nuevo contrato social que nos haga más humanos ante el mundo.
Los pueblos andinos deben recordar que cuando las tinieblas tiñen la vida de las personas es en donde nacen sus mejores ideas, un claro ejemplo de ello es lo que Europa llamo en el siglo XVIII la ilustración, periodo en el cual nos regaló una amplia baraja de ideas universales que hicieron cambiar la idea que se tenía del mundo. Seria pues un crimen de Estado no hacer nada en momentos históricos en donde el mundo nos pide a gritos un cambio. Aunque Latinoamérica con lo mucho o lo poco es solidaria y dispuesta a enajenarse de los anteojos de la indiferencia, de ayudar al más necesitado, de ver las necesidades de los pueblos como oportunidades de ser mejores como sociedad, honremos lo que Abraham Lincoln diría el 19 de Noviembre de 1863 en su discurso en Gettysburg: “El mundo notará muy poco, ni recordará por mucho tiempo, lo que digamos aquí; pero nunca olvidara lo que ellos hicieron. Corresponde a los vivos, a nosotros continuar la obra incompleta de los que han peleado incansablemente con tanta nobleza”.