Las relaciones entre la Confederación Rusa y la República Popular China con Latinoamérica antes de la pandemia son heterogéneas. No obstante, ambas tienen similitudes desde el punto de vista de la cooperación sur-sur, en contraposición a las norte-sur, como las que han exhibido EE. UU. y la Unión Europea con su mal llamado “patio trasero” a través del tiempo. En efecto, mientras que los primeros en promedio conciben que cada Estado-nación tiene sus peculiaridades y se basan en relaciones económicas, con EE. UU. se ha promocionado desde la dependencia, como dijo Prebisch. Lo anterior ha ocasionado, entre otras cosas, cooperaciones asimétricas tanto desde lo socioeconómico, lo socioambiental y lo político. Este último muy de moda por parte de EE. UU. con la incursión de fuerzas armadas en territorios latinoamericanos cuando algún interés de ellos es socavado, y negando el desarrollo de la gran mayoría de estos países.
Países que han sido fuertes críticos frente a los Consensos de Washington y los de Basilea son los que tienen mayores nexos comerciales con estos gigantes como lo son Brasil, Argentina, Venezuela, Cuba y Bolivia. También se podría afirmar que existen cooperación con Nicaragua, México, Ecuador y el Salvador. En promedio, las relaciones se basan en reciprocidad entre países. Por un lado, los emergentes y los que necesitan ampliar u dinamizar sus servicios como sus bienes en un mercado global como los latinoamericanos.
El comercio bilateral se promociona con los chinos desde las materias primas en promedio y de Rusia con la venta de armas. Se podría afirmar que dados los procesos históricos como coyunturales (la guerra comercial entre EE. UU. contra China y la guerra simbólica entre EE UU. y la Confederación Rusa) China se posiciona como un gran socio comercial para países como Brasil y Argentina y Rusia se basa en mantener las reservas y el control geopolítico sobre Venezuela, ya que este último es uno de los países con las mayores reservas de hidrocarburos.
Asimismo, las relaciones bilaterales se basan también en una crítica total al unilateralismo como el discurso hegemónico de EE. UU. desde la Segunda Guerra Mundial, en virtud que ambos conciben un mundo multimodal en que el comercio sea el pivote de las relaciones y no la política. Sin negar que los primeros acercamientos entre Latinoamérica con China y Rusia se basan sobre todo en similitudes políticas.
Es decir, si Latinoamérica quiere superar su dependencia de EE. UU. es necesario que busque otros nichos de mercado y relaciones comerciales. Una de ellas puede ser la gestada entre estos países, ya que tienen matices muy diferentes a las orquestas con EE. UU. Un ejemplo de ello, además de comercio bilateral recíproco, es que los países latinoamericanos tienen más posibilidades de adquirir financiación como inversión para sus proyectos, muy diferente a la ofrecida por los entes multilaterales como el FMI y el BID, que son instrumentos de geopolítica de EE. UU.
Para terminar, el presente escrito es derivado de varios artículos que se están realizando sobre las relaciones bilaterales antes de la pandemia entre Latinoamérica con China y con la Confederación Rusa. Estos esperan ser entregados para su revisión y posible publicación antes del primer semestre del año en curso.
