Con uno o dos días de diferencia después de haberse conocido la noticia de la suspensión de los estudios del metro subterráneo en Bogotá, apareció en la cuenta de Twitter del alcalde electo, Enrique Peñalosa, la simulación digital o render de cómo se vería el metro elevado sobre la Avenida Caracas, entre calles 23 y 24. Realmente la imagen ya había sido publicada en la cuenta del burgomaestre en agosto de este año, cuando este era aún candidato al puesto y muchos (como este escritor) veíamos con escepticismo el que volviera a pisar el Edificio Liévano. Entonces esta imagen no estaba destinada a ser más que uno de tantos renders que terminan olvidados en los foros de internet, pero hoy el escenario es inquietantemente diferente.
A primera vista, el render es algo dulzón y hasta simpático con sus buses articulados desocupados. El prostíbulo de La Piscina se ha convertido en una especie de plaza pública (¿es en serio?) y la “autopista para bicicletas” elevada que genera más preguntas que respuestas (si ya fue aterradora la escena del señor de gorra y un cuchillo saltándole a un ciclista, ahora imagínense eso mismo pero a 15 metros de altura). Pero lo que debe llamar la atención es precisamente aquello que pasa por debajo, lo que no se muestra mucho, esa “zona gris” detrás del viaducto del metro y en la que el ilustrador ha repetido sin mucho interés un edificio cualquiera.
Este edificio cualquiera es en realidad un destacado ejemplo en el sector de arquitectura con lenguaje Art Decó y se ubica en la esquina de la Avenida Caracas con calle 24. Fue mandado a construir por Elena Izquierdo y se terminó en 1941, periodo en el que la vía se transformó gracias al austriaco Karl Brunner de una simple línea férrea a un elegante park way franqueado a lado y lado por lujosas edificaciones habitacionales. Fue así que el ambicioso proyecto se convirtió en la avenida de las postales de Bogotá. Posteriormente, sucesivas intervenciones desafortunadas terminaron por borrar el paseo ajardinado y por cambiar el uso del suelo, con lo que las casonas y edificios se convirtieron en inquilinatos, moteles y comercio de autopartes. Quienes pasen a diario por esta esquina recordarán que no hace mucho la deteriorada fachada del edificio de Elena Izquierdo seguía el triste destino de la avenida, hasta que fue deshollinada y refaccionada por la gestión de los habitantes del edificio.
Como pasa con este edificio, muchos propietarios y habitantes de las edificaciones de la Avenida Caracas luchan contra el abandono, la desidia, la inseguridad, el estigma social y el deterioro del centro. En lo que no recae el “alcalde urbanista” es que un metro elevado, pasando a pocos metros de las fachadas de la Avenida Caracas, significa la pérdida de la batalla para estas edificaciones debido a la contaminación sonora, la sombra y la pérdida de la vista, sumados a los ya nombrados lastres. Y si se quiere ser más dramático aún: como ha sucedido en otras ciudades donde los viaductos (autopistas o metros elevados) se han convertido en duras barreras que parten en dos el tejido urbano, el metro elevado podría significar la pérdida de la batalla para los sectores que quedarían al occidente de este como Los Mártires, Santafé, La Estanzuela, La Favorita, La Sabana… lugares todos estos en los que se adelantan esfuerzos de recuperación urbana como parte de la tarea aún no resuelta por Bogotá de densificar su centro y revitalizar sus sectores deteriorados. Pero al parecer estos son temas que el nuevo-viejo alcalde ubica en una indefinida zona gris.