Lemebel, el documental de Joanna Reposi, narra muchas de las luchas y apariciones del escritor chileno. Estas han resultado tan difíciles de ignorar que cuatro años después de su muerte el estreno audiovisual llenó una sala de la Cinemateca de Bogotá en pleno cierre del Ciclo Rosa.
Pedro Lemebel, quien utiliza este apellido porque su abuela materna lo inventó cuando salió de casa de su abuelo con sus hijos y porque consideraba que llevar el apellido de su padre era violento, hablaba del rol de los colectivos en los derechos de género, del performance como herramienta política, del poder de la calle.
En el aparte de una entrevista publicada en el documental le preguntan por su violencia, él se limita a responder “toda minoría es juzgada de violenta” y amplía su tesis mostrando cómo lo que nos molesta son los pobres, las putas, lo que trae mal olor e incomoda y termina mencionando un grupo que a hoy no debería ser una minoría: las feministas.
Es inevitable relacionar estas palabras con lo que está pasando con las hermanas mexicanas: la violación a una mujer por parte de la policía, los hechos de crueldad y la ofensiva indiferencia las llevaron a generar desmanes en el DF (incendios, vidrios rotos y hasta un repartidor de Uber Eats resultaron siendo los protagonistas de una movilización legítima que se salió de control). Pero aquí es muy válido preguntarse: ¿por qué la gente reaccionó ante esto cuando lo que primero se salió de control fue la violencia machista?
Porque si las mexicanas fueron violentas en su forma de protesta, vale decir que es más violento que la anatomía femenina se haya abusado tanto que se desgarró hasta convertirse en un cuerpo político. Resulta más violento que los medios registraran los negocios acabados deslegitimando el feminismo y no registren la violación, deslegitimando a los policías. Lo que es verdaderamente violento es que se hable de las paredes cubiertas de rayas y no de las mujeres desesperadas que vieron en eso una forma de gritarle al establecimiento que las están matando.
Finalmente, y después de los vidrios rotos el gobierno, decidió sentarse con el movimiento feminista y se pactó, entre otras cosas, que no habrán carpetas de investigación en contra de las manifestantes de la marcha y una disculpa pública por la criminalización de la protesta. En materia de derechos, a partir de este mes habrá en México un protocolo de protección a las víctimas de la violencia machista y profesionales con enfoque de género en la Fiscalía y Centros de Atención.
Si hay algo que posiblemente no podré concluir después de Lemebel y de la “violencia” de las feministas es si esta violencia que tanto les incomoda no es más que el terror que sienten de imaginarse que su estructura se va a caer mientras a ellos les queda sentarse a negociar con esa diferencia que no dejará de darles asco.
