El año pasado la humanidad entera fue víctima del Partido Comunista de China, que desde ese país permitió la expansión por el mundo del COVID-19 o peste china, que ha causado gran cantidad decesos y contagios, a lo que hay que agregar el aumento en millones de desempleados y hambrientos en el planeta, con una recesión económica que afecta principalmente a las naciones pobres.
Frente a este panorama apocalíptico, causa asombro la mansedumbre de prácticamente todos los gobiernos ante el régimen chino, pues siguen priorizando las relaciones comerciales con Pekín por encima del factor humano, como si el mercado fuera el principio y el fin de todas las cosas, cuando está de por medio la vida que ha sido ultrajada en toda la tierra por el comunismo chino, que por la sublimación a la burocracia estatal, no midió las consecuencias catastróficas de sus actuaciones en contra de la existencia de la especie humana, por el manejo que le dio al COVID-19 desde un principio.
Cabe recordar que ante la terrible situación que se está viviendo en la tierra con la plaga que actualmente la aflige, el progreso económico chino, no se dio por un milagro o por el gran salto, la revolución cultural, la colectivización o que la tumba de Mao Zedong (fallecido en 1976) fuera una guaca, sino que ese desarrollo ocurrió, por las grandes inversiones del capital extranjero en el país asiático, especialmente de EE. UU., pero como dice el adagio popular: “así paga el diablo a quien bien le sirve”, la camarilla comunista china, como agradecimiento “regaló” la plaga del COVID-19 que tiene en consternación al planeta.
China, en la década de los setenta del siglo pasado, se aprovechó de la estupidez latinoamericana, puesto que ese proyecto de las transnacionales era para esta región con lo que se denominaba el “plan básico”, pero con los gobiernos de aquel entonces a principios de los años 70, como el de Allende en Chile, Perón en Argentina, Torres en Bolivia y Velasco Alvarado en Perú, eso era muy difícil, a lo que se debe agregar el resentimiento en contra de Norteamérica y otros factores como la subversión comunista en algunos países; todo ello evitó que se plasmara esa iniciativa, además de considerar a las transnacionales de cáncer en la región, lo que históricamente dice mucho sobre el atraso de Latinoamérica.
El partido comunista chino, responsable de la peor desgracia que ha vivido la humanidad en las últimas 7 décadas, se alió hace 44 años con las grandes corporaciones económicas internacionales, lo que conllevó a que se fortaleciera el neoliberalismo, la flexibilización laboral y el globalismo, perjudicando los derechos adquiridos por los trabajadores en diferentes partes del mundo, significando que el progreso que ostenta hoy la China, es inversamente proporcional a la deplorable situación de los trabajadores en los diferentes países, en los que se han cerrado factorías por costos laborales, debido a que los empresarios buscan lugares en donde la mano de obra sea mucho más barata.
Las inversiones que realizaron las principales economías del mundo en su momento en China, están de acuerdo con lo que expresaba el genocida ruso de Lenin: “los capitalistas nos darán la soga con la que los ahorcaremos” y eso se está cumpliendo actualmente con la plaga china; enfatizando que la nación en mención es capitalista en lo económico, pero políticamente es una dictadura comunista que le conculca los derechos a los ciudadanos, como las libertades políticas, de información, religiosas, sindicales y otras; amén de que es el país que más contamina al planeta con sus emisiones de gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global, generando el 30% a nivel mundial del dióxido de carbono que va a la atmósfera, o sea 12 mil millones de toneladas anuales, doblando en esa tragedia a EE. UU., siendo la contaminación de China el principal factor que pone en peligro la vida en la tierra, para un futuro que parece no muy lejano.
Por la perversidad comunista, el COVID-19 hace parte de la aplicación práctica del marxismo leninismo, porque nadie puede defender al comunismo acerca de su carácter criminal y burocrático; dado que es difícil ignorar que el principal genocida que ha conocido la historia en todos los tiempos, es Mao Zedong quien durante su gobierno en China fue el responsable del asesinato de 82 millones de personas, demostrándose que a los más conspicuos líderes comunistas poco les importa la vida, ya sea por el COVID-19 o el calentamiento global, visto que lo que les interesa es el poder, así tengan que gobernar en los cementerios, el desierto o en los mismísimos infiernos.
El país “socialista, próspero, hermoso y democrático”, que promociona la propaganda del partido comunista chino, ha sido un desastre para la tierra, desde lo sanitario con el COVID-19, lo ecológico, político y económico, en donde la globalización criticada por Donald Trump en la 74 Asamblea de la ONU indudablemente al país que más le ha convenido es a China, en perjuicio de otras naciones especialmente las del tercer mundo.
De manera incontrovertible, las víctimas del COVID-19 son el personaje del año 2020, a consecuencia de que una tragedia como esta no había tenido ocurrencia en varios años, para lo cual la reflexión sobre el asunto debe de ser de la mayor objetividad posible, sin exculpaciones políticas a la manera como lo pretende hacer el Partido Comunista de China, que para eludir su absoluta responsabilidad, lo hace manejando la propaganda y el comercio para que la humanidad se olvide de su culpabilidad, contando en los diferentes países con sus adláteres, que con variados medios buscan ocultar la responsabilidad del régimen chino; sin embargo, los demócratas no deben de cejar en señalar al causante de la calamidad que ha traído la peste china.