No fueron inspiradas por las playas de Cartagena de Indias y tampoco fueron creadas por un compositor del Caribe, como muchos creen, sino por un poeta nariñense que nació en 1910, quien amaba Tumaco.
Faustino Arias vino al mundo en Santa María de las Barbacoas, estudió en el Colegio María Auxiliadora de Quito (Ecuador) y se graduó de Administrador Público en Panamá. Lo suyo no fue casualidad.
Los nariñenses siempre han tenido que estudiar fuera de su tierra porque el gobierno nacional le ha prestado muy poca atención al departamento, y la oferta educativa ha sido, y sigue siendo, muy deficiente. Parece que la única región que rechazó vincularse a la causa de Simón Bolívar –y por ello sufrió el azote implacable del “libertador”–, solo ocupa un espacio protocolario en el mapa de Colombia. La inversión en obras, salud y educación brilla por su ausencia.
Arias amaba el mar y las playas de la Isla de Bocagrande en Tumaco. Del matrimonio místico entre el poeta y aquella playa paradisíaca solo pudo surgir una canción, más que una canción, una joya de la música como es Noches de Bocagrande.
Por un buen tiempo la creación permaneció guardada en el cuaderno de Arias, aguardando impaciente la llegada de su momento de gloria, que llegaría poco después gracias a un trío de jóvenes músicos, también nariñenses, el Trío Martino: Sixto Insuasty, Luis Criollo y Hugo Ordoñez –en reemplazo de Alberto Mora–, se encargaron de darle vida al tema en 1966. El éxito fue total. La canción se hizo popular en América Latina y el trio de músicos, que eran apenas principiantes, alcanzó la fama. Después vendrían éxitos como “Triunfamos” y “Para que no me olvides”, entre otros.
El pasado fin de semana colapsó el arco de El Morro que por muchos años fue el ícono de las playas de Tumaco, el lugar donde todos los turistas se fotografiaban. El arco cayó de noche, afortunadamente, en un momento en que no había nadie posando debajo de él. Sabía que los locales y visitantes lo amaban, pero tenía que irse y lo hizo sin lastimar a nadie. Hoy lo extrañan, algunos lo lloran como si hubiesen perdido a un ser querido. Ya era parte de sus vidas.
Pero es justo decir que Tumaco y el Departamento de Nariño son mucho más que el viejo arco de piedra. Es una región de gente buena y altiva que entrega su amistad incondicionalmente, una tierra donde los hermosos paisajes son la regla y no la excepción, abundante en riquezas naturales que solo los foráneos valoran.
No gaste sus dólares en Varadero, Ipanema, Miami Beach o Bora Bora. Esos destinos ya son historia. Le recomiendo que no viaje a Cancún –lea las noticias; maltratar y devolver al turista colombiano se volvió costumbre–, en el Pacífico colombiano está la playa más hermosa, conózcala antes de que se convierta en un destino atestado de turistas de todo el planeta. Disfrute del mejor pescado y los mejores mariscos a precios muy cómodos, no espere a que lleguen a Bogotá –la gran mayoría de frutos del mar que se consumen en la capital provienen del pacífico– y deba pagar un precio exorbitante por diez langostinos. Viaje a Tumaco con su pareja o su familia, pero hágalo en una semana con luna llena, ah, y no olvide pedir una hamaca… no tardará mucho en comprender porque dicen que las noches en las playas de Bocagrande son mágicas.