En estos días había descubierto que aquel verso, para mi inmortal de Giovanni Quessep, nuestro amado poeta sucreño: No todo es tuyo olvido/ algo queda, es una reminiscencia de otro de Safo aquella lejana poetisa, Saffo si se dijera en italiano.
Y ahora podría parafrasearse a propósito de la pelea que tenemos contra el coronavirus. Este virus nos ha retado. No ha llevado contra las cuerdas, pero todavía no nos ha ganado. Bueno…todavía no se sabe.
Pero la esperanza podría estar en la siguiente frase que extracto de “El virus que bloquea el mundo”
Dice así: “La caída de entre un 15% y un 40% de la producción en algunos sectores industriales clave de este país (léase China o USA, sin problema) ha reducido en un cuarto las emisiones de gases de efecto invernadero, según datos del Centro de Investigación sobre la Energía y el Aire Limpio, una organización finlandesa. Nota: Cursiva y negrillas mías.
Entonces si el advenimiento del coronavirus nos demuestra que si podemos disminuir la carrera letal contra las emisiones, podremos decir: No todo es tuyo, coronavirus/ Algo queda.
Y el artículo citado dice: “Pero la crisis que hace temblar a parte de la humanidad en este inicio de década venía de otro lugar y era otra cosa. Finalmente el big one —la gran crisis, el gran terremoto, la amenaza agazapada que podría cambiarlo todo— no apareció bajo forma de atentado masivo, guerra ni recesión económica. No tenía el rostro de Vladímir Putin ni de un oscuro terrorista del moribundo Estado Islámico. Era algo distinto: un agente minúsculo —unos 125 nanómetros, es decir, 0,000125 milímetros— localizado quizás en un mercado de una populosa ciudad en China, aunque el origen exacto sigue envuelto en una nebulosa”.
Entonces el virus está demostrando que aun sin voluntad política, obligados por la acción letal de un ser tan extremadamente pequeño, el mundo puede mejorar. Y la pregunta sería, a qué precio. Qué precio de vidas humanas, no de pérdidas de mercados como nos han estado obligando a hablar o, como prefiere Trump que hablemos, pues siente que si se cae la economía pierde las elecciones.
Todo parece indicar que nos saldrá barato, pues empezó en China y allá, se dice, ya se superó el primer pico de infección y hay que ver las proporciones: “China representa el 17% de la economía mundial; el 11% del comercio, el 9% del turismo, el 40% de la demanda de algunas materias primas. Es el país más poblado: 1.400 millones. Es la fábrica del planeta, un experimento de turbocapitalismo gobernado por un régimen autoritario, la potencia que ya no es solo económica y disputa a EE UU la hegemonía mundial, el gran triunfador de la última etapa de globalización de los bienes y servicios iniciada hace una treintena de años”.
Entonces si nos sale barato en vidas humanas…aunque todavía no se sabe; y además aprendemos que podemos bajar las emisiones letales de efecto invernadero, el triunfo del virus será estruendoso; debería ser casi nuestro aliado: ¡Salvó el solo, solito, la Tierra!
¡Y nosotros llenándonos de discursos. ¡Puras estupideces podría haber razonado el virus!
Pero. ¡Alto allí! Pensemos mejor. ¿Por qué aparece el virus?
“Es porque estamos entrando en contacto con estos animales, plantas y criaturas. Perturbamos ecosistemas diversos. Destruimos la selva tropical. Construimos pueblos y minas en estos lugares. Talamos árboles. Nos comemos los animales que viven en estos bosques. Capturamos animales salvajes y los enviamos a mercados en China. Con estas acciones nos exponemos a estos virus”.
Es decir, ya nosotros habíamos atacado el hábitat del virus y él, ni corto ni perezoso, nos está demostrando de qué está hecha la inteligencia brava y elemental de la naturaleza, aquella que es la base de todo aunque nosotros creemos serlo en vez de ella.
Y entonces el virus nos puede ganar. Empezando porque todavía puede volver a atacar en China con esa inmensa población a su merced.
Y todavía nos puede ganar en Colombia porque, que yo sepa, no habrá el número de camas necesario y suficiente, amén de otras incomodidades, de ello estoy absolutamente seguro.
O sea que le puede salir barato al mundo pero excesivamente caro a nosotros. Ya tenemos 15.000 millones de presupuesto aprobado pero, quién nos dice que eso no se pueda convertir en mermelada. Mermelada para tapar los enormes huecos de opinión que cada vez que abre la boca deja este gobierno. ¡Y las pruebas estarían al canto!
Así las cosas, cuando se den cuenta que el coronavirus puede ser una fuente enorme de mermelada, el presupuesto se quedará corto. Todavía creo que puede ser el triple y sin embargo salgamos perdiendo.
Pero dejemos esa apostilla allí y sigamos con los triunfos del coronavirus contra –o a favor según se mire- la humanidad.
El coronavirus nos ha demostrado que no somos los príncipes de la Creación. Es curioso que el mismo Papa esté recluido y los periódicos de Italia estén pendientes de su Estado vaticano. Y es que de allá no vendrá la solución. Y no es porque no pueda provenir, sino porque éste no es un problema religioso. No es de ética, ni de moral.
Incluso, en la misma Italia, ya están diciendo, que en caso de agudizarse la crisis tendrán que aceptar entregar las camas a los jóvenes y mandar a los viejos para sus casas. Y esto sería bueno si fuera democrático.
Y es el caso de Colombia. ¿Le negarían cama a un señor, digamos de la Uribe, en alguna clínica súper especializada, con ser de más de 60 años, en vez de dársela a algún joven que califique como aquellos que se usaron como víctimas de los falsos positivos?
No lo creo. Le juro que no lo creo.
Y esa es una debilidad estructural que nos atenaza y nos vuelve débiles. El coronavirus demostrará que los sistemas democráticos son débiles, no porque sean democráticos sino porque ha dejado de serlo desde hace mucho rato.
Y eso parecería saberlo el virus.
¡Lo sabe! Y será implacable, no por manes de su propia naturaleza si no por la nuestra.
El coronavirus nos demostrará que nuestras democracias no podrán salvarnos, no por democráticas, más bien porque han dejado de serlo desde hace mucho tiempo. Nuestra democracia colombiana padece desde hace mucho tiempo un coronavirus interno que la tiene podrida y hedionda y, lo que es peor, nos infecta cada día. Es más nos tiene acostumbrados a creer que la fiebre está en las sabanas y eso en el caso del coronavirus es letal.
Notas. El artículo mencionado aparece en El País de España. La notas sobre Italia en Legge, periódico italiano.