En la década de los veinte el alcohol fue prohibido en los Estados Unidos. Aunque la medida pretendía construir una sociedad alejada de los vicios y la criminalidad, se consiguió lo opuesto: surgieron grupos mafiosos que se beneficiaron de la prohibición y se apropiaron del negocio ilegal de la distribución del licor. Cuando se derogó dicha ley, las mafias que dependían de la distribución ilegal del licor migraron hacia otros negocios como la prostitución, el tráfico de armas y drogas. Como se ve, legalización fue un éxito para contrarrestar la violencia y el crimen organizado, además permitió que el Estado controlara la producción de alcohol y protegiera la salud de los ciudadanos.
Pues bien, a finales de la década de los sesenta, en Colombia se empezó a traficar marihuana hacia los Estados Unidos, negocio que traía cuantiosas ganancias. Sin embargo, más tarde dejó de ser así porque los gringos consumidores aprendieron a realizar cultivos de esta planta en sus hogares. Por ende, los traficantes de marihuana se cambiaron al tráfico de cocaína, pero como en Colombia no había suficientes plantaciones, trajeron la planta desde Bolivia y Perú. Luego, para obtener más ganancias, empezaron a cultivar acá, lo que era aún más rentable, y terminaron inundando Estados Unidos y Europa con dicha droga.
Al país ingresaron muchos millones de dólares con este negocio ilícito, pero a finales de la década de los setenta el gobierno norteamericano presionó a Colombia para que legislara en contra de la producción, distribución y exportación de cocaína hacia su país. Más adelante se expidieron algunas normas que perseguían el negocio y después se endurecieron las políticas contra las drogas. No obstante, los cultivos y el tráfico de cocaína en vez de disminuir, aumentaba debido al alto consumo en Norteamérica. Como se sabe, la prohibición y persecución de las drogas tiene un papel protagónico en el incremento del precio, dado que se encarece el producto. En este panorama, Estados Unidos se convierte en un mercado rentable para los narcotraficantes al obtener multimillonarias ganancias.
Como hemos visto hasta ahora, la prohibición y persecución de las drogas no ha tenido resultados positivos. En consecuencia, si se legaliza la marihuana, la cocaína y otras sustancias prohibidas es probable que ocurra lo mismo que con el alcohol: las mafias perderían su poder adquisitivo y el Estado podría ejercer un control sobre la producción y proteger la salud de quienes consuman estas sustancias. Además, el dinero que se utiliza en la lucha contra la droga se podría emplear para el desarrollo de programas de prevención, campañas masivas en los medios de comunicación para evitar el consumo y programas gratuitos sobre el tratamiento de personas adictas.
En Holanda, país pionero en la legalización de las drogas, los resultados han sido satisfactorios, ya que se poseen los índices de consumo más bajos de la Unión Europea. Si bien muchas personas piensan que la legalización es arrojar a las personas al mundo de las drogas, la experiencia de Holanda demuestra que estos miedos son infundados. Diseñar una política pública bien pensada donde se faciliten espacios como tiendas especiales (coffee shops) para el consumo ha permitido tener un control estatal del comercio de los estupefacientes y, a su vez, proteger a los consumidores para que no se sientan perseguidos. De hecho, Estados Unidos, país que le ha declarado la guerra a las drogas, ha empezado a cambiar su enfoque: en la actualidad existen nueve estados que permiten el uso de la marihuana de modo recreativo y para el uso medicinal (los expertos consideran que en unos cuantos años el uso de la marihuana será legal en todos los Estados Unidos).
Por nuestra parte, en Colombia el debate sobre la legalización de las drogas está abierto, aunque las voces de los grupos conservadores tienen mucho peso en la sociedad. No obstante, acá se debería dejar la doble moral con respecto a las drogas, pues los grupos radicales conservadores ven como algo desastroso la legalización de las sustancias prohibidas cuando la historia ha mostrado que sería la solución más viable. Además, muchos de los que gritan y se rasgan las vestiduras cuando se propone la legalización del cannabis y otras drogas son consumidores activos, pero vergonzantes.
Muchas personas son consumidoras de drogas psicoactivas o de alcohol, otras tantas no, esta es una decisión personal. Por lo tanto, la legalización significa el respeto a las libertades individuales; el ahorro del erario público al no declararle la guerra a algo que no tendrá fin; el cuidado de la salud de las personas al fabricarlos en sitios autorizados y fiscalizados por el gobierno. Son muchos los beneficios que se obtienen al legalizar las drogas, mientras que la prohibición solo fortalece las bandas criminales y trae perjuicios a la sociedad. Ojalá algún día haya voluntad política para transformar la realidad y dejar de lado la guerra contra lo que jamás se podrá ganar.
Referencias
A 84 años del fin de la Ley Seca en Estados Unidos
Holanda, a 34 años de tolerancia con las drogas
La legalización de la marihuana en nueve estados de los Estados Unidos dispara el sector
