Nuestro querido columnista ha escrito de nuevo justificando una serie de paradigmas, basado en una especie de himno extraño originado en Chile, llamado El violador eres tú, nacido de argumentos que no solo son nocivos socialmente hablando porque de cualquier manera son ridículamente sexistas, sino que además rayan en el adoctrinamiento (los chicos futbolistas de las sub 17 que parodiaron esta extraña canción aparte de ser censurados fueron enviados a “reeducarse”).
El columnista manifiesta, entre muchas cosas, que se siente violador y machista solo porque no tiene a su juicio suficientes libros escritos por mujeres. Hace meses había escrito eso mismo, pero parece que su conciencia o tal vez su salario no le permitió comprar más libros. Si nuestro respetado columnista desea enriquecer su biblioteca y ya no sentirse tan mal, podría empezar leyendo el libro El varón domado (o amaestrado, si se hace la traducción literal desde el alemán), de Esther Vilar, una médica y socióloga argentina de ascendencia alemana, que hace más de 40 años escribió este texto justamente para desenmascarar los movimientos feministas de la época.
En su momento Vilar obtuvo algún grado de fama y hasta fue invitada a algún debate televisado con una reconocida líder feminista, pero todo acabó un día abruptamente cuando la autora casi termina asesinada por las feministas en un baño público. Le asestaron una paliza que hasta el día de hoy parece haberle matado las palabras porque desde entonces no ha vuelto a meterse en esos líos de género, aunque con el libro dejó clara su posición y adviertió la manipulación peligrosa de esos colectivos que tan solo desean metas y privilegios a quien pertenezca a sus organizaciones. También criticó a los hombres que deseosos de ayudar terminaron comiéndose el cuento para ser luego esclavizados por sus aparentemente protegidas amigas, quienes de paso no le están pidiendo ayuda.
Uno puede creer en lo que quiera, pero las últimas tendencias de igualdad de género están sobrepasando los límites y ya están creando una notable división social al privilegiar a la mitad de la población por sobre la otra mitad (esperen a que Claudia López empiece con sus programas de igualdad y "discriminación positiva", sabrán de qué hablo). Es decir, se es un ser humano más valioso, digno de ayuda, atención, protección y demás solo si eres o te identificas como mujer, sin reconocer que esto también es infantilizar a las mujeres. Además, con esto se promueven una serie de ventajas, privilegios y reconocimientos que no solo son insostenibles en la vida real, sino que también son peligrosos porque invisibilizan a los hombres pues los pone por debajo social y legalmente. A la niñez porque no protege su derecho a la vida, ni reconoce su derecho a ser criados y educados también por su padre. Ala vejez pues la tercera edad jamás es tenida en cuenta por esta ideología, pues está por debajo de los derechos de las mujeres jóvenes en edad fértil. Eso sin contar con que también menosprecia a las víctimas de delitos violentos cuando las autoras de esos crímenes son también otras mujeres. Y por si esto no fuera suficiente, es una ideología que agrede violentamente a las mujeres que no se adhieren a esa causa.
Si el señor Iván Gallo desea sentirse tan mal como para darse a sí mismo semejantes calificativos peyorativos como violador, es su decisión, pero de ninguna manera pida que los hombres en general se sientan así de mal consigo mismos. Yo no sé si en su hogar le enseñaron que andar violando mujeres era el objetivo primordial de la masculinidad, pero de hecho calificar a un hombre de violador es una marca negativa, mal intencionada, que se hace de forma cruel y consciente para dañar incluso a inocentes. Y si no que lo digan las familias de hombres de todas la edades que en Argentina, especialmente, se han quitado la vida al ser acusados falsamente. Al ser una marca que una vez un hombre se gana en su vida y jamás podrá quitarse, arruinará su vida para siempre. Los grupos feministas lo saben y por eso usan esa palabra para provocar y manipular.
Creo que como comunicador la imparcialidad a Iván Gallo le falla bastante. Hace meses justificó de varias maneras a una madre que se suicidó y en el evento asesinó a su propio hijo, arrastrándolo con ella al fondo de un precipicio. Sin embargo, esa es solo la tendencia de los comunicadores desde hace ya varios años. Juan Gossaín, por ejemplo, sin mucho tino afirmó hace años que eran las mujeres las que más sufrían la guerra, algo totalmente absurdo. Si desconocía el tema o solo pretendía quedar bien, al menos se debió informar no solo por los relatos de las víctimas de nuestro conflicto armado actual. Y si no podía o le daba pereza, al menos pudo leer el libro Los años del tropel, del recientemente fallecido Alfredo Molano. No creo que un hombre, como aparece en las horrorosas crónicas de la guerra en el libro, haya disfrutado presenciar cómo violaban y asesinaban a sus hijas y esposa frente a él. Tampoco que le arrancaran el pene, no cortaran, arrancaran y lo pusieran en la boca de su hija muerta, para luego ser asesinado. Este horror muestra lo absurdo de crear la imagen que las únicas que sufren en la vida son ellas, como si los eventos de la guerra, la paz y demás factores que componen el paso por la vida en este mundo no los sufriéramos todos.
Hace unos días vi un meme muy curioso en el que una joven con un cartel manifestaba que no creía en el feminismo porque si una ideología no protege a una niña de ser asesinada por su propia madre entonces no valía la pena. Eso es lo que debe tenerse en cuenta, si una ideología, la que sea, invita a que solo determinados humanos de x o y característica deben estar por encima de los demás, eso es más de lo mismo, más división, más batallas estériles. Es otro nicho de mercado en explotación, un negocio infame. Cuidado, esto también se está saliendo de las manos.