En Colombia se están alinderando tres bloques electorales de los que saldrá el presidente que sucederá al actual, Iván Duque. En ellos se conjugan los mínimos programáticos de las promesas, generalmente incumplidas, especialmente por los gobiernos neoliberales de los últimos treinta años, conocidos como “los mismos con las mismas”. El primer bloque girará alrededor de dogmáticas figuras neoliberales, acicateadas por el capital financiero transnacional, cuyas consecuencias son los indicadores de hambre, miseria, pobreza, desempleo, informalidad, arrasamiento del aparato productivo, sustitución de la producción y el empleo nacionales, gabelas a las importaciones, una abrumadora deuda externa —que sumó 157.172 millones de dólares (unos 602 billones de dólares) a corte de abril de este año, una cantidad que representa el 51,9 % del PIB—, corrupción, represión y violencia, que hacen de Colombia un país inviable. Este bloque es fácil de distinguir; por eso tratan de camuflar como alternativos a neoliberales confesos como Alejandro Gaviria, entre otros.
Dentro de las recetas para llevar tamaña conspiración en contra del interés nacional están: rebajar o suprimir aranceles a importaciones y subsidios a los productores nacionales, y garantías exorbitantes a la inversión extranjera y la flexibilización laboral. Esas canonjías se firman en los acuerdos internacionales de inversiones, comerciales (TLC) y de cooperación (la Ocde).
El segundo bloque electoral gira alrededor de Gustavo Petro, quien siendo integrante del Polo Democrático Alternativo se reunió con congresistas demócratas norteamericanos para luego mostrar veleidades con el TLC pactado con EE.UU., con el cuento de que estos lo mejorarían a favor de Colombia; postura que consolidó aprobando la inserción a la Ocde: “He votado a favor de que Colombia pertenezca a la Ocde. Vamos a demostrar que en un gobierno progresista con buenas prácticas administrativas y financieras se pueden alcanzar los mejores niveles sociales y los mejores niveles tecnológicos”, justificando al tanque de pensamiento neoliberal, que hoy receta las reformas en contra de los empresarios y de la población.
A diferencia de los anteriores bloques, el candidato presidencial de Dignidad, Jorge Enrique Robledo, integrante de la Coalición de la Esperanza –tercer bloque–, propuso a los empresarios: “Construir un gran acuerdo económico, social y político que represente los intereses de los empresarios y de los sectores populares y las clases medias, a partir de reconocer que Colombia opera muy por debajo de su potencialidad y que necesita, dentro de la legalidad y la economía de mercado, cambios de importancia. Entre esos cambios, resalto: crear y crear más fuentes de empleo y riqueza, sustituir importaciones y exportar más, mejorar la competitividad, disminuir la desigualdad social, enfrentar sin vacilaciones a los corruptos y garantizar el monopolio estatal y democrático de la fuerza. Realizar además reformas democráticas en educación, salud y ambiente, y reducir el maltrato a las mujeres y demás sectores discriminados”; de consuno con la Coalición de la Esperanza, de:
1) Recuperar la confianza en la democracia.
2) Poner la economía al servicio de la ciudadanía
3) Proteger la biodiversidad.
4) Proteger a la ciudadanía y a los territorios.
Un debate fraterno dirimirá las contradicciones, como aseguró Carlos Gaviria: ¡sin sectarismos, pero sin ambigüedades!