PARA QUÉ VOTAR SI HAY ENCUESTAS
Entramos en la posmodernidad digital. La ceremonia de las urnas de votación va perdiendo efectividad. Apenas si termina siendo la protocolización de lo que uno o dos meses antes las encuestas han hurgado en las intenciones de los votantes. Y como este año la intercomunicación con los electores no se hizo por los antiguos métodos de radio, prensa y televisión sino a través del libertinaje de las redes, las urnas apenas servirán de disculpa comprobatoria. Con saber hacer las encuestas y captar la opinión de un grupo reducido, pero representativo, a través de los tales influenciadores es suficiente. ¿Para qué votar entonces ?
LA NOVELA DE AÍDA
Si se hiciera un salpicón con los libretos de las telenovelas mexicanas,turcas o brasileñas no se formaría el amasijo que los días han ido cuajando con la historia de la destituida y desnalgada senadora Aída Melano. Su origen gaminesco, su físico seductor, su habilidad para modernizar la máquina vomita monedas de la corruptela costeña y su éxito descontrolado con los hombres maduros, hacen los ingredientes más fascinantes de la novela en que se ha ido convirtiendo su vertiginoso ascenso político, su estrepitosa caída desde el tercer piso y el acelerado afán de condenarla para que no contara lo que copió, innovó o sabe de las trapisondas politiqueras de Barranquilla. Toda especulación cabe, como en las referidas telenovelas
EL FMI ES UN PRESTAMISTA PROVOCADOR
Lo que ha estado pasando esta semana en el Ecuador, donde las turbas enardecidas se tomaron Quito y han hecho tambalear en su silla de ruedas al presidente Lenin Moreno, no es obra ni del expresidente Correa, traicionado públicamente por el señor Lenin, ni de algún general con ganas de hacer retroceder a su patria. Todo ha sucedido por culpa del bendito Fondo Monetario Internacional, el FMI, que ejerciendo al extremo su irresponsable exigencia fiscalista obligó al Ecuador a suspender los subsidios a la gasolina para facilitarles 4.000 millones de dólares que necesitaban para equilibrar su economía. Si en el FMI hicieran las cuentas de lo que valen los daños que causan los paros y rebeliones contra sus medidas neocapitalistas y lo comparan con los réditos monetarios que consiguen, perderían su carácter provocador y recuperarían su etiqueta de prestamistas.