Cuando el odio no deja ver
Lo que está pasando por estos días en Colombia, cuando desde la cortesía hasta el sentido común desaparecen, es fruto exclusivo del odio que ha terminado por imperar en el trascurrir político y económico del país. El que Santos se hubiera abstenido en su discurso de mencionar los votos a favor de la paz de los uribistas, que todos interpretamos como un gesto positivo, es el mejor ejemplo de ello porque puede más el odio de Santos contra Uribe. El que hubiese callado para no mencionar el accionar de la Corte Suprema solucionando su impasse de meses llenando las vacantes y eligiendo a Margarita Cabello Blanco presidente, es fruto no de tácticas políticas o ideológicas, es porque no le perdonan a la Cabello que cuando fue candidata a Fiscal hubiese dicho que no aceptaba las exigencias del gobernante. Y ni qué decir de los gestos de Uribe & Cía. Ltda. al mirar todos los gestos del gobernante no como parte de un juego entre ganadores y perdedores sino con odio precolombino.
El paro del 17 y las marchas del 2
Es posible que el paro nacional del 17 tenga éxito, pero podría ser mucho mayor si los sindicalistas y empleados oficiales que lo programaron dejan el odio y convocan a los uribistas y a los sindicatos de grandes empresas y a los patronos y a todos nosotros. Y las marchas del sábado 2 de abril podrían ser atronadoras si no las hubiesen convocado para día sábado, sino para el 1 de abril y en vez de hacerlas solamente entre uribistas invitan a los sindicalistas, y en vez de hacerlas en 20 ciudades las organizan en las 4 principales. Estamos como en Venezuela, un gobierno derrumbándose y la oposición dividida por odios ancestrales.
Gesto paisa para enmarcar
Este martes el presidente de Celsia y su junta Directiva harán donación al alcalde de Cali, Maurice Armitage, del emblemático edificio que fuera de la Compañía Colombiana de Tabaco en la esquina de la Avenida Colombia y el Puente Ortiz. Esta conservadísima mole arquitectónica republicana, que sobrevivió a la pasión demoledora de los caleños, y que estaba situado en frente del legendario pero derruido hotel Alférez Real, ha sido mantenido con curia por sus dueños y representa tanto para Cali, (que hasta los árboles ha dejado tumbar), que el gesto es como para enmarcar. Y mucho más en este momento, cuando las diferencias entre empresarios vallunos y antioqueños han crecido tanto por cuenta de la multa a los ingenios azucareros provocada desde escritorios de Medellín.