¿Qué hacer con miles de personas que dentro de un país padecen el desalojo, o bien con aquellos que buscan refugio en naciones que supuestamente les van a abrir las puertas?
Cuestión marginal, como la situación de Necoclí, municipio antioqueño que se ve desbordado por la multitud que va de paso con la esperanza del sueño americano. Claro que la cuestión de los inmigrantes no es solo de estas latitudes, pues el mar Mediterráneo, el mare nostrum de la antigüedad, se ha convertido en el mare mortuum (mar de los muertos), ya que para evitar a los indeseables se deja que mueran ahogados o se levantan obstáculos. Y se hacen convenios para no permitir el tránsito, ya sea en Centroamérica, Grecia o Turquía.
Estos tiempos respiran el frenesí de la tecnología y el desarraigo de los hombres. Las transnacionales, que nadie ha elegido, dictan las políticas que los “gobiernos democráticos” deben seguir. Es claro que a lo largo de la historia la migración de los pueblos ha sido una constante. Así, en los últimos siglos el desplazamiento existe por la expansión colonial.
Antes, por ejemplo, los pueblos que hoy se denominan latinoamericanos estaban conformados por comunidades locales relativamente aisladas y autosuficientes. Vino la colonia que destruyó el modo de vida de los pueblos y, desde entonces, un ejemplo palpable de inmigración es el comercio de esclavos. Mas luego, cuando se dio la lucha contra el colonialismo en el siglo XX, en el África, vino la estrategia del neocolonialismo.
Quedó atrás el ejercer el poder político y, en lugar de ello, se impone el saqueo y la extracción de materias primas. Entonces, el aliciente es el carbón, coltan, diamantes, cobalto, oro, petróleo, etcétera. Además, vale examinar cómo es la condición de los inmigrantes que consiguen trabajo cuando logran pasar a los países desarrollados; es decir, al corazón del capitalismo, como sucede en varios lugares del planeta.
Ahora bien, la mirada de los periódicos se orienta en lo que sucede en otros continentes, o bien cuando la travesía de los inmigrantes se desborda al querer dar el paso por el Tapón del Darién. Y con ese enfoque se envía al cuarto del olvido el interior del país, donde los inmigrantes no han buscado salir de las fronteras. El despojo de tierras, desalojo, explotación minera, construcción de embalses, conflicto interno, violencia, terremotos, sequías, inundaciones. Y de esos escenarios huye la población a la periferia de las ciudades, de tal modo que se gesta la explosión sociodemográfica, la cual se trasmuta en crecimiento urbano en la periferia del “sector histórico” de las ciudades.
Es bastante curioso, en este tiempo, la apertura de la economía de mercado, presente en los centros y superficies comerciales de todo el mundo, hecho que hace posible la globalización. De esta manera se erige la libertad para el tráfico de mercancías. Pero los muros, las fronteras, las trabas, la ilegalidad y la vuelta al país de origen son para las personas.