A los doce años era un auténtico aficionado a los videojuegos. Pasaba horas enteras entre Mortal Kombat y Super Star Soccer. Esta afición hizo que mi profesora de Sociales afirmara que yo era un potencial asesino, pues eso de dar puñetazos y patadas no es de niños sino de criminales. Mi padre fue hasta el colegio y le hizo saber a la profesora que, cualquiera que osara retarme a los puños, llevaría siempre las de ganar, porque soy débil y porque mis únicos amigos compartían aficiones tan simples como las de jugar fútbol o divertirse con alguna consola; y que de ser cierto lo que ella decía (que los videojuegos violentos forman mentes criminales), el mundo entero no tendría salvación en veinte años.
Cuento esta anécdota porque, como afirma Antonio Caballero en El derroche, la imbecilidad carece de límites históricos. Cuando los sicarios de Medellín mataban a tiros en tiempos de Pablo Escobar, las autoridades, conscientes del Modus operandi de los asesinos (un tipo conducía una moto y otro disparaba desde cierta distancia), tomaron la decisión más estúpida de la que se tenga noticia hasta el momento: prohibir las motos para evitar asesinatos. Pero estos, como era de esperarse, no bajaron y Medellín siguió siendo la ciudad más peligrosa del planeta Tierra.
El turno en esta larga lista de tonterías es para Carolina Sanín, quien, el pasado 20 de agosto, publicó en su cuenta de Facebook lo siguiente: “Pillen este titular. La mente de violador de la que hablábamos el otro día. No tardaron en convertirla en objeto, a escasas horas de su triunfo olímpico. El periodismo colombiano da asco. Desde el país que olímpicamente sabe dañarlo TODO”. Su indignación fue producto de un titular de caracol.com, en el que se hablaba del cuerpazo de Mariana Pajón, la bicampeona olímpica.
Es cierto que las noticias tendrían que haberse centrado en el triunfo de la antioqueña, pero también es cierto que Mariana Pajón tiene un cuerpazo. Eso nadie lo puede negar. Ahora bien: reconocer esto dista mucho de ser violador. James Rodríguez, Cristiano Ronaldo y Jossimar Calvo también tienen tremendos cuerpazos, pero yo no es que tenga muchas ganas de violarlos.
Los colombianos que el viernes pasado celebramos el triunfo de la bicicrocista no somos abusadores solo por decir que la paisa tiene una figura escultural. ¿Cuántas mujeres, también por redes sociales, han compartido fotos de David Beckham y no precisamente para sus habilidades deportivas?
Pero como en nuestro país nos gustan las soluciones tópicas, las superficiales (como prohibir las motos para que no haya más asesinatos; o usar el lenguaje incluyente para visibilizar a las mujeres, así en la vida real no tengan ningún trabajo importante; o indignarnos porque, en un cartel de X-Men, Apocalipsis tiene prendida del cuello a Mystique y eso incita a la violencia intrafamiliar), prohibamos a los periodistas hablar de los cuerpos de los atletas para acabar con las violaciones.
Pero como el problema no es de forma sino de fondo, seguiré convencido de que quien haya visto las fotos de la antioqueña llegará a la misma conclusión: ¡qué cuerpazo! Y eso te incluye a ti, Carolina. Porque ante una foto como las que publicó Caracol lo primero que se nos viene a la cabeza no es: “Qué gran deportista”, sino “Qué cuerpazo el de esta mujer”. Y eso no nos convierte en sátiros, ¿o sí? Te lo pregunto porque mi mamá opinó lo mismo al ver las fotos, y también una exnovia, y supongo que lo mismo diría cualquier otra mujer, o incluso un gay. Te lo pregunto porque estoy convencido de que un violador no necesita escribir en un periódico para salir a cometer sus crímenes, ni siquiera necesita leer el periódico. Simplemente es un psicópata, punto.
La próxima vez que quieras tildar a alguien de violador, pregúntate si tú misma, caminando por la calle, no has visto a un tipo y has pensado: “Este man está muy bueno”. Y sí, es cierto: de pensarlo a decirlo hay una distancia enorme, pero de decirlo a hacerlo también. Pero lo pensamos, y lo hacemos por instinto, por atracción, por admiración, mas no por un deseo delictivo.
No quiero que pienses, como mi profesora de Sociales, que Mortal Kombat me fritó la cabeza y por eso soy un criminal desde los doce años. Tampoco que decirte tonta es una manifestación de machismo, porque tú misma has utilizado esta palabra muchas veces, incluso en clase. Solo quiero que sepas que, en esta época políticamente correcta, en la que decirle negro a alguien es una manifestación de racismo; en la que decir “La ciudadanía” es más incluyente que decir “Los ciudadanos”, así se trate de conceptos distintos; esta época, digo, de indignaciones fáciles como la tuya, es más conservadora de lo que podríamos imaginar. No queremos quedar mal con nadie, nos solidarizamos con todas las causas, vemos agresiones en cualquier discurso. Pero aun así nos parece correcto decirle violador a alguien, incluso sin conocerlo. Solo porque sí, porque así lo creo y porque mis títulos y mis apellidos y mis ideologías avalan mis insultos; y porque en esta época, en la que defendimos a Charlie Hebdo, aun con todo lo ofensivo que es, nos parece de mal gusto que un periódico hable del cuerpazo de Mariana Pajón, aun cuando la nota no incluye una sola palabra que incite a la violencia o al delito sexual.
Por eso es cierto lo que dice Antonio Caballero: la imbecilidad carece de límites históricos. Y la tuya, la que dijiste el sábado pasado, alcanzaría para entapetar todo el altiplano cundiboyancense. Mi profesora creía que Mortal Kombat me iba a convertir en un asesino en potencia, y tú crees que admirar el cuerpo de una mujer nos hace violadores. Tal vez esa perversión nos viene desde Grecia y nos ha sido transmitida de generación en generación por medio de sus esculturas. Habría que vestirlas a todas para que nadie se vuelva violador.