Decía Jack Nicholson que la única razón por la que se volvieron masivas las películas de Bertolucci y Antonioni era porque mostraban desnudos frontales. En la década del ochenta sólo las películas europeas se atrevían a tanto. El porno era un privilegio de pervertidos y acá lo más parecido a una diosa sexual era Esther Farfán, la actriz que se casó con Andrew Loog Oldham, el hombre que se inventó a Los Rolling Stones. Pero Farfán era sólo un placer de cine y Amparo podía verse a través de la televisión.
Creo que fue con el Gallo de Oro con la que Amparo se consagró además como una actriz de carácter. Creo que a ella nadie puede subestimarla, es una doña, tan fuerte como María Félix, tan sexy como Sonia Braga. A nadie se le ocurriría creer que no es capaz de lo imposible. Las bromas que se hacen con su edad y que ella a veces ha tomado mal no es otra cosa que un homenaje perpetuo. Amparo es digna no sólo por su piel sino porque es una presencia admirada y respetada por los millenials más vegetarianos y más políticamente correctos. Tenerla de jurado de Yo me llamo es garantía de rating. Y, como una devoradora de machos, se traga en la pantalla a Jessi, a Pipe, al Jorge Negrete que pretenda doblegarla.
Un pastel perfectamente hecho, al lado de Carlos Vives, fue Tuyo es mi corazón, novela que emulaba clásicos como American Graffiti, toda la onda ye-ye de los sesenta, comedia juvenil que tenía todo el picante con el gemido grave de la Grisales. Y su status se transformó en el de Super Estrella con Los pecados de Inés de Hinojosa, basada en la novela de Próspero Morales Padilla. Las Hinojosa se ha venido pasando en años recientes y sigue cautivando por esa combinación de talentos como son Margarita Rosa, Vicky Hernández y Amparo. El mérito de ellos es tan impresionante que en un país de machos ellas son las presencias más absolutas que ha tenido la televisión nacional en su historia. Ningún actor puede estar al nivel de ellas, sólo Frank Ramírez, o de pronto Mallarino. Si bien la escena más recordada es la que tuvo que hacer en la cama con Margarita Rosa, que las volvió leyendas inmediatas pero también repudiadas por los godos, Los pecados de Inés de Hinojosa es un clásico que se sostiene a pesar de las limitaciones que conllevaba hacer televisión de época en la década del ochenta
En el año 1993 En Cuerpo Ajeno paralizó al país. Amparo Grisales es tan grande que ya en ese año, cuando apenas tenía 37 años, la veían vieja. En esa época y en esa novela, la última genialidad de Julio Jiménez, no había nadie más hermosa -solo la Braga- en Latinoamérica que nuestra Amparo.
Amparo estará ahí siempre, eterna como un paisaje, con sus posiciones bien definidas y con una capacidad de escandalizar que sólo tienen las divas.